Angelard

Capítulo I: esto ya inició.

Hace mucho era un hermoso y adorable arcángel, esto empezó a cambiar mucho más, esta imagen empezó a desvanecer, hoy me acusan de pecar, pero yo les digo la verdad y no me creen. 
Esa vez, puedo recordar que me encontraba ayudando a Miguel con una petición que le habían hecho, fue dicha con tanto fervor y tanta fe que no pudo negarse en lo absoluto. 
Nos encontrabamos en una especie de santuario aquí en la tierra, el cual era inmenso y lleno de imágenes celestiales por así decirlo. 
Aunque lo que solicitó la persona era muy difícil de cumplir, nos tomamos la tarea en hacerlo y cuando terminamos regresamos al cielo, pasamos por un pasillo muy largo, pude notar como las demás jerarquías me miraban de reojo hablando en voz baja. 
No capté la indirecta de inmediato, hasta que una de las almas me señaló diciendo: 
“Has pecado, oh ángel Gabriel” 
En ese momento se me escapó sólo un “¿Qué?” de mi boca, mis párpados se elevaron lo más que pudieron aquella vez. Volteo a ver a Miguel, quién no dijo nada al respecto sólo rodo sus ojos hacía mi. 
—¿Por qué osas mentir? ¡Yo no he cometido ningún pecado!  
—¡No estoy mintiendo!, ¡no estoy mintiendo! —Hace poco te ví cometer varios pecados en la tierra junto con una chica que es humana igual que yo. 
—No sigas inventado cosas malas acerca de mi, por favor.  
—No invento nada, incluso tu le dejaste caer una de tus plumas mientras se bañaba, ángel lujurioso. 
—Deje caer la pluma, pero no me quedé contemplandola desnuda, sólo le quería hacer saber que la íbamos a ayudar. Además, después de esa vez, ya no la he vuelto a ver en ningún momento, he estado ocupado ayudando a mi hermano Miguel.
—Mentiroso, has seguido pecando después de esa ocasión. 
—Tu eres quien miente aquí, no yo.  
—Eres un arcángel pecador, no te saldrás con la tuya. —la mujer me señala con increíble descaro. 
—Guárdate tu teatro para alguien más, porque yo soy inocente de lo que me acusas.— 
Para mí desgracia, no creyeron en mis palabras en ese momento, cómo no tenía pruebas de mi inocencia, se dejaron llevar  por los falsos rumores que esparcía está alma; quien era una mujer que había salvado de la locura y me terminó pagando mal. 
Es mi turno ahora de convencerlos de que nunca pasó eso, tomando el camino hacía la sala donde se encontraba quien me dio la vida y quién me puede ayudar a demostrar mi inocencia. Me llegó la noticia de que fui citado a un lugar donde llegaron miles de juntas. Todos los ángeles habían oído rumores sobre lo que me había causado yo y oí acerca de varias proposiciones subidas de tono a los ángeles de la guarda. 
Nos manteníamos lejos de esas palabras que salían de los humanos, y ninguno era especial o preferido en esos temas. No es que sea un tema muy tocado acá en los cielos, lo que si nos sacaba de onda, es que nos veían como asexuados o a nosotros los varones nos veían muy afeminados, mientras que a Lucifer y a sus demonios los tenían en otras ideas distintas. En sí, ellos sólo cambiaron en algunos detalles, no cómo quería creer está especie, a esta raza nunca la teníamos en un pedestal. 
Todo esto se salió de control, cuando publicaron un libro, donde venía una historia sobre los ángeles que descendieron y escogieron esposa de entre todas las mujeres. según tengo entendido eran muy hermosas y tuvieron descendencia a la que llamaron "Nephilim" unos seres híbridos entre ángeles y humanos. 
Cómo si esto no fuera suficiente, una mujer cuyo nombre no diré escribió acerca de su ángel de la guarda y "esposo" llamado Soph. 
Quien insinuaba era una descendiente de nosotros, yo sólo la veía como una inventora de una falsa historia muy mal relatada y llena de morbo. En cambio los ángeles y arcángeles se lo tomaron muy apecho. 
Todos mis hermanos y hermanas se pusieron muy nerviosos, cuchicheando acerca de todo esto como si fuera el tema del año. 
