En lo que llegué a la entrada del jardín de la casa, lo primero que noté fue la luz de la sala encendida, cosa que era extraña; mamá nunca lo hacía, solo cuando esperaba a alguien o me esperaba a mí. Me imaginé un poco de lo que pasaría, pero decidí eliminar esos pensamientos y entrar.
Abrí la puerta y caminé directo hacia mi habitación
--Buenas noches, mamá -claramente lo dije con muchos nervios, ya que pensé que me diría algo de sus críticas destructivas, como de costumbre.
--¿Dónde andabas, Denmar? No sabes que...
--Pasé a despedirme de Leonor, se muda -la interrumpí.
--No me interesa, lo que me interesa es que te enfoques en estudiar, ya mañana es lunes, vas al colegio y te apuesto que no has hecho absolutamente nada de tus deberes, estoy harta de estarte recordando lo que tienes que hacer, te comportas como un total estúpido, pensé que te había criado mejor, tu padre no estaría orgulloso, así como yo no lo estoy...
--Permiso -fue lo único que se me vino a la mente, no tenía palabras para contestar, me sentía totalmente devastado.
Llegué a mi habitación y lo primero que pensé fue sacar mis cuadernos y salir de la habitación a enseñarle a mamá que sí había cumplido con los deberes, que ya estaban listos. Pero me contuve, nunca tuve el valor de enfrentar a mamá. Vivía en un mundo lleno de estereotipos, algo que siempre se impregnaba en casa. Mamá no paraba de compararme con mi hermano, él era su orgullo. Cuando yo hacía lo posible por que dijera "Estoy orgullosa de ti", siempre anhelé escuchar eso de ella, era mi madre y lo que menos quería era que no se sintiera orgullosa de mí.
Siempre sacaba buenas notas, era el mejor de mi clase, literatura era mi clase favorita y la que más se me daba, pero aún así, mamá nunca se sentía orgullosa de mí, por más que lo intentaba.
Empecé a centrarme en mejorar como persona, más bien, en mejorar para mí, mi autoestima no era lo mejor. Vivía siempre impregnado de esos comentarios tanto en casa como en el colegio, por ser "diferente" según ellos, aunque yo me tachaba de "auténtico", ya que no era diferente, era un ser humano igual a ellos, mismo cuerpo, mismos órganos. Me tachaba de auténtico ya que siempre me comportaba de una forma diferente, nunca me gustó la manera de actuar de los jóvenes de mi edad, lo que hacían, lo que miraban, lo que escuchaban. Simplemente trataba de ser yo mismo.
Me dolía saber que por el simple hecho de no ser como los demás, como los jóvenes querían que fuera, como mi mamá quería que fuera, me tachaban, me humillaban y me despreciaban. Cuando lo único que quería y anhelaba era ser respetado, no aceptado, respetado. Aprendí que lo importante era aceptarse uno mismo, y que las demás personas solo necesitan respetarte tal y como eres.