1.23; JUEGO DE SINCERIDAD
Sabrina
Después de la escena con Max, Teo ni siquiera ha intentado ir tras él, y quizá en otro momento pensaría que por fin él ha aprendido a no meterse dónde no lo llaman, pero ahora, no entiendo porque todos ignoran el hecho de que, evidentemente, algo pasa aquí.
—Eu —voltea.
—Eu.
—No sabía si nuestro trato seguía en pie.
—Bueno, soy un poco de palabra —admite y medio sonríe.
—¿Puedo?
—Si, por favor —se hace a un lado y entonces me siento junto a él.
—No volviste a la ronda.
—Eh no, es que, pensé que no tenía nada más que decir.
—Sí, gran forma de hablar con alguien que no conoces.
—Bueno —suelta una especie de risa.
No soy tan tonta como para no darme cuenta que me ha mentido en la tarde, solamente, no comprendo por qué.
—Nadie ha dicho nada más y ella también se fue después.
No responde y no lo miro así que no sé qué piensa de eso.
—Sabes que creo que he formulado mal mis preguntas —volteo a mirarlo primero y él lo hace de reojo.
—¿Por qué?
—Porque nunca te pregunté en realidad como estabas.
—No sé —admite— ¿Y tú?
—Perdida, creo.
—¿Es por lo que dijiste en la ronda?
—Sí, un poco.
—¿Y por qué te sientes así?
—No estoy segura tampoco.
—¿Y no encontraste una respuesta en el versículo de tu mamá?
—No, es que...creo que no lo comprendo.
—¿La extrañas?
—Si.
Creo que me es fácil aceptarlo porque no lo estoy mirando directo a la cara y eso me hace creer que no me mira con compasión como a veces la gente hace.
—Debe ser muy difícil.
—Supongo... ¿Y vos? ¿Qué es la ciencia de la ausencia?
—La suerte del ausente, la memoria del dolor, el perdón de los faltantes, ya sabes.
—No, no entiendo.
—Es que no quiero que suene horrible.
—Si es horrible suena horrible, si no es horrible, no suena horrible.
—Si no estás no hay errores que cometer, porque no estás.
—Ósea que todo es más fácil.
—Si.
—¿Y qué tiene que ver con Ale?
—Nada.
—Para tener tantas ganas de venir a este viaje como comentaban por ahí no pareces muy contento.
—Porque pensé que iba a ser fácil.
—¿Y qué es lo que lo hace difícil?
—Que en realidad estaba equivocado.
—¿Con qué?
—Conmigo.
—Yo siento que todo el tiempo están tratando de obligarnos a llegar a un punto emocional que algunos no queremos.
—Es la idea porque confiamos.
—Vos no.
—No...es que, no es por mí.
—Me es difícil seguirte el ritmo.
—Es que es ridículo, es eso.
—¡Idiota!
«Justo lo que faltaba»
—Sos vos él que no tiene cuidado pelot...ah bueno.
—Brina, te estábamos buscando.
—¿Por?
—Te mandamos un mensaje.
—No lo vi.
«Creo que es obvio»
—Vamos a salir.
De repente todo se puso incómodo.
—Si querés podes invitar a Max.
—¿Qué?
—No nos queda de otra, sino nos va a botonear.
—No, yo no...
—Vamos a tomar algo —explica Xanti— encontramos un bar cerca y...bueno, si querés podes venir.
—¿Solo un rato?
—Mhm...
—Bueno, si quieren.
—¿En serio?
—Si.
—Genial entonces, vámonos.
—Gracias por aceptar.
—¿No quedamos en ver el amanecer? —medio sonríe— aún nos queda un rato.
—Que chico de palabra.
—Que te digo...
***
—¿Y de esto?
—¿Qué es?
—Entonces es un no —llena el pequeño vaso y mira al otro muchacho desafiante—Dale, ahora no te estamos emborrachando contra tu voluntad.
—Bueno, pero el último, además creo que desde el primero ya no distingo sabores.
—Dramitas —grita el rubio por detrás y los otros dos solo sonríen.
Max toma la bebida de una sola vez sin pensarlo tanto y consigue que los chicos otra vez se rían de su gesto.
No entiende bien que es lo divertido de esta situación.
—Uy larguirucho, parece que al final no te conocemos tanto —susurra.
—Sí, yo tampoco —sonríe y se pone de pie para pedirle que lo acompañe.
—¿Qué?
—Vamos.
Sabrina se pone de pie y acepta su mano para salir fuera del bar dejando a sus amigos atrás quienes apenas lo notan porque pelean por alguna cosa.
—Es que vamos a perdernos el alba.
—Dios ¿Cuánto tiempo llevamos en ese bar?
—Algún buen rato —sonríe.
—Me gusta tu voz.
—Y a mí la tuya —admite.
—¿Sí?
—Bueno, te escuche cantar el otro día, no podía desaprovechar la oportunidad.
—Bueno, eres ingenioso, lo admito.
—Pensé que eso era obvio.
—Y muy creado.
—Ay no —finge ofenderse— eso jamás.