Tuvimos que acudir a alguien muy sabio, el cual estaba muy seguro que nos ayudaría, era uno de los hijos  de nuestro creador quien pronto nos llamaría la atención. 
—Ya, ya basta, dejen el tema de lado. Es sólo algo que inventaron los humanos. 
—Pero Dios Terra, han habido muchas historias recorriendo la tierra. 
—Tú mismo lo has dicho son historias... Y nada más.—el joven Dios de ojos color arena y cabello castaño, se tomó el brazo con la mano zurda. 
A pesar de ser el hijo mayor de nuestro creador, Terra siempre nos trataba de iguales y nunca nos trataba como sirvientes. Por eso siempre recurríamos a él en temas en los que teníamos dudas, no queríamos cometer errores de los cuales nos arrepentiríamos  después. 
No teníamos nada que perder, así que decidí acercarme al Dios de la tierra, abriendo mis alas de manera inconsciente dando pasos alargados para dar más rápido con él. Procedí a tocarle el hombro con uno de mis dedos para llamarle la atención. 
—¿Sí? ¿Qué pasa Gabriel? —se giró dándole la espalda a mis compañeros ángeles para voltearme a ver a mi, arqueando una de sus cejas e inclinando la otra. 
—¿Es cierto que seré castigado por un crimen que no cometí?—sobe mi cuello con mi mano diestra, poniendo mi vista en una de las esquinas de aquel templo inmenso dónde estábamos, mi cabello ondulado y castaño se movió contra el reloj al haber hecho aquel movimiento. 
—Me sorprende Gabriel que me preguntes de eso, yo ni sabía que habías sido acusado, lo más seguro es que nuestro padre te tenga algo preparado. —Terra sonaba bastante decepcionado y sorprendido acerca del tema. Tal vez no debí haber comentado eso, así hubiera evitado su mirada deprimente que daba mucho de que hablar.  
—pero... —se me fueron las palabras de la boca justo en ese instante. 
—Pero nada, ya escuchaste a Terra, Gabriel. Así que debes irte preparando para lo que sea que te tengan preparado.—menciona Miguel con un tono lleno de seriedad en su voz. 
—No creo que sea así, no he sabido nada de eso. —lo había dicho queriéndole llevar la contraria a Miguel. El arcángel de la justicia que tenía cabellos color chocolate, ojos cafés algo chicos y cabello corto y ondulado. Algo fornido pero no de manera exagerada en la que a veces lo pintan, alas grandes de color plateado.
—Hazle caso a Miguel, seguro nuestro señor te dará otra oportunidad.—lo dice Rafael bastante calmado. él vestía una túnica verde, era algo alto pero no tanto como Miguel que media 1.80, en cambio era de estatura 1.68. tenía ojos azules, cabello rizado, castaño y largo. Sus ojos eran más o menos grandes y muy expresivos.
Se me escapó un suspiro debido a que temía que fuera una misión que no podía pasar muy fácil o se tratará de que me expulsarían del cielo debido a esto. Y eso es lo que no quería ni en un millón de años. 
—Vamos Gabriel, seguro podrás a completar esa misión más rápido de lo que piensas. 
—Si tu lo dices Terra. —
De pronto escuché que nuestro creador me llamó, así que empecé a caminar hacia esa dirección, no sin antes despedirme de mis hermanos y de mi buen amigo Terra. 
Llegué lo más rápido que pude y logré ver de reojo a nuestro señor muy disgustado, apreté muy fuerte los puños esquivando la mirada, agache mi cabeza. 
—Bienvenido de vuelta Gabriel, ahora que has venido, me imagino que sabrás porque te he llamado. —
Sólo asentí en forma de respuesta, apretaba mis dientes y me resignaba a lo que me impondrían justo ahora, mi mente estaba en blanco total. 
—Has causado tanta polémica Gabriel, gracias a tu impertinencia que incluso se han esparcido rumores, mi hijo Terra no sabía de esto hasta que le mencionaste y eso no debiste hacerlo.—Cuando me animé a ver directo a los ojos de mi señor creador, el se veía arto de los problemas que estaba causándole y eso también logró transmitirse por medio de su voz. 
