# Prólogo: “Alma Rota”
*“Mientras más aprendemos, más posibilidades hay de caer antes de tiempo en el infierno”*
*“Mas oportunidades ganamos para quebrar nuestra alma, romper nuestra personalidad, y no tener retorno.*
*Hundirnos en nuestro propio destino...”*
***
El sonido de la fuerte cachetada retumbo entre las cuatro paredes de aquella pequeña habitación. La chica de cabellos plateados miró con odio a la anciana bajita, vestida de monja, y deseó, con todo su ser, verla muerta desangrándose lentamente en el suelo. Rápidamente apartó aquellos pensamientos de su cabeza, y bajó la mirada, para evitar que la monja se fijara en los inexpresivos y fríos ojos que ella tanto odiaba.
—¡No me vuelvas a hablar en ese tono, Sylvie!— chilló la vieja poniéndose roja de la ira y moviendo las manos en el aire frente a ella— La próxima vez que te dirijas a mi de esa forma, tu castigo va a ser peor, por lo menos mucho peor que un solo golpe.
—Lo siento— dijo Sylvie— Lo siento, no pasará otra vez...
—Mas te vale.
La monja abandonó la habitación, cerrando la puerta tras de si.
—Y hoy te quedas ahí, muchacha— gritó desde el pasillo— A ver si aprendes a respetar.
Sylvie se sentó en la cama, y se quedo mirando al techo, distraída. Los pasos de la mujer se sintieron lejos, y desaparecieron a los pocos segundos. Antes se habría puesto a llorar, pero ahora, que ya tenía 16, veía aquello como una oportunidad. Si todo salía bien, podría al fin ser libre...
Con cautela abrió un poco la puerta y miró a ambos lados del pasillo. No había nadie...
A esas horas todos debían, o bien estar durmiendo, o, bien, encontrarse trabajando en las cocinas y recolectando madera en el bosque.
El momento era perfecto. Solo tenía que llegar al comedor y salir por la puerta trasera. Conocía de antemano un buen camino para evitar a los trabajadores, y ya contaba con provisiones suficientes y algo de dinero, que serviría para atravesar el bosque y llegar a la ciudad mas próxima. Una vez fuera ya no tendría que preocuparse por aquellas malditas monjas de nuevo. Sería libre de todos los castigos y al fin...
—¿Estas bien?
La voz a sus espaldas sorprendió a Sylvie, quien se volteó asustada. Allí, en el umbral de la puerta, estaba de pie una chica de cabellos plateados y mirada bondadosa, con rasgos muy similares a ella, aunque un poco mas alta.
—Oh, eras tu, hermana —dijo Sylvie aliviada— Creí que la madre superiora había regresado.
—¿¡Que ha pasado!? ¡Los gritos se oyeron en mi habitación!
Sylvie se mantuvo callada.
—Bien, no me cuentes si no quieres...
—No es nada importante.—dijo— Solo...le he gritado otra vez, y bueno...le llame, eso...
Abby la miró, primero con el rostro serio, fingiendo estar molesta, hasta que finalmente no pudo más y estalló en carcajadas.
—En serio —dijo entre risas— ¿Y como se puso? ¿Se le arrugo la cara? ¡Vamos, dímelo!
Sylvie se alegró de tener a alguien con quien compartir lo que pensaba. Su hermana, Abby, había estado siempre ahí cuando mas la necesitaba, y toda la vida se había preocupado por su bienestar, y por hacerla sentir bien. Con ella las horas se pasaron volando, y su plan de escapar desapareció por un tiempo de su memoria. Por lo menos hasta que la conversación llego a eso.
—¿Y, aún estas pensando en aquello?— preguntó Abby, poniéndose seria de repente.
—¿El que?
—Escapar de aquí.
El rostro de Sylvie se ensombreció.
—Sabes bien que si Abby, y hagas lo que hagas no podrás pararme. Me iré de aquí sea como...
—Si, si, lo se.—le interrumpió la otra— No te quiero detener esta vez. Mejor...— dudó un segundo—Yo también estoy planeando irme... esta noche. Sea como sea...
Sylvie la miró sorprendida. ¿Su hermana, la perfecta Abby, quería irse?
—Pero ¿por que, hermana? ¿Por que justo ahora?
—Algo cambió. Es difícil de explicar pero...yo...necesito encontrar a una persona. Una persona que aparece constantemente en mis sueños...
—¿Una persona? ¿Quien?
Pero Abby ya no la miraba. Sus ojos se perdieron en el vacío.
*Soñando...buscando descender al infierno...*