Llegó el lunes, un día nada prometedor. Lo único que deseaba era largarme de algo a lo que se le llama "hogar", para mí no era eso, era un lugar en el que no me gustaba estar. Escuchaba a mis compañeros en clases decir "Profe, ya me quiero ir a casa", yo no quería, nunca quise estar en casa, siempre quise estar en el colegio. Era mi lugar seguro, aunque vivía rodeado del desprecio de mis compañeros, para mí era mejor, ya que sus comentarios no me afectaban tanto como los de mamá. Ella sí me importaba, me importaba lo que pensara de mí. Nunca le contesté sus críticas "constructivas" según ella, aunque para mí, eran más "destructivas". Nunca me armé de valor para llevarle la contraria, a veces solía pensar que sí me lo merecía, que si lo hacía era porque me amaba, a su manera, pero me amaba.
Lo primero que hice fue guardar mi libreta confiable. Me gustaba escribir o hacer resúmenes de libros que leyera. Nunca me gustó dar mi punto de vista de los libros, más que todo hacer resúmenes. Pensaba en todo el tiempo que le costó al escritor realizar dicha novela, tantas noches en vela para poder lograrlo, y que un simple mortal como yo, criticara algo que ni yo hice. Nunca me gustó.
Cuando llegué a la sala observé que mamá ya se había marchado, como de costumbre. Siempre se marchaba súper temprano, ya que le gustaba pasar por la cafetería del pueblo, tomándose su americano negro, sin azúcar y una torta de coco, su preferida. Siempre pensaba en qué mal estaría haciendo para ser tratado como una mierda, me esforzaba en dar lo que más podía de mí.
Aunque solo una persona fuese capaz de tratarme tal y como deseaba, mi querida Leonor. Siempre me trataba diferente a lo que estaba acostumbrado, solía emocionarse cuando le mostraba mis calificaciones, cuando le leía mis resúmenes de libros, ya que Leonor no podía leer. Me encantaba su autodominio y su forma de ser. Siempre dicen que las personas mayores ven la vida de manera diferente a nosotros. Con Leonor me percaté de que no era cierto, ellos no la ven de manera diferente, sino de la verdadera forma en la cual se tiene que ver la vida. Creamos sueños, anhelos, esperanzas y un futuro que no siempre están arraigados a la forma correcta, ya que son esas situaciones las cuales nos hacen ver la vida de manera incorrecta.
Ya habían pasado dos días desde que se marchó Leonor, joder, la extrañaba, no me llamaba, me dijo que lo haría y nunca lo hizo, ya lo sabía, ya que era de esas señoras que pierden la paciencia con un celular.
Mientras iba de camino al colegio, pasé por la casa de Leonor y vi a una señora en la puerta, quizás sería doña Victoria. Me acerqué con una sonrisa y cedí a preguntarle:
--¿Es usted doña Victoria?
--Sí, soy yo, contestó ella.
--Un placer doña Victoria, soy Denmar, quizás doña Leonor le habló de mí --afirmé.
--Ah sí, dime cuándo me mostrarás mi casa, quiero ver dónde será mi cuarto, estoy súper emocionada -se notó en su cara lo mucho que anhelaba mudarse- es un logro para mí, es la primera casa que compro con mi esposo, ya no alcanzábamos y eso que solo es él, mi hijo y yo.
--Me alegro demasiado por usted, ahorita voy de camino al colegio, le parece si paso luego.--se lo dije como una afirmación, más bien que pregunta.
--Está bien, te paso mi número, y me llamas para yo venir, cuando tú estés acá, contestó ella.
--Está bien.
Procedí a despedirme y seguí mi rumbo hacia el colegio.