Angela, mi primer amor

Capitulo 13

Para el final de la noche Ivana pagó la comida, la bebida y el postre. No es que no tuviera para hacerlo, gentilmente me ofrecí a comprar helado para ambas en cuanto saliéramos del restaurante del infierno, pero ella negó y pidió dos porciones de torta de chocolate. No me atreví a decirle que era celíaca, no tenía ánimos para que me viera con más lástima de la que ya me veía desde que volví del baño. No, de eso se ocuparían mis intestinos en cuanto llegara a mi departamento.

Comí la porción mirando alrededor para corroborar que Ángela y su grupo de amigas se habían ido y que el idiota de su hermano no estuviera rondando. Era una tontería, lo sabía, ellos no podían hacerme nada y además cada uno estaba con sus cosas, pero no podía evitar pensar que estaban armando un plan para joderme la noche.

No. No había rastro de ninguno.

Respiré un poco más aliviada, jamás volvería a ese lugar, ni aunque mi vida dependa de ello, solo me contentaba con terminar la noche.

—¿Te encuentras bien? —Era la quinta vez que Ivana me preguntaba eso mirándome preocupada. Me gustaría decirle que no, que tenía miedo a que un cuchillo aparezca en medio de la mesa con alguna amenaza, o que el postre esté envenenado o adulterado, pero callé y sonreí como tonta.

—Todo perfecto —dije y con el sudor cayendo por mi espalda pinche el postre y mordí.

Esos hermanos eran peligrosos. Los detestaba.

Alcé la mirada hacia la chica frente a mí y solté una mueca. En algún momento había sacado el celular y estaba comiendo el postre mientras veía videos con el volumen bajo. Ya ni siquiera intentaba disimular que estaba aburrida. Parecía con más ganas de irse que yo.

Esos idiotas me estaban arruinando la noche. 

Tomé una bocanada de aire volviéndome solo hacia ella y me incliné para ver la pantalla con ella. Estaba viendo un reel de un gato que corría de costado acercándose a un perro con las orejas hacia atrás. Me reí. No sabía en qué momento de la noche la cena de ambas pasó a ser un desastre pero estaba cansada de tanta paranoia. Es decir, Ivana no se merecía eso.

Ella me miró un momento, sus ojos brillaban y una sonrisa divertida cruzó su rostro. Dio un bocado al chocolate, pasó al siguiente video y puso los ojos en la pantalla sin abandonar esa sonrisa que llegaba a su mirada y ruborizaba sus mejillas.

—¿Crees que podamos volver a salir? —preguntó al cabo de un rato, pasando al siguiente video mientras esperábamos que el mesero vuelva con la tarjeta de crédito. Vacilé mirando como pasaba el dedo sobre el plato vacío, intentando terminar todo el chocolate. Alzó una ceja con picardía e inclinó la cabeza metiéndose el dedo en la boca—. Prometo que será más íntimo.

Se relamió el dedo. Las mejillas se me volvieron rojas y no pude dejar de mirar sus labios curvados hacia arriba.

Asentí.

—Si me lo prometes, si —dije inclinandome hacia adelante sobre la mesa. Ella sonrió y también se acercó, dejando el plato a un lado. El corazón se me acelero—. ¿Cuándo?

—Que entusiasta eres —murmuró tan cerca que podía sentir su respiración en mi mejilla. Olía a chocolate. Estiró la mano por encima de mesa y la apoyó sobre mis muñecas, metiendo los dedos bajo la manga para tocarme la piel fría. Me estremecí, sus dedos estaban calientes, su tanto se sentía suave—. ¿Un día de estos? —murmuró inclinándose un poco más y acariciando con los dedos el dorso de mi mano—. ¿Qué tal hoy?

La respiración se me entrecorto. Sus ojos brillaban aún más que antes y no podía dejar de sentir que se acercaba más, como si de repente su labios estuvieran a unos centímetros de distancia.

Negué. Mi departamento era un desastre, no podía llevarla allí.

—No puedo, mañana trabajo…

—Oh —soltó sin apartarse, pasando los dedos hacia mis palmas y dibujando pequeños círculos dentro—. ¿Y qué tal mañana? Vuelves a tu casa por la noche, ¿no es así? ¿Qué dices si te espero después del trabajo y pasamos la noche juntas?

El corazón se me aceleró aún más.

¿Me estaba proponiendo dormir juntas?

Sentía mucho calor, demasiado.

Sonreí cuando vi que nuestras narices apenas se rozaban y comencé a inclinarme para dar el primer paso, ella sonreía, sus ojos estaban entrecerrados y parecía a punto de hacer lo que yo quería, cuando de repente alguien se aclaró la garganta y tuve que apartarme de golpe.

Era el mesero, ¡Maldición!

Ivana me miró confundida. Volvió a su asiento tomando la tarjeta que el mesero le entregó antes de voltearse e ir hacia la siguiente mesa y la guardó en su cartera.

—¿Estás bien? —preguntó y yo pasé las manos por mi cabello asintiendo. El estómago se me tensó por la vergüenza y no pude evitar levantarme y comenzar a caminar hacia la salida, apenas esperando que me siga, pensando que nunca en la vida volvería a pisar ese estupido restaurante.

. . .

Apoyé la tarjeta de viaje en el escáner y pasé por los molinetes empujando con las manos para no caerme de cara al suelo. Aunque no me vendría mal un buen golpe en la cara. Me sentía tan estúpida e inquieta. Ivana me había ofrecido llevarme en su auto a mi departamento, supongo que para retomar la conversación, pero no tenía ánimos para seguir. Estaba agotada. El estómago me dolía por el chocolate y la torta que claramente no era libre de gluten, no podía pensar qué tan romántico podía ser una noche juntas conmigo teniendo problemas estomacales.

Lo tomo como un rechazo, lo vi en su rostro cuando aceleró y se perdió en la esquina. Me sentía mal por eso. Prometí llamarla cuando llegara o cuando tuviera una noche libre, pero supongo que eso ya no era posible, ¿o si? No, mejor no.

Me acerqué a la plataforma donde se detendría el subterráneo y saqué el celular para ver su foto de perfil. Era demasiado hermosa para alguien como yo, ¿para qué la llamaría? ¿Para humillarme?



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En el texto hay: romance, secretos, lgtb

Editado: 18.08.2023

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