El tiempo transcurría de manera rápida en la cafetería, me encantaba ese sitio y nunca paraba de ir. Creo que el hombre siempre tiene que dejar un lugar especial en su vida, un lugar en el cual sentirse seguro. Sin importar lo que fuera y donde fuera.
Me gustaba la idea de ir solo, pero me daba cierto grado de nostalgia ver a las demás personas con un compañero a su lado, ya sea su amigo o una pareja... no estaban solos. Yo aprendí a tachar mi soledad como compañía propia, me centraba en mí mismo, en la idea de enfocarme en mí, pero era imposible, siempre deseaba estar con alguien.
Decidí irme de la cafetería, ya que había quedado con doña Victoria para mostrarle la casa, tenía que cumplir con mi promesa hacia Leonor, mi mejor amiga, la extrañaba un montón.
Cogí el celular, la busqué en mis contactos y el celular empezó a repicar.
--Hola, buenas tardes,-- contestó doña Victoria.
--Soy Denmar, doña Victoria, procedí a contestar.
--Denmar, cariño. Dime si ya vendrás, no es por nada pero ya queremos conocer la casa y ya está acá mi esposo y mi hijo, respondió con grata emoción,-- creo que hasta yo me estaba emocionando.
--Voy ahora mismo, ya estoy de camino.
--Bien, te esperamos, cariño.
Colgó la llamada, y solo pensé en la cálida persona que sería doña Victoria, solo sabía eso, su nombre. La manera en la cual transmitía confianza era fenomenal. Ojalá yo pudiera hacer lo mismo.
Emprendí camino hacia la casa de Leonor, bueno, ahora la casa de la señora Victoria. Mientras caminaba, me iba percatando de lo hermoso que es nuestro entorno. Era lamentable que las personas nos centráramos en contaminar y destruir nuestro planeta, cada vez estaba peor, cada día había menos árboles. Había un árbol de madroño, me fascinaba la idea de sentarme en sus raíces a leer, pero un día que pasé, ya no estaba. Había un monumento a la resistencia, era estúpido, pudiendo hacer dicho monumento en otro sitio y dejar el árbol. Era uno de los más viejos de todo Sorrento. La naturaleza es la única forma en la cual el ser humano puede disfrutar de cosas que son reales, con historia y propósito. Y lo único en que se centraban era en construir cosas que no son reales, cosas que no tienen historias, mucho menos propósito, y eso era lamentable, es lamentable.
Llegué a la casa de Victoria, y lo primero que hice fue ensayar cómo me expresaría, qué diría. Siempre sobrepensaba las cosas, siempre lo hacía, pero ya en el momento de hablar, todo lo que había sobrepensado era en vano, ya que la conversación fluía de forma natural, solo plasmaba una idea, y ya la conversación seguía. Para mí era inevitable sobrepensar las cosas.
Tomé la iniciativa de tocar el timbre, estaban acomodando las cosas de la mudanza. Miré la silueta de un señor y un chico... agradable a mi vista.