Se sientan junto a un árbol bastante alejado de dónde estaban y apenas pueden ver un destello de luz asomarse por alguna parte.
—¿Puedes ser sincero conmigo?
—¿Puedo?
—Decime vos.
—Pregúntame una cosa.
—¿Puedes serme totalmente franco con lo que es eso de la ciencia de la ausencia?
—Ah, bueno, es como, la bondad de la idealización.
—Discúlpame por no ser un cerebro.
—Pero, no es...quiero decir, la gente que no está nunca comete errores y si lo hizo ya nadie lo recuerda, porque no está.
—Por eso dijiste eso en la ronda ¿no?
—Sí, ella quería saber cómo hace la gente para no cometer errores ni lastimar a nadie, ahí tenía la respuesta.
—¿Y cómo sabes de eso?
—¿Seguimos en esta cosa de la sinceridad?
—Si.
—Bueno —aclara un poco su garganta—. Mi hermano murió cuando tenía ocho, era varios años mayor y ha había hecho demasiadas cosas más que yo ahora, y muy bien.
—Siento eso.
—Gracias.
—Pero... ¿Estás enojado con él?
—No —la mira— ¿Por qué lo estaría?
—¿Y con quien lo estás?
—Con mi hermana.
—¿Tienes una hermana? Pensé que eras hijo único.
—Como si lo fuera —se ríe— ella se fue tiempo después, un día me levante y ya no estaba, ya sabes, como si nunca hubiese existido.
—Eso suena...horrible.
—Bueno, es casi como si no hubiera pasado.
—¿No te importa?
—No.
—¿Sigues siendo sincero?
—Bueno, nunca se lo hemos dicho a nadie.
—¿Qué cosa?
—Que mi hermana se fue, todo el mundo cree que fue algo planeado.
—¿Qué?
—Yo sé que suena horrible, pero, supongo que es para que no hicieran tantas preguntas.
—No lo entiendo.
—Es un poco complicado.
—¿Qué le pasó a tu hermano?
—Accidente de auto.
—Lo siento, de verdad —se acerca un poco y deja caer su cabeza en el hombro de él— mis papas también murieron por eso.
—¿Y por qué les pides perdón?
—Porque yo me quedé, bueno, con Teo. era mi cumpleaños y quería quedarme para pasar un rato con mis amigos de acá, ellos viajaron a ver a una familia y una persona se cruzó de carril, nos llamaron a la mañana siguiente, pero estábamos demasiado cansados como para contestar a la primera...
—Ahora soy yo el que no entiende.
—Es que si yo hubiera ido con ellos quizá habríamos salido después, mamá siempre me gritaba porque llegábamos tarde a todos lados y si tan solo no hubiera sido tan tonta...
—Ey —interrumpe— no podrías haber sabido que eso sucedería.
—Lo sé, pero a veces no puedo dejar de pensar en eso, aunque quiera, yo solo...no puedo.
—¿Es por eso que estás enojada?
—Sí, porque ahora no sé qué hacer.
—¿Cómo?
—Nadie espera nada de mí entonces ¿para qué intentarlo?
—Desearía que nadie espere nada de mí.
—¿Y qué esperan?
—Que sea como él.
—¿Cómo serías como él? —se reacomoda para poder mirarlo de frente.
—Es ridículo.
—Pero seguimos con la sinceridad...
—Un día hablé sobre estudiar leyes, y es que, si tan solo conocieras a mis padres sabrías lo que quiero decir.
—¿Él estudiaba leyes?
—Sí, estaba en el ultimo año.
—Pero no querés estudiar eso.
—Supongo que sí, no sé.
—Me es difícil seguirte el paso.
—Ellos ya perdieron demasiado Sabrina, soy lo único que les queda, y sé que suena pretencioso, pero lo sé, los escuché decirlo y....no lo sé, supongo que no tengo la posibilidad de cometer errores.
—Ni de hacer lo que querés porque me estás diciendo que querés ser como él.
—Solamente no quiero lastimar a nadie, a mamá le agrada que nos parezcamos, al principio no fue apropósito, pero...no sé, supongo que es bueno que ella ya no esté tan triste.
—¿Y vos? ¿Qué querés vos?
—Que ellos estén bien.
—¿Y por eso viniste?
—Vine porque necesitaba un respiro y algunas respuestas.
—¿Y lo encontraste?
—El respiro si, la respuesta no.
—¿Cuál es tu pregunta?
—Solamente quiero saber que hacer...
—Deberías hacer algo que quieras hacer, estudiar algo que quieras estudiar y dejar de tratar de ser tu hermano porque es horrible, pero él ya no está, y no creo que sea sano para nadie pretender que son la misma persona.
—No quiero que seamos la persona.
—¿Entonces?
—Solamente no quiero lastimar a nadie Sabrina, nada más, además...no sé, usualmente no le gustó a la gente.
—A mí me gustas.
—¿Qué?
—No pienso repetir eso —suelta una pequeña risa y se acerca un poco para recostarse ahora en su pecho haciendo que el la rodee con sus brazos con delicadeza.
—Bueno, pero, tú también me gustas.
—Sí, ya sé.