Por la mañana, bastante molesto Guayaba escuchaba cómo su protegida discutía con su padre, el hombre mayor había estado hablando de como su cuerpo sanaba, la forma en que el hueso y todo lo demás se formaba hasta unirse y hacer que pareciera como si nada hubiera pasado, Ana había estado muy interesada en el tema hasta que se mencionó el tiempo más que tenía que pasar en cama y en recuperación mientras hacía terapia para poder volver a caminar.
- ya es suficiente – Guayaba saco los chicles que había guardado.
- espera – Zircón se acercó rápidamente – aunque Origen no me lo explico del todo, si sé que es algo que debes hacer solo con ella.
- es verdad – Guayaba asintió.
- Vladimir saldrá pronto de la casa, debemos estar fuera al menos dos horas, talvez más, entonces podrás hacerlo – Zircón miro hacia donde padre e hija continuaban hablando.
- está bien – Guayaba tomo aire - ¿tienes algún consejo?
- si es lo que pienso – Zircón sonrió – tómalo con calma, permanece tranquilo y háblale solo de lo que quieres decirle, ella puede asustarse un poco la primera vez, pero lentamente va a acostumbrarse.
- gracias – Guayaba asintió con una sonrisa.
- atesora este momento Guayaba.
Zircón salió de la habitación junto con Vladimir, Guayaba miro el lugar donde su mayor había estado de pie, sabía que él había tenido un protegido con quien logro hablar y lo mucho que aquella experiencia le había marcado, ahora quería aún más, hacer esto bien; saco un chicle del paquete y mirando a donde Ana se había quedado sentada, empezó a masticarlo.
Un poco desconcertada, Ana se giró bruscamente cuando sintió una corriente de aire, por alguna razón, esto le trajo una sensación reconfortante que no había experimentado desde que era una niña; un hombre joven, de cabello gris y tes blanca apareció ante sus ojos y no fue su aparición o sus blancas y esponjosas alas lo que la sorprendió, lo que de verdad la tomó desprevenida fue la sensación de familiaridad que la invadió en cuanto esos ojos grises se encontraron con los suyos.
- ¿Por qué te conozco? – Ana pregunto sin esperar y Guayaba la miro, sorprendido por lo calmada que parecía.
- yo siempre he estado aquí contigo – Guayaba sonrió, plegó un poco sus alas y se arrodillo en el suelo frente a Ana – mi nombre es Guayaba, soy tu ángel guardián.
Asombrada más allá de las palabras, Ana no supo que decir, esto no lo esperaba, no podía de ninguna forma, ser real; con una sonrisa y solo para estar segura pellizco un poco la piel de su brazo, el dolor la atravesó, pero no por eso la blanca figura desapareció, así que solo lo acepto, ya después tendría un ataque de pánico o gritaría muy fuerte, por ahora sentía que podía permanecer tranquila y tomar lo que el ángel le estaba diciendo.
- y… entonces… - Ana no sabía dónde continuar y Guayaba parecía esperar algo de ella, así que continuo - ¿Por qué nos vemos ahora?
- estas molesta, eso te está alejando de mí y antes de que te pierdas en la obscuridad, me dieron la oportunidad de hablar contigo – Guayaba sonrió, le gustaba mucho ver que Ana estaba cómoda en su presencia.
- ¿Cuál obscuridad? – Ana negó – yo no me estoy alejando.
- es complicado y hay cosas que no te puedo decir del todo – Guayaba suspiro, debía recordar lo que Origen y Zircón le dijeron – lo que tú quieres saber, es porque te paso esto.
Ana se sorprendió cuando el ángel señalo su pierna vendada, tenía mejor aspecto, pero aun llevaba la venda y la semana siguiente entraría de nuevo al quirófano para que le quitaran uno de los tornillos que le habían colocado; triste suspiro, todo eso la había estado molestando, la simpleza de cómo había pasado y lo que había desencadenado, la preocupación de su padre y el constante recordar todo lo que eso costaría.
- ¿tú sabes lo que paso?
- yo he estado contigo en cada paso desde tu nacimiento, se todo lo que paso y lo que pasara, eso me ayuda cuando debo protegerte – Guayaba bajo la cabeza y miro sus manos, ahora un poco triste – fue protegiéndote que paso esto.
- ¿TU LO HICISTE?
Ana grito bastante molesta, olvidándose y cometiendo el error de ponerse de pie, cuando el dolor la atravesó y estuvo a punto de caer, Guayaba se movió y la ayudo a sentarse de nuevo, no esperaba que eso la alterara.
- trata de calmarte, vas a hacerte más daño – Guayaba regaño un poco, Ana le frunció el ceño, pero no dijo nada; de nuevo sentado en el suelo examino la pierna herida – yo te empuje, una camioneta con renegados estaba conduciendo fuera del camino, si no lo hubiera hecho estarías muerta.
- eso no fue lo que paso – Ana susurro confundida.
- por eso estas molesta, porque no sabes lo que en verdad paso.
Guayaba le regalo una sonrisa, extendió su mano hacia la cabeza de Ana y por un momento le devolvió sus verdaderas memorias; los ojos de Ana se llenaron de lágrimas, mientras las imágenes aparecían en su mente, incluso pudo ver la precipitada decisión que su ángel tuvo que tomar, el deseo de golpearlo en la cabeza con un palo, desapareció y una sonrisa decoro su rostro.
- como tu guardián hay cosas en las que puedo intervenir, cosas que deben pasar y momentos en los que solo importa tu protección, fue una decisión arriesgada, pero no me arrepiento, esto – Guayaba señalo de nuevo su pierna – podría haber sido mucho peor.