Con el tiempo pasando Guayaba se dio cuenta de la forma en la que su protegida estaba cambiando y toda su vida se hacía diferente, ahora estaban a mil kilómetros de casa, cumpliendo con un trabajo muy divertido, ella había crecido, terminado la universidad y trabajaba con su padre; no parecía que nada fuera a salir mal, después de todo estaban muy lejos y siempre estaban muy ocupados, los pergaminos no cambiaban mucho en este entorno, las cosas seguían a un ritmo muy tranquilo, incluso comenzaba a ser aburrido.
Hacia apenas un par de años él, había terminado su entrenamiento y aunque solo había podido recibir unas palabras conmemorativas de parte de Zircón, decir que se sintió bastante realizado, era poco, ahora poseía un rango de teniente segundo, no tan elevado como el de Mango, pero al menos ya no era solo un ángel en entrenamiento, de todas formas, tenía que esperar a terminar su tarea y hasta volver a su mundo recibiría sus condecoraciones y podría cortar la garganta del Ángel de asignaciones.
Aquella mañana todo comenzó como se esperaba, Ana y su padre salieron a desayunar, era un día tranquilo, conversaron con algunas personas, comieron comida del lugar y al final fueron a resolver algunos pendientes, para Guayaba todo sucedía según el pergamino, pero casi pasa por alto cuando las alarmas se activaron, el pergamino en color rojo apareció frente a sus manos y los ángeles guardianes que estaban a su alrededor comenzaron a extender sus alas.
Rápidamente repitió el movimiento mientras buscaba a su alrededor de dónde venía la amenaza, aquella calle estaba casi vacía, los humanos parecían estar descansando, no entendía de dónde venía el peligro, entonces lo escuchó, a lo lejos las alarmas de los policías persiguiendo un auto se acercaban, levantó vuelo junto a los otros ángeles y el escudo se hizo más fuerte, pero él se dio cuenta de cómo la camioneta estaba siendo conducida de forma imprudente; dado que era un objeto más grande y pesado, no podía confiar en que su escudo lo detuviera y cuando se salió del camino frente a su protegida tuvo pocos segundos para moverse.
Ana cayó al suelo de forma estrepitosa, no había nada con qué tropezar, ni dónde golpearse, simplemente se fue al suelo, miró alrededor cuando pudo sentarse, no había nada fuera de lugar; negando con la cabeza y bastante molesta por ser tan torpe, trató de levantarse, pero su pierna derecha no funcionó, con lágrimas en los ojos, volvió a sentarse en el suelo y sacando su celular, llamó al teléfono de su padre para que pudiera venir a ayudarla.
De pie sobre ella, viendo la camioneta que ya se alejaba, Guayaba hizo desaparecer su energía y bajando sus alas maldijo lo que había tenido que hacer; giro su vista de regreso hacia Ana y descubrió que no se levantaba… no tendría que haber pasado.
- Papá acabo de caer al piso, no puedo levantarme – escucho lo que Ana dijo al teléfono y en automático Guayaba desprendió el pergamino de su cintura, lo abrió y con un profundo miedo vio como las letras cambiaban una y otra vez.
- ¿Dónde estás? voy hacia allá – Vladimir respondió sin dudar.
- Sigo frente a la lavandería, no sé con qué tropecé – Ana maldijo.
Con un dolor en el corazón Guayaba se dio cuenta que su movimiento había sido demasiado precipitado, Ana tenía una pierna rota por su culpa, deseo con toda la fuerza de su corazón poder ayudarla, pero no debía intervenir, el pergamino aun continuaba cambiando, pero al parecer esto tenía que pasar.
Miró a Zircón que corría junto al padre de Ana y aunque este vio las lágrimas en sus ojos, no comentó nada; los dos hombres que habían estado esa mañana con ella la tomaron en brazos y la levantaron del suelo, su pierna comenzó a hincharse rápidamente y el pergamino de Guayaba continuó cambiando de forma acelerada, sumamente asustado, quiso acercarse al ángel de mayor rango para preguntar qué sucedía, pero no tenían tiempo, Ana fue llevada al hospital y examinada rápidamente, el pronóstico ya lo sabía, pero aun así no le gusto escucharlo…
La pierna de Ana estaba rota, el hueso peroné se había separado en dos partes y aunque no era un daño muy grande, necesitaba cirugía.
- ¿Qué sucedió? - Zircón salió de la sala, por primera vez se movía sin que Vladimir estuviera a su lado.
- El pergamino de peligro apareció, simplemente reaccioné - Guayaba sacudió la cabeza de nuevo, había lágrimas en sus ojos - no lo sé creo que fui demasiado brusco
- ¿Por qué la sacaste del peligro de esa forma? tienes un escudo, no tenías por qué tocarla – casi de forma inconsciente, Zircón lo regaño.
- El auto se estaba saliendo de control, ellos estaban conduciendo de forma imprudente, tenía que sacarla del camino – Guayaba explico de forma apresurada.
Con el ceño fruncido, Zircón pensó en lo que había pasado, esta mañana había visto el auto, pero su protegido estaba tan lejos del peligro que no había ningún pergamino rojo para él, simplemente había tomado la idea de que Guayaba reaccionaría como cualquier otro ángel, formaría un escudo y esperaría que el peligro pasara no había notado lo que pasaba en realidad con el auto.
- Ellos la llevarán a otra ciudad para que puedan operarla - Zircón suspiro aceptando la explicación del menor - no puedo decidir si hiciste o no un buen trabajo, pero si lo que dices es verdad, entonces le has salvado la vida, no te sientas así.
- Pero le hice daño… ella está en el hospital y es mi culpa – Guayaba casi grito, bastante molesto.