Angelus

Capítulo 10

-Creo que debería ser lo contrario. Podríamos abarcar más almas si yo voy por mis urgencias y tú por las tuyas.

-No es así Annie.

-¿Por?

-Porque somos compañeras ¿No te enteraste todavía? ¿Por qué crees que aun estaría cerca tuyo si no fuera por eso?

Puse los ojos en blanco. Claro, era tan obvio. Joel me había prometido que me añadiría una compañera. La observe, tan altanera, tan orgullosa. ¿Por qué no me negué en ese momento?

-¿Sabes que se lo que piensas no es así?

Abrí los ojos como platos. Lo había olvidado. 

Ella resoplo y se rio, se reía de mi. La mire seriamente. 

-¿Cómo es tu nombre?

-Marilin. 

-Bueno Marilin, vamos a esa urgencia.- Le dije con la mayor severidad que me fue posible.

Corrimos toda la noche hasta que salió el sol, de una urgencia a otra. Espíritus que aliviar, que guiar, que ayudar de una u otra manera.

De un momento a otro dejamos de sentir urgencias. Solo estábamos ahí de pie. Observando pero haciendo nada. Y estuvimos así por un buen rato. Comencé a sentir impotencia. Quería hacer algo por cada persona que me pasaba por el frente, aunque solo fuera caminar a su lado. Pero entonces mi compañera me miro. 

-Debemos irnos.

-¿Cómo que irnos? Hay mucho que hacer aquí.

-¿Sabes porque Dios permite que esto suceda?

-La verdad, no.

-Permite que suceda para que así la justicia pueda surtir efecto. De otra manera si él no lo permitiera, los malos se verían obligados a no cometer  iniquidad, por lo tanto no serian ajusticiados y todos se salvarían, pero eso no sería justo. Dios podría detenerlos, pero permite que esto suceda porque como ves.- Dijo señalando a los espíritus camino al paraíso.- Los justos son salvos ya y son levantados de sus cuerpos en gloria, y los inicuos solo de esta manera recibirán lo que merecen en  el juicio. Y muchos de estos justos que ahora sufren, testificaran ante Dios en el día del juicio, de las cosas aberrantes que estos les hicieron. Así la justicia reclamara lo suyo y la misericordia no puede hacer nada cuando la justicia reclama lo que es suyo. Asique ya deja de preocuparte por estos, tus hermanos. El señor los necesita de vuelta por un sabio propósito. Y a nosotros ahora nos necesita en otra parte, o desea que descansemos un poco. Ademas asi como nosotras nos vamos vendrán otros que podrán hacer incluso más. Asique vamos, no perdamos más tiempo.

La seguí, comprendiendo un poco más acerca de los misterios de Dios. ¿Cómo puede ser que nunca me intereso abrir una biblia en mi vida? ¿Cómo puede ser que todo esto ahora sea tan real y hace tan solo unos cuantos días atrás yo me encontraba sola en el universo, ahogada por una vida que no era nada a comparación de las pruebas que estas personas estaban pasando? ¿Cómo pude ser tan ciega, tan egoísta?

Salimos de la ciudad por una ruta y viajamos sentadas en el acoplado de un camión. No hablamos en todo el camino. Viajamos varias horas hasta llegar a una ciudad en la cual paramos en un hotel. Hotel que solo tenía una habitación libre y era matrimonial.

-Genial.- Balbuceo mi compañera al ver la cama de dos plazas en medio de la habitación.

Entro en el baño y no sé cuanto tardo porque yo me tire en la cama y me dormí, siquiera me tape. Al despertar mi compañera estaba comiendo algo. Me pregunte que sería dándome cuenta de que tenía hambre. ¿Era normal tener hambre?

-La verdad sí, es normal tener hambre. Solo que al ser seres espirituales, no necesitamos alimentarnos o dormir tanto como si fuésemos humanos. Nuestro estado espiritual no necesita mucho de esas cosas terrenales. Pero la mente aun así se cansa, y a veces necesita un aporte de energías. Báñate y come algo. No vaya a ser cosa que aparezca una urgencia de pronto y no estés lista.

Mientras estaba trenzándome el pelo vi una nube detrás de mí en el espejo, me dio tanto pánico que no me anime a darme vuelta,  quede paralizada de los pies a la cabeza. La nube comenzó a acariciarme la piel invadiendo mis sentidos, ya no podía ver, ni oler, ni percibir nada más que niebla. Fue entonces cuando lo vi. Un niño caminando por la orilla del mar. Hambriento, sediento, con ropas sucias y gastadas, no llevaba nada consigo y sus piernas flacas ya no lo sostenían, callo de cara al agua. Corrí hacia el pero casi al instante todo se desvaneció y volví a ver mi rostro frente al espejo. Repentinamente lleno de pesar.

Abrí la puerta. Mire fijo a los ojos de mi compañera.

-Tenemos trabajo.

-Te noto rara.

-Se trata de un pobre niño, en la playa, está solo y muriendo con cada paso. ¡Debemos ir ya!

-Tranquila, si fue una visión puede que no sea una urgencia.

-¡Lo es! 

-De acuerdo. Ven.

Nos sentamos en la cama y el efecto de la traslación hizo que me sintiera débil como si algo viajara desde mi corporeidad de ángel a una velocidad mayor que la luz misma. Al abrir los ojos estaba de día en una playa desierta. O no del todo. Una mujer estaba frente nuestro y nos miraba con lágrimas en los ojos, un poco asustada.

-¿Quiénes son ustedes?

-Ángeles. ¿Podemos hacer algo por usted?- Dijo Marilin.

La mire con la boca abierta y los ojos como platos. ¿Cómo le revelaba a una extraña nuestra naturaleza así tan abiertamente?

-Ella murió ya.- dijo mi compañera y me miro de re ojo.

Entonces lo entendí. Era la madre del niño que venía a ayudarlo.

-Mi hijo.- Dijo llorando con poderosa voz, una poderosa voz nostálgica y desesperada.- Ayúdenlo a él.

-¿Cómo te llamas?

-Maira.

-¿Y tu hijo?

-Diego.

-Bien maura síguenos. Busquemos a Diego.

Me gustaba la forma en que Marilin me incluía a pesar de que yo no aportaba nada en la situación, estaba a punto de colapsar al ver a aquella mujer tan destrozada. Y entonces cuando caminamos hasta la orilla y vi a Diego. Desnutrido, sin frio ni calor porque sus sentidos estaban ya perdidos por la fiebre que le ocasionaba la sed. Atormentado por momentos gemía, por momentos gritaba algo que no se entendía con palabras pero si por su mirada perdida, eran lamentaciones, eran quejidos, eran pedidos de auxilio.




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