Anhelo

1. El Eco de una Frase y la Soledad Compartida

--¡Denmar, ¿hiciste la tarea?! ¡Deja eso por un momento y ponte a hacerla! No es justo que no cumplas tu única obligación. Ojalá fueras como tu hermano."--
La voz de mi mamá retumbó en mis oídos. Sentí un balde de agua fría con ese "ojalá fueras como tu hermano", la típica frase que usaba a diario. Me molestaba escucharla, que dijera que no cumplía con mi obligación, cuando claramente sí lo hacía.

Mi papá falleció hace siete años, así que en casa solo éramos ella y yo. Trabajaba a tiempo completo, nunca tuvo tiempo para mí. Yo tenía siete años cuando mi papá falleció; fue difícil para mí, ya que era él quien siempre me ayudaba con las tareas de la escuela. Mamá solo se entregó a trabajar, mientras que mi papá, que era su propio jefe, decidió dejar su antiguo empleo cuando yo se lo pedí, ya que también trabajaba a tiempo completo. No dudó ni un instante en hacerlo. Trabajaba todas las tardes y en las mañanas nos quedábamos en casa, jugando, limpiando. Toda actividad que hacía con él era sumamente fenomenal, amaba cada momento con él… ¿Por qué mamá nunca fue así?

--Sí, mamá, ya voy.

Regresé a mi habitación a realizar mis deberes, cuando en realidad ya los había hecho. Desde pequeño, papá y yo hicimos esta promesa: que siempre que llegara del colegio realizaría mis deberes. Ya había pasado tiempo desde esa charla, y siempre me esforzaba por cumplirla. Cuando entré a mi habitación, lo primero que hice fue coger el celular y continuar con mi lectura. Mi género favorito de lectura siempre fue el romance. Quizás algún día me pasará algo igual.
Siempre anhelaba un libro en físico, pero simplemente mamá no me lo permitía, o más bien, su ideología. Decía que los libros de romance no me serían de mucha ayuda para el futuro, y llegué a pensar ello, pero me di cuenta de que sin ellos no podía existir. Los libros se habían convertido en mi salida de la dura realidad que estaba pasando, imaginándome esos escenarios en mi mente. No tenía amigos, ya que me tachaban de aburrido, y tenían razón. No salía porque me encerraba en mi habitación a estudiar, y si salía era a la tienda a comprar lo del almuerzo. Los ratos que mi mamá me dejaba salir, los tomaba para ir donde mis amigos que todos jugaban por la noche al fútbol. Me fascinaba la idea, pero a ellos creo que no. Siempre que llegaba, salían corriendo y decían que no querían jugar conmigo, decían que eso no era para mí. Tenían razón, era malísimo, pero me fascinaba la simple idea de correr tras un balón, poderle decir a alguien "corre". Pero luego, ya ellos se escondían y una vez que llegué, ellos dijeron que no servía para nada y que no tenía que jugar con ellos, que fuera a otro lado. Mamá los escuchó y no dijo nada, simplemente se reservó sus comentarios. Su forma de ser era diferente, la podían estar pisoteando y nunca decía nada, decía que "nada servía tratar con personas que eran ignorantes". Desde entonces, mamá no me dejó jugar con ellos, ya que yo insistía siempre con la idea de ser alguna vez, aceptado por ellos.

Después de esos tiempos, decidí tomarme ese tiempo para hacer algo nuevo. Cogía mi celular y mis audífonos, salía a caminar. Me gustaba demasiado la idea de escuchar música mientras salía a caminar. Mis gustos musicales no eran a lo que estaban acostumbrados a que los jóvenes escucharan. Pensaba que la música de artistas de nuestra generación eran canciones sin sentido, sin propósito, ya que las canciones son la manera en las cuales los artistas suelen transmitir un mensaje o la forma en cómo se sienten, pero con la música actual, lo dudaba demasiado.

En una de esas salidas, decidí sentarme en el parque. Estaba cansado, llevaba más de una hora caminando. Me percaté de que enfrente al parque estaba una mudanza, la de doña Leonor, una señora auténtica ya de 70 años, que vivía sola.

--"¿Leonor, qué pasa?"-- Leonor me había permitido tratarla de tú, ya que decía que no era tan mayor para decirle usted.

--Me voy, cariño, vendí esta casa. Mis hijos dicen que estoy ya mayor para vivir sola, y piensan que allá donde ellos estaré mejor… aunque para serte sincera, odio la ciudad--

--"Quizás tienen razón, no puedes estar sola acá, pero me duele la idea de que te marches, eres mi mejor amiga, mi confidente y no sé qué haré sin ti--. empecé a llorar, creo que siempre fui sensible.

--Cariño, no llores, acuérdate que siempre estaré acá, siempre contarás conmigo y aparte tengo entendido que la nueva dueña de esta casa viene con una familia, tal vez vienen con hijos y ya te haces amigos de ellos, esta vieja no está hecha para ser mejor amiga de un chico con un gran futuro adelante.

--Pero te quiero a ti, Leo….

--Yo también te quiero, pero pues ya ni modo… cuídate mi pequeño Denmar, tienes un buen futuro por delante y necesitas aprovecharlo… por cierto, necesito un favor de ti… ellos compraron la casa sin verla, se fueron guiando por las imágenes que subió mi hija en Facebook, así que le diré a la señora Victoria que tú le enseñarás la casa, ya te la conoces toda, así que ayúdame con ello… por favor.

--¿Señora Victoria?, pregunté.

--Así se llama la nueva dueña.

--Cuenta con ello, Leo.



#324 en Joven Adulto
#4724 en Novela romántica
#1366 en Chick lit

En el texto hay: libros, amor lgbt

Editado: 16.06.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.