—Soy inocente, puedo probarlo, la chica no está diciendo la verdad. —me golpeé mucho el pecho, mostrando una expresión de resentimiento, debido a  lo que había sucedido, lo cual me hacía sentir lamentable. 
Si tanto quieres hacerlo, entonces...—Ya sonaba arto de mi, en un sorpresivo acto, levantó su mano, la hizo puño y golpeó su trono. Eso causó un temblor en la tierra y se fue abriendo a su paso hasta llegar a mi, se abrió un gran hueco de bajo de mis pies causando que cayera por ahí, sentía la necesidad de abrir mis alas pero no lo hice por algo Dios había hecho esto. A pesar de que echaban rumores falsos sobre que cometí los pecados de lujuria, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia, buscaba la oportunidad de demostrar mi inocencia, pero solo había sido lanzado a la tierra como una cosa sin valor. 
—¡NO! ¡ESTO NO ME PUEDE ESTAR PASANDO A MI! —me negaba a creerlo aún teniendo todas las pruebas enfrente mío, incluso llegué a pensar que estaba teniendo un mal sueño y que en cualquier momento despertaría. 
Pero eso no paso, aún seguía cayendo hacía el lugar que me tocó cuidar como Arcángel: la tierra. Intenté ahora sí volar, pero algo me impedía moverlas, sentía como si las tuviera amarradas a la espalda. 
—Genial, lo que me faltaba. —solté un gruñido al aire, cada vez estaba más cerca del suelo y quería aterrizar bien por lo menos, pero no me la dejaron fácil está vez. Me puse a reflexionar acerca de que mi creador me había lanzado desde lo alto y no había mandado a un ángel a hacerlo en su lugar, pero él no lo hace sin tener algún motivo, siempre tiene planeado algo, incluso así lo hizo con Lucifer y sus ángeles. 
Era tarde cuando me di cuenta que ya estaba por llegar a la tierra, ahí fue cuando me estrellé en el techo de una casa como mosquito en el parabrisas de un automóvil, mis alas de abrieron muy tarde y mantenía los brazos abiertos. Estaba abrazando esa parte literalmente hablando. 
—Si sintiera dolor, estaría chillando por el. —me incorporé lo más rápido que pude, fijándome hacia abajo en busca de gente que pudo haber visto mi ridículo aterrizaje y para mí suerte nadie lo vio. 
Sólo causó que ensuciará mi nuevo traje, me percate de el cuando comencé a sacudirme la ropa para sacar el polvo, este ropaje consistía en vendas rodeando cierta parte del pecho y no tenía mangas, tenía un shorts que me tapaba hasta arriba de las rodillas. Hacía resaltar mi fornido y algo flacucho cuerpo albino, claro que daba gracias porque no me modificaron a mi. 
—¿Porqué a mi? No lo entiendo, sólo quería demostrar que puedo cambiar lo que dicen sobre mi..—me repetía constantemente esa pregunta, esperando que alguno de los Dioses me contestará, pero fue en vano, parecían no oírme o ignorarme.— Bueno, si no queda de otra, tendré que probar mi inocencia sin ayuda de nadie. 
Me parecía muy familiar la zona donde me encontraba, al parecer es un lugar ya había estado antes, era uno de los tantos condominios de la ciudad llamada Ensenada que se encontraba en Baja California. Las casas estaban pegadas una contra la otra y la mayor parte estaba invadida por estacionamientos. 
Me dirijo hacia la orilla del tejado, un impulso mío hizo que saltará a la banqueta, estando en tierra cerré mis alas como es debido. No había ninguna señal de que hubiera humanos rondando la zona, eso me ponía tranquilo y sereno en su totalidad. 
—Es raro que no haya nadie aquí, por lo regular a veces sale gente acá fuera, a hacer cualquier cosa que se les ocurra. —acaricie un poco mi mentón. — me sorprende que hoy no sea de esta manera. 
El viento soplaba jugando con mis cabellos y acariciaba mi piel de forma ocasional, el calor hacia contraste con este invisible elemento del que pocos hablan, siempre admire esa libertad que tuvo para hacer lo que se le diera en gana. Yo quería ser así desde que fui creado, sólo que me habían impuesto muchas tareas y me dieron un puesto particular que era ser ángel. 




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