Anhelando ser tuya.

♡T R E S

Nos la pasamos increíble el fin de semana en la hacienda de mis papás, después de tantos meses sin hacerlo, tuvimos una convivencia completa y no faltó nadie, ni siquiera Theo, quién era el que se la pasaba en el extranjero por cuestiones laborales de la joyería y claro que también por placer, era fanático de involucrarse con cualquier mujer que se le pusiera enfrente, mi hermanito era tan pasional, que conocía varias lenguas del mundo y no me refería precisamente a los idiomas, sino literalmente hacía alusión a las lenguas que devoraba el goloso de Theo, a quién obviamente amaba con locura.

La unión era una de nuestras características principales como familia, no importaban nuestras responsabilidades, ocupaciones ni siquiera la distancia, tanto mis hermanos y yo crecimos en un ambiente lleno de respeto, confianza y valores, que sin importar lo que sucediera a nuestro alrededor, siempre estaríamos al pendiente del otro incluso si no vivíamos juntos, si estábamos muy ocupados o si kilómetros de distancia nos separaban.

A pesar de nuestra buena comunicación, nada se comparaba con poder convivir físicamente durante todo el fin de semana en un ambiente un tanto lejano del estrés de la acelerada ciudad en la que vivíamos.

Nuestros días juntos se caracterizaban por las parrilladas de papás «mis hermanos le ayudaban, ¡pero a quemar la carne!», por los postres de mamá y por mis bebidas alcohólicas y gourmet.

Esos días solíamos comer hasta rodar, hasta que se formara un bulto en nuestro estómago y hasta que saliera volando el botón de nuestros pantalones; estudiaba gastronomía y sin duda alguno mi lema de vida siempre sería el de “panza llena, corazón contento”, ¡¿quién demonios no sería feliz comiendo en exceso?!     

Teníamos hábitos muy marcados para que nuestra convivencia fuese incluso mejor; nada más utilizábamos nuestros celulares a menos que quisiéramos tomar fotografías de lo que hacíamos, jugábamos un juego de mesa elegido por cada uno de los integrantes de la familia, asábamos bombones, nos disponíamos a hablar sobre nuestra semana y lo que más me encantaba, era ver las estrellas al anochecer en compañía de mis papás y hermanos.

Estar juntos me llenaba de vida, alegraba mi existencia y me impulsaba de sobremanera a seguir adelante.

Mi fin de semana fue inolvidable, lleno de amor y sin preocupación alguna, todo lo contrario a como inició mi caótica semana académica.

En caso de estudiar otra carrera, tal vez hubiese sido innecesario hacerle saber a mis profesores sobre la intervención dental que tendría la próxima semana, pero me vi obligada a hacerlo al enterarme sobre el reposo después de la intervención y sobre lo alejada que debía estar de la cocina durante varios días.

No podía descuidar la universidad ni siquiera por mi salud, así que al comunicarles la situación a mis profesores, decidieron adelantarme la lista de platillos que el resto de alumnos presentaría la siguiente semana, sonaba muy beneficioso para mí, pues al presentar todo lo que me pidieron, podía mantenerme toda la semana en reposo sin necesidad de preocuparme por dejar botada la escuela, mi estrés se debía a que la cantidad de platillos que tenía que presentar esta semana, ¡era el doble de lo normal al estar cocinando por adelantado!

Me generaba mucha ansiedad la incertidumbre, en este caso la incertidumbre de no saber si sería posible culminar con éxito la semana, pero decidí tomarme unos minutos de descanso para blanquear mi mente y concentrarme en desempeñar mis prácticas de cocina de la mejor manera posible.

Estaba enamoradísima de mi carrera, al contrario de lo que varias personas creían y de lo que otras tanto subestimaban, las artes culinarias no era sólo cocinar, sino que para llegar a aprender a cocinar ciertos platillos, debíamos de conocer toda la historia detrás de los ingredientes que conformaban las comidas.

Encender la estufa, cortar los ingredientes con técnicas profesionales, hornear postres, aprender las cocciones de diversas proteínas y hacer todo el proceso de elaboración de comida, me enloquecía, pero no había nada que me gustara más que conocer el origen de los platillos, las variaciones que existían del mismo platillo dependiendo la zona geográfica en la que se preparara y la interpretación que los creadores le daban a su comida.

A pesar de que las prácticas eran muy importantes en la carrera, consideraba importante resaltar que en la gastronomía también se llevaba teoría, asignaturas relacionadas con negocios, idiomas, nutrición, contabilidad, estética, recursos humanos, ética profesional y hasta matemáticas, obvio que al estudiarla, consideraba que era una carrera jodidamente completa y, ¡la amaba!

La universidad en la que estudiaba era una de las mejores del país y se caracterizaba por los múltiples chefs internacionales que impartían clases aquí, además de las perfectas instalaciones aptas para poder llevar a cabo todas las prácticas en la cocina y por los intercambios que se ofertaban a los estudiantes más reconocidos.

Tuve la oportunidad de irme a Italia durante un semestre y después a Francia durante otro semestre, han sido de las mejores experiencias que he tenido no sólo en la universidad, sino en mi vida.

Aún me faltaba un año y medio para culminar mis estudios y estaba segura de que en la primera oportunidad que se me presentara, volvería a irme al extranjero sin dudarlo ni un segundo, sobre todo si era una oportunidad de acudir a alguna universidad en Asia, la gastronomía del oriente me causaba mucha curiosidad.




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