El canto de los miembros de la comunidad se eleva en un crescendo místico y penetrante, envolviendo a Hauntcraft en un remolino de sonidos inquietantes. La noche se vuelve más densa a su alrededor, como si la oscuridad misma cobrara vida.
El cuerpo maltrecho de Hauntcraft lucha por mantenerse en pie, sus heridas sangrantes y su respiración agitada reflejan el agotamiento físico y mental al que ha sido sometido. Cada paso que da se vuelve más pesado, pero su determinación lo impulsa a seguir adelante.
El líder de la comunidad se acerca a Hauntcraft portando un recipiente de cristal oscuro, adornado con extrañas inscripciones que parecen pulsar con una energía desconocida. El líquido que contiene, de un tono carmesí profundo, parece ser una amalgama de secretos antiguos y poderes insondables.
Con movimientos ceremoniales, el líder vierte el líquido en la boca de Hauntcraft. El sabor es amargo y metálico, como si estuviera ingiriendo la esencia misma de la oscuridad. Cada gota despierta una sensación de malestar en su interior, como si su cuerpo rechazara la sustancia pero estuviera atrapado en su influjo.
— ¡Vor'Drakar! Mi amado padre, he cumplido tu voluntad, que este sacrificio te permita finalmente regresar con nosotros.— Exlcama el líder de la Comunidad, con sus ojos perdidos en el vacío y su rostro emanando devoción por un ser invisible.
De repente, el líder se estremece violentamente. Su voz se transforma en un rugido gutural y sus ojos brillan con una luz maligna. El humo oscuro se escapa de su boca y se desplaza hacia Hauntcraft con movimientos serpentinos y amenazantes.
Los miembros de la comunidad se apartan, dejando a Hauntcraft desatado en el centro del círculo. Contemplan la escena con rostros llenos de devoción y una mezcla de temor reverencial.
El humo negro envuelve a Hauntcraft, formando una nube espesa y opresiva a su alrededor. Susurra palabras en un lenguaje desconocido, palabras que resuenan en lo más profundo de su ser y despiertan una inquietud primordial, como si su ser recordara el mal ancestral que lo rodea.
La presión del humo se hace cada vez más intensa, como si intentara aplastar la voluntad de Hauntcraft y sumergirlo en la oscuridad eterna. Sin embargo, un destello de fortaleza surge en su interior y, con un último acto de valentía, se libera de las garras del humo.
Corre a través del monte, sus piernas cansadas y sus pulmones ardiendo. El humo oscuro lo persigue incansablemente, susurra palabras malignas que se entrelazan en el viento. Cada sombra, cada crujido de ramas rotas parece acecharlo desde la maleza, alimentando sus temores y avivando su determinación de encontrar respuestas en lo más profundo de Anguil.
Y así, Hauntcraft se adentra en la espesura del monte, su corazón latiendo con frenesí mientras la sombra ineludible de la oscuridad persiste a su espalda, una amenaza constante en su incansable búsqueda de la verdad.
Tambaleándose en su fatiga, se enreda con la raíz retorcida de un antiguo caldén. Una vez más, la sombra siniestra envuelve su cuerpo antes de que caiga inconsciente en la oscuridad del monte.
Al despertar, se encuentra frente a un anciano de aspecto nativo, cuyos ojos reflejan una sabiduría ancestral. El anciano se presenta como el protector del monte, un guardián de los secretos ocultos en su frondosidad.
— ¿Quién eres?— , pregunta Hauntcraft, aún confundido por lo que acaba de suceder.
— Soy Antü, último descendiente de mi pueblo. Este monte es sagrado para nosotros, pero también alberga un pasado oscuro y una carga que aún no ha sido redimida— , responde el anciano con voz serena pero llena de tristeza.
Hauntcraft, intrigado por las palabras del anciano, le pide que le cuente más sobre la historia de su pueblo y los secretos que el monte guarda celosamente.
Con pesar en sus ojos, Antü comienza a relatar la tragedia que asoló a su gente hace muchos años. Describe cómo su pacífico pueblo vivía en armonía con la naturaleza y se regía por los valores de respeto y equilibrio. Sin embargo, la llegada de colonizadores codiciosos trajo consigo el despojo de sus tierras, la violencia y la muerte. La masacre que ocurrió en aquellos días oscuros dejó a su pueblo devastado, y las almas de los fallecidos quedaron atrapadas en el monte, sin encontrar descanso ni paz.
Mientras Antü relata la historia, Hauntcraft puede sentir la tristeza y el dolor que impregnan cada palabra. Comprende la magnitud de la injusticia que se ha cometido y se compromete a ayudar de alguna manera.
Cuando el nativo finaliza su relato, Hauntcraft le agradece por compartir esa historia tan personal y le expresa su deseo de encontrar la verdad oculta en Anguil y ayudar a las almas atormentadas a encontrar la paz que merecen.
El anciano asiente, con gratitud y sabiduría en su mirada, y le advierte a Hauntcraft sobre la importancia de encontrar la verdadera biblioteca de Anguil antes de adentrarse en los misterios más profundos del Dumiñgen Püllil.
— La verdadera biblioteca es un tesoro oculto que contiene los registros más antiguos y sagrados de Anguil. Allí encontrarás respuestas cruciales para desentrañar los secretos y restablecer el equilibrio que fue perturbado. Pero ten cuidado, no todos los libros son lo que parecen, y solo los verdaderos guardianes de la sabiduría te mostrarán el camino correcto— , advierte Antü con solemnidad.
Hauntcraft asiente, tomando en serio las palabras del anciano, y se despide de Antü con gratitud y respeto. Se prepara para continuar su búsqueda, consciente de que la verdadera biblioteca será una prueba importante en su camino hacia la verdad y la justicia.
Mientras se aleja, Antü lo observa con una mezcla de esperanza y preocupación en su rostro.
— Que los espíritus del monte te guíen y te protejan, Hauntcraft. Que encuentres lo que buscas y puedas restaurar el equilibrio perdido— , murmura el anciano para sí mismo, sabiendo que el destino de Anguil está en manos del joven aventurero.