Angelus

Capítulo 8

-¿Qué cosa?- Pregunte inquieta.

-Hay otra persona en mi lista. Bueno no es una urgencia ni nada. Pero necesita de mí. Y tú ya estás muy formada, las experiencias que te han tocado han sido de gran ayuda. Creo que ha sido un curso intensivo para ti.

Mire al cielo y apreté los puños. No quería quedarme sola. ¿Qué iba a hacer sola? ¿A quién le preguntaría si tenía dudas? ¿Y cómo iba a hacer para arreglármelas sin su compañía en los momentos de incertidumbre o dolor? Además lo necesitaba. Sabía que en algún momento él tendría que irse pero, no había pensado en cuanto me afectaría.

-Joel… Yo… 

-Tranquila. No estarás sola. Veré que te asignen una compañera. Así podrán trabajar juntas y les ira muy bien ya lo veras.

-Pero tú eres mi ángel, mi amigo, no quisiera perderte. ¿Podremos vernos al menos?- Dije buscando algún atisbo de confirmación en su rostro.

-Tú eres unángel ahora. Un ángel no necesita de otro ángel.- Se limitó a contestar.

-No puedes ser tú mi compañero. Quisiera que seamos compañeros ¿no se puede?

-No servimos en la misma misión. Yo soy ángel entrenador y tu ángel ministrante. A lo mejor algún día.- Se acercó y me abrazo. Un abrazo que duro para mí una eternidad.- Ah, ultima cosa…- Me soltó y río entre dientes.- Entre ángeles no pueden abrazarse.

Me reí y quise volver a abrazarlo. Pero me contuve, no quería romper la regla.

-¿Por qué no me lo enseñaste antes?

-Supongo que me lo estaba guardando para la despedida. Sabía que a este punto no querrías romper las reglas. Y mientras tú no supieras...

Reí pero varias lágrimas se me salían recorriendo mis mejillasapresuradamente. “Te extrañare tanto” susurre en mis pensamientos.

-También yo.- Parecía que quería contener el llanto y tenso su mandíbula.- Estaré orando por ti.

-Yo igual. ¿Crees que se cumplirá?

-¿El qué?

-El sueño.

-¿Tu también lo soñaste?- Suspiro con la voz casi quebrada. Asentí con la cabeza.- Eso espero entonces.- Susurro, casi no pude oírlo.

Se dio vuelta y camino por la obscura calle de aquel puente en que nos conocimos. Fue alentador saber que aúnhabía esperanza. Que aunque el tiempo y la distancia iban a separarnos cruelmente… Posiblemente un camino nos uniría y tendríamos la eternidad  prometida.

“Si el hombre muriere, ¿Volverá a vivir?” (Job: 14:14)

¿De dónde venimos?, ¿Por qué estamos aquí?, ¿A dónde vamos después de la muerte?

Preguntas que toda mi vida me he hecho. Al menos mi vida terrenal. Porque después de pasar la puerta de la muerte un abanico de conocimientos se introdujo en mi, además de gran paz y gozo.

Estaba en el puente aquella noche en que Joel se fue. Me golpeaban fuertemente el pecho cada uno de sus pasos alejándose. 

-Dios… ¿Que voy a hacer ahora?

De pronto una esencia. No. No una esencia. Un sentimiento. Amor. Era amor y era emanado por una deslumbrante figura que se detenía frente a mí. Tal brillo excepcional no enceguecía mis ojos solo porque estos eran espirituales, en mi condición humana hubiera sido derribada al piso.

La silueta cobro brazos y manos, y estas me dieron una caricia desde la coronilla hasta los pies. Todo mi cuerpo se inundo de esa paz, de ese amor, de esa luz tan blanca, tan pura.

De pronto al abrir mis ojos nuevamente, la silueta de luz se hizo mujer, ya no brillaba tanto, si no que emanaba una luz a su alrededor. Era mi madre. La reconocí de inmediato en cuanto me sonrío. Esa sonrisa que tanto anhelaba ver, que tanto recordaba.

-Mama.- Susurre. Ella vino hacia mí. Me sujete a ella en un abrazo. Al fin, me sentía llena. El vacio terrenal en mi corazón que su ausencia había dejado aun siendo ángel me agobiaba. Pero ya no. Mi madre estaba conmigo. Era ella de pie junto a mí, no solo sonriéndome, sino rodeándome con sus brazos amorosos.

Espero a que me recomponga de la conmoción, me tomo de la mano y me guio a través del puente. Muy de a poco, tan lento como el movimiento de las nubes vistas desde lejos, el paisaje comenzó a cambiar, ya no era el puente, la noche, y el rio, se trataba ahora de un camino. Íbamos por la vereda de una ciudad que irradiaba una blanquecina luz en todas partes. En las paredes de mármol, en los postes de plata, en las veredas y calles de oro. Todo era deslumbrante, hermoso, paradisiaco. Contuve la respiración al entrar en una casa con habitaciones bien iluminadas por un sol que de alguna forma u otra irradiaba cada centímetro del lugar y del amueblado. 

Allí, con una sonrisa serena en sus rostros y una mirada amorosa que invadió mi corazón de paz, estaban aquellos parientes míos que habían fallecido. Abuelos, tíos abuelos, bisabuelos, tátara abuelos, y  así hasta varias generaciones atrás. Agradecía que estuvieran allí. Me abrazaban, algunos riendo, otros llorando, todos felices de tenerme entre ellos. De pronto mi madre me presento a una joven de mi edad aproximadamente, con cabellos ondulados como los míos, ojos parecidos a los míos y a los de mi madre, y una sonrisa que me llevo a recordar a mi padre. 

-Ella es Ariel. 

Entonces si antes me había sentido conmovida ahora se me derretía el espíritu. Era Ariel, aquella bebe que falleció después de nacer en una incubadora. Los bebes van al cielo lo sabía, sabía que Ariel siempre me había cuidado. Pero verla ahora, crecida, con un aspecto tan saludable, después de todo lo que padeció al nacer. 

-Ariel…- Dije en un sollozo. Mientras me rendía entre sus brazos.- Ariel…- Repetí interrumpida por mi propio llanto.- Sabia que te volvería a ver.

-He estado siempre para ustedes tres. Y eso que te has metido en varios líos, mas ahí siempre estuve.- Se echo a reír. 

-¿Nos visitabas?

-Jamás me fui, de la incubadora me fui a casa con ustedes. Estuve allí animando mucho a mama.- Mi mama se acerco y nos abrazo.- Y me sentía triste a veces cuando lloraban por mí y no me escuchaban decirles que estaba bien. Y pronto Dios decidió que era hora de que mama viniera conmigo al mundo de los espíritus. Pero cuando recibí la noticia tuve un encontronazo de sentimientos. Sabia lo feliz que nos haría encontrarnos a ambas bien, aquí, pero también sabría que tu y papa sufrirían un caos allí. Después de su muerte las dos siempre les ayudamos a mantenerse unidos a ti y a papa. Sabíamos que con la enfermedad depresiva de Jorge tú tendrías que lidiar con todo. Asique…- Se echo a reír junto con mi madre.- Asique rogamos mucho por ti, luchamos mucho por ti, y al fin se vieron las bendiciones. Sacaste milagrosamente la familia adelante. Un poco chica ya… Pero de firme y de pie. 




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