Anhelando ser tuya.

♡P R Ó L O G O

Ni siquiera de pequeña tuve la necesidad de leer cuentos de hadas de autores reconocidos, porque la mejor historia de amor, la tenían mis papás.

Mientras que mi mamá intentaba leer cuentos clásicos románticos, yo le rogaba para que me hablara de la historia real entre ella y mi papá, creer en el amor era algo muy fácil cuando crecías en una familia cálida, respetuosa y amorosa.

Mis papás se conocieron en la universidad pese a la diferencia de carreras y de edad que existía entre ellos; mientras que mamá iniciaba la carrera de teatro y actuación, mi papá estudiaba minería, el amor entre ellos fue instantáneo, bastó una mirada para que ambos supieran que querían compartir su vida entera, era tanto el amor que sintieron «y que por fortuna seguían sintiendo hacia el otro», que iniciaron una relación a muy poco tiempo de conocerse, se enamoraron tanto que al cabo de unos meses, mi preciosa mamá quedó embarazada de Theo, mi hermano mayor.

Mis abuelos maternos enloquecieron ante la noticia, su mentalidad era tan cerrada, que no podían tolerar que mamá estuviese embarazada a tan corta edad, sin terminar sus estudios y a tan poco tiempo de haber conocido a mi papá, cegados por su furia, la corrieron de la casa, tal y como en los cuentos de hadas, incluso entre tanta felicidad, aparecían escenas tristes imposibles de olvidar, no satisfechos con echarla de casa, amenazaron a papá de muerte «típico de las violentas e incomprensivas generaciones pasadas», lo que ni a él ni a mamá les quitó el sueño y en vez de lloriquear, papá se hizo cargo de la mujer a la que amó desde el primer instante en el que su mirada se topó con la de ella.

A diferencia de los lujos con los que crecí a causa de los interminables esfuerzos de mis papás, para alcanzar el éxito actual que ahora tenían, tuvieron que lidiar con muchas adversidades económicas; sobraba decir que mamá no pudo terminar su carrera, papá recién había culminado sus estudios y al ser recién egresado, era muy difícil conseguir un trabajo apto para lo que estudió, por lo que tuvo que trabajar en diversos establecimientos que no tenían nada que ver con minería.

Las carencias eran tantas, que alquilar un mini departamento era un gran lujo, la cantidad de dinero que tenían que pagar para poder tener un muy deficiente hogar, era tanta, que durante muchos meses sobrevivieron durmieron en una simple colchoneta, pues pensar en una cama era un privilegio que no podían darse en medio de tantas adversidades de todo tipo.

Papá fue consiguiendo un poco más de estabilidad laboral, pidió múltiples préstamos para poder pagar los gastos del hospital en el que mamá daría a luz a mi hermano y de a poco, fueron formando un hogar que si bien no era nada lujoso, estaba lleno de amor, de tanto amor que lo económico fue dejando de tener relevancia, mientras ellos siguiesen amándose, nada les parecía imposible de lograr.

A simple vista, los sueños de mamá se truncaron, uno de ellos consistía en mudarse a Los Ángeles en busca de una buena oportunidad para actuar en alguna de las producciones de Hollywood, externamente esa mujer hizo a un lado sus sueños a causa de su hijo y del hombre que en el futuro se convirtió en su esposo y eterno compañero de vida, lo que muy pocos entendían, era que algunas cosas no sucedían para darle paso a otras que cambiarían para bien y por completo tu vida.

Mamá fue suficientemente valiente para aventurarse a realizar la profesión más difícil de todas; ¡ser madre!

No existían estudios, doctorados, libros verídicos ni experimentos científicos que te enseñaran a ser una buena mamá. Sin embargo, ella lo fue para todos nosotros al llenarnos de amor, de valores, de calidez y al apoyar todos y cada uno de nuestros sueños y metas.

Al paso de los años y con el impulso eterno de mamá, papá emprendió su propio negocio y lo que inició vendiendo los metales preciosos que extraía de las minas, se convirtió en una exitosa joyería, gracias a la que mis hermanos y yo tuvimos la oportunidad de no vivir las mismas carencias que a mis papás les tocó vivir precisamente por el inmenso amor que se tenían.

¿Cómo iba a temerle a enamorarme cuando la historia de mis papás demostraba que en efecto, lo único capaz de mover a las montañas, de apagar el fuego del sol y de eliminar las estrellas del cielo, era el amor?

Sonaría egocéntrica, pero si el destino tenía personas favoritas, yo era una de ellas porque no importaba que tanto hurgara en mi memoria, sólo aparecían recuerdos bonitos de mi infancia y adolescencia, no podía ser de otra manera cuando en casa salía a relucir el pleno, puro e infinito amor de mis padres «claro que creía eso porque aún no me tocaba sufrir, ¡y vaya que el destino se vengó de mí y en cuestión de minutos, me hizo pagar por todo lo que no sufrí en toda mi vida!».

Al crecer en un ambiente tan cálido, libre de carencias sentimentales y sin ningún trauma o mal recuerdo de por medio, era muy fácil creer que el amor existía «lo que debieron advertirme era que incluso las mejores historias de amor, llegaban a su final», por lo que durante toda mi vida, ansié que llegara el hombre que me enamorara con la misma intensidad con la que papá enamoró a mamá.

Era pasional, extrovertida y despreocupada en muchos sentidos, así que antes de conocer a mi príncipe, besé y me involucré con muchos apestosos sapos, pero no me arrepentía en absoluto de nada, porque gracias a los errores del pasado, era que obtenía los aprendizajes actuales.

Conocí al amor de mi vida de la manera más extraña posible, pese a lo cliché que podía ser las historias de amor entre doctores y clientes, ninguna «por lo menos ninguna de las que conocía» narraba la historia de una chiquilla estudiante de gastronomía con dolor de muelas y de un héroe que salvara sus horribles dolencias, ¡justo esa era nuestra historia!




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