Alcé la mirada de la computadora cuando oí la puerta de entrada abrirse y cerrarse, y el frío del exterior subió por mis piernas y hombros. Afuera estaba helado y la ropa que llevaba, la misma que llevaba la noche anterior a la cita con Ivana, no era precisamente la más abrigada, pero no tuve tiempo de volver a mi departamento.
—¡Hola! —dijo Hernan, uno de los hermanos de Ivana, entrando con su saco caro color café y su hermoso cabello rubio peinado hacia atrás. También llevaba anteojos de sol, cosa que no supe por qué si además de frío parecía que estallaría una tormenta, pero no lo mencione. Sentía envidia. Hernan se acercó al mueble y apoyó el codo sin dejar de sonreír como si tuviera un secreto mío—. ¿Noche larga?
Planté una sonrisa cansada y con el corazón apretado.
—Algo así, hola. ¿Vienes a ver a tus abuelos?
Chasqueó la lengua y se quitó los lentes, la respuesta no era lo que esperaba y eso, lejos de desilusionarlo, parecía haber motivado su curiosidad.
—Si, Ivanita me pidió venir por ellos y por tí para ir a una cena de campo.
—¿Una cena? —Pregunté como idiota, mirando el reloj en la pantalla—. Pero son las dos de la tarde, falta mucho para la cena.
Asintió.
—Lo sé, pero sabes como es ella, tiene que tener todo bajo control.
Suspiré volviendo a ver el horario y negué apenada.
—Lo siento, hoy salgo tarde.
—Tranquila —dijo él, volviendo a enderezarse, me evaluó de arriba a abajo con una ceja alzada y soltó una risa baja—. A mi hermana le gusta que le pongan las cosas difíciles.
Parpadee con un mal sabor de boca.
¿Qué clase de idiota tenía enfrente? ¿Es decir, él era el hermano de la misma chica que la noche anterior me invitó a salir?
Decidí pasar por alto el comentario y volver a las conversaciones normales sobre el clima, las calles y a qué hora vendrían sus abuelos. No tenía ánimos ni ganas para soportar comentarios sexistas o idiotas, la imagen de lo que había pasado la noche anterior no abandonaba mi mente.
¿Debería sentirme mal por haber estado con otra persona? No me sentía mal, tampoco podía dejar de pensar en ella y en lo que me hizo sentir, pero Ivana seguía sin salir de mi cabeza. Me sentía mal por todo, cansada, sucia, quería volver a mi casa y dormir el resto del día.
Hernan me comentó que dormirían en la casa del campo por lo que no volverían esa noche y en cuanto firmó bajo el nombre de su hermana llamé a los enfermeros para que lo ayuden a empacar para sus abuelos y le den las correspondientes indicaciones para los medicamentos. No eran tantos, por lo que sabía, pero igual eran importantes y mientras los oía anoté todo en un papel y se lo entregué junto al número de teléfono de la residencia por si tenían problemas.
Lo acompañé a la puerta y después de despedirlos volví a sentarme detrás del escritorio a ver mi celular apagado. O más bien intentar pensar que Ángela volvería insistir y yo tenía que volver a romperle el corazón. Pensarlo me destruía, quería llorar pero las lágrimas no acudían y lo único que parecía hacer era comer y aguantar la respiración. Era inconsciente, como si algo dentro mío dejará de funcionar y con ello el mecanismo automático de mis pulmones, no podía controlarlo.
Pasó una hora y no recibí ningún mensaje suyo. Comenzaba a ponerme ansiosa, ¿y si se presentaba en la residencia? ¿Cómo tendría el valor para echarla de nuevo? Esa última vez porque estaba mi madre, porque me dijo que era lo mejor y yo sabía que tenía razón, pero ¿de dónde sacaría el coraje para volver a mirar sus ojos llenos de lágrimas y dejarla ir?
Solo quedaban dos horas para que pudiera irme y las personas no dejaban de ir y venir. Había enfermeros, pacientes, familiares, residentes… Los miraba al rostro, buscaba en cada uno esos rizos preciosos o sus ojos fríos. Dijo que iría a ver a la señora Buenas, tendría que aparecer en cualquier momento.
Giré la cabeza en busca de la anciana pero no había salido de su departamento en todo el día. Si venía tenía que levantarme, salir de mi refugio detrás del mueble para acercarme…¿Volvería a sentir el aroma de su piel, las flores o el perfume que tenía en el baño de su departamento? ¿Sentiría de nuevo las ganas de besarla? No, eso no pasó, o no debería haber pasado, fue un error. ¿Ella malinterpretaría todo y se acercaría con otras intensiones? ¿Tenía que dejarle claro que buscaba algo serio con Ivana, que ella me gustaba? Si, eso, cuando la viera entrar por la puerta comentaría que la misma chica con la que salí la noche anterior me invitó a pasar la noche en una casa de campo, así sabría que no estaba disponible y que lo que pasó no se podía repetir.
Pedí salir una hora antes. Las náuseas eran insoportables y el dolor de cabeza por no dormir me estaba volviendo loca. Necesitaba relajarme, dormir y hablar con alguien. Mateo. Tome mis cosas con rapidez, y salí mirando alrededor para corroborar que Ángela no aparecería en la esquina, envié un mensaje a Mateo para corroborar que estaba en su departamento y caminé hacia allí.
. . .
Presioné el timbre varias veces y golpeé la puerta de madera otras dos veces más. Oía como sonaba en el departamento pero no las pisadas de mi amigo o su voz del otro lado. Presioné el número de teléfono en mi celular y suspiré cuando oí la voz de la operadora que me indicaba que el usuario no estaba disponible.