Dorados como el oro.- pensó Astria mientras daba vueltas sobre sí misma para tratar de comprender en qué parte se había equivocado.
Se sentía un poco atontada, era impresionante cómo en unos pocos segundos había perdido la razón y le había sonreído a un chico que ni siquiera era humano, y lo peor de todo era que su conciencia no dejaba de repetirle la escena a cada segundo.
Aunque eso no era todo lo que le preocupaba. No tenía ni una sola llamada Rebeca o un mensaje, y aún seguía con la misma ropa de anoche… así que ¿Cómo demonios había llegado a su casa?
Porque si se hubiera regresado con ella y hubiera llegado inconsciente a su casa, estaba completamente segura de que su mamá le hubiera cambiado la ropa y la hubiera despertado para que se tomara un té, pero no paso. Y ni modo que ese chico hubiera adivinado su dirección.
Soltó un suspiro de frustración y hundió su cara en la almohada.
Tenía que averiguar lo que había pasado después de que perdió el conocimiento y si ese chico representaba algún peligro para ella o su familia.
Se levantó de la cama y se quitó la ropa para tomar una ducha fugaz. Su plan era sencillo, simplemente iría a casa de Rebeca y le preguntaría lo que ella recordaba, así podría juntar piezas y hacerse una idea de lo que había ocurrido.
Al salir del baño saco de su armario unos leggings, su sudadera rosa con triángulos grises y blancos, y se los colocó rápidamente para luego calzarse sus tenis blancos y bajar.
Sus padres estaban sentados en la sala viendo televisión y riendo, como solían hacer todos los sábados por la mañana para relajarse.
-Buenos días Cariño.- la saludó la Señora Becker, dedicándole una de sus sonrisas encantadoras al notar su presencia al pie de las escaleras.
-Hola par de dos.- dijo Astria al saludarlos a Ambos.
-¿Cómo te fue anoche?- preguntó su padre al bajarle el volumen a la televisión.
-Bien…- contestó Astria al dirigir sus pasos a la cocina -. Muy entretenida la verdad.- agregó por precaución.
-Llegaste tan cansada que no quisimos abordarte con preguntas anoche.- le comentó su madre al acercarse a la cocina; lo que le permitió a Astria darse cuenta que ellos desconocían la verdad -. Espero que hayas descansado bien.
-Así fue.- le aseguro Astria con una sonrisa -. De hecho me levante con un poco de energía por lo que saldré a trotar y desayunaré cuando vuelva.- le dijo mientras fingía estirarse.
-Vale.- dijo su madre sin ningún problema -. Solo ten cuidado.
-Lo tendré.- le prometió al abrazarla -. Nos vemos ahora papá.- le dijo antes de salir.
-¡Cuídate!- le grito como respuesta.
Se ajustó su sudadera al salir y comenzó a caminar en dirección a la casa de Rebeca.
No era un camino muy lejos, la distancia entre ambas casas eran dos cuadras un tanto largas, pero como se encontraba sumergida en sus pensamientos el camino se le hizo corto y pacífico; al menos hasta que llegó a la esquina y vio dos carros de policía estacionados frente a la casa de los Harrison.
Fue como un mal sueño. Ellos estaban parados en la puerta de su casa, abrazados como si se estuvieran consolándose mientras hablaban con la policía, pero no estaban ni Rebeca, ni Kennedy.
Sus ideas no fluían con claridad, estaba confundida y asustada, y sin embargo terminó acercándose lentamente a la escena en busca de una respuesta.
-¿Ocurrió algo?- preguntó Astria al llegar hasta donde se encontraban.
-Rebeca no aparece.- le respondió el Señor Harrison.
-Kennedy la está buscando, pero no ha hallado ningún rastro y no contesta su teléfono.- agregó la Señora Harrison mientras contenía sus lágrimas.
Miro a los lados aturdida y se llevó las manos a la cabeza mientras trataba de asimilar las palabras del Señor Harrison. Esto era precisamente lo que ella quiso evitar al ir a la fiesta, y probablemente fue su culpa por dejarla sola.
-Nos puede decir lo que ocurrió anoche y confirmarnos la dirección de la Señorita Stone.- le pidió uno de los oficiales que estaba en la entrada.
Astria soltó un suspiro y miro a los padres de Rebeca. Se supone que tanto ellos, como sus padres pensaban que estaban en la fiesta de Holly Stone, una de las porristas del instituto. Pero a esta altura no podía seguir con la mentira. Aunque de cierta manera le desconcertaba que Kennedy no se los hubiera mencionado.
-No fuimos a la fiesta de Holly.- confesó Astria -. Estábamos en la fiesta clandestina que se realizó anoche en el bosque.
-¿Recibiste una invitación?- preguntó el otro oficial con curiosidad al analizar a Astria con la mirada.
No es un oficial normal.- percibió Astria al fijarse detenidamente en las dos parejas de oficiales que se encontraban en el lugar. Dos de ellos era humanos y los otros dos no. Osea que, o no era un caso común, o algo realmente malo estaba pasando.