Anillo De Obediencia

Un Encuentro Oscuro

Conflicto entre Adrián y Víctor

La noche se había cerrado sobre el castillo Volkov, y la luna, suspendida en su órbita perfecta, bañaba la mansión con una luz fría y distante. Las sombras danzaban sobre las paredes de piedra como si tuvieran vida propia, desplazándose al compás de las oscuras emociones que impregnaban el aire.

En el vestíbulo principal, las grandes puertas de roble estaban entreabiertas, dejando entrar un viento gélido que parecía susurrar secretos olvidados entre los pasillos. Dentro, el castillo estaba quieto, casi demasiado quieto, como si estuviera esperando lo inevitable.

Adrián había decidido enfrentarse a Víctor Volkov, el hombre que había convertido a Izan en una sombra de sí mismo, quien había encadenado su alma con un anillo de obediencia que lo mantenía bajo su control absoluto. No podía soportarlo más, no podía ver a Izan sufrir bajo ese yugo de magia oscura sin hacer algo al respecto.

Había encontrado la información necesaria sobre el anillo maldito en los libros prohibidos de su familia, y había llegado a la conclusión de que solo la magia más pura, un amor absoluto e inquebrantable, podía destruir ese poder maligno. Pero para hacerlo, necesitaba enfrentarse a Víctor, el hombre que lo había convertido todo en una guerra de poder y control.

Adrián no estaba preparado para lo que estaba por venir, pero su determinación era más fuerte que el miedo. Sabía que era el único que podía salvar a Izan, pero también sabía que, al hacerlo, tendría que desafiar a un hombre que no solo gobernaba el castillo, sino también el destino de su familia.

Adrián llegó al gran salón del castillo, donde Víctor Volkov esperaba. El aire estaba cargado de tensión, y las sombras que se proyectaban en las paredes parecían observar cada paso de Adrián, como si el mismo castillo estuviera al tanto del inminente enfrentamiento.

Víctor estaba de pie junto a una gran chimenea, su figura oscura destacando en el resplandor de las llamas. No había nada en él que sugiriera inseguridad; su porte era imponente, su presencia un recordatorio constante de su poder. La barba perfectamente recortada y los ojos fríos como el acero no dejaban lugar a dudas: Víctor Volkov era un hombre de voluntad indomable, un hombre que hacía lo que quería cuando quería, sin importar el precio.

Cuando Adrián entró en el salón, los ojos de Víctor se posaron en él, una mirada de desdén y desafío que hizo que un escalofrío recorriera la espalda de Adrián.

- Así que finalmente has decidido aparecer - dijo Víctor con su voz grave y autoritaria, cada palabra impregnada con la misma arrogancia que siempre lo caracterizaba - No has entendido nada, ¿verdad?

Adrián no respondió de inmediato. La rabia en su pecho ardía, pero también había una parte de él que se sentía más fuerte que nunca. Se acercó al centro de la habitación, desafiando la mirada de Víctor con una mirada fría y decidida.

- Sé perfectamente lo que estás haciendo, Víctor - dijo Adrián, su voz llena de intensidad, - y sé que has destruido a tu propio hijo. Has arruinado la vida de Izan y de todos los que te rodean. Pero ya no seguiré permitiéndolo.

Un leve destello de sorpresa cruzó los ojos de Víctor, pero se desvaneció rápidamente, reemplazado por la calma de un hombre que no se dejaba perturbar por nada.

- ¿Y qué piensas hacer? ¿Crees que tienes el poder suficiente para desafiarme? - Víctor se adelantó, su figura masiva dominando el espacio, su presencia apabullante. - Te recuerdo que tú no eres nada en mi casa, Adrián. No eres más que un juguete en mis manos, igual que todos los demás. Crees que puedes salvar a Izan, pero no lo harás. Yo soy su único dueño.

Adrián sintió cómo la furia crecía en su interior, pero se contuvo. Sabía que no podía dejarse llevar por las emociones; no ahora.

- Izan es libre de ser lo que él quiera - dijo con firmeza, - y yo no voy a dejar que sigas controlándolo. Este juego tuyo de manipulación y maldad está llegando a su fin, Víctor. La magia de la que te has apoderado no tiene poder sobre mí, sobre nosotros. Y no lo tendrás por mucho más tiempo.

Víctor soltó una risa baja y amarga, como si las palabras de Adrián le parecieran una broma.

- ¿Qué vas a hacer? ¿Utilizar tus hechizos débiles contra mí? Eres un mago talentoso, lo sé, pero tú no comprendes la magnitud de lo que te enfrentas. El poder que tengo no es solo magia. Es voluntad. Es control. Y tú no tienes ni idea de lo que eso realmente significa.

Adrián apretó los puños, el aire a su alrededor comenzando a vibrar con energía. Sabía que las palabras de Víctor eran ciertas en un sentido; él no tenía el control absoluto que Víctor poseía, pero sí tenía algo que Víctor jamás tendría: la capacidad de amar sin reservas, de ser libre, y de luchar por lo que creía.

- No te voy a destruir, Víctor, - dijo Adrián con voz suave, casi un susurro, pero lleno de una intensidad que resonó en las paredes del salón. - Voy a liberarlo. Y tú no podrás hacer nada para detenerme.

Víctor se detuvo por un momento, su mirada dura clavada en Adrián.

-¿De verdad crees que tienes el poder para salvarlo? ¿O es solo que no tienes otra opción que seguir adelante? Tú piensas que tu amor puede todo, pero te equivocas.

La atmósfera en la habitación se tornó aún más densa, como si la misma energía del lugar hubiera percibido el choque entre dos fuerzas opuestas. Adrián sabía que estaba en un punto de no retorno. Sabía que esta confrontación era inevitable, y Víctor no era el tipo de hombre que aceptaba perder. Pero él no podía dar un paso atrás. Izan necesitaba ser libre, y él no dejaría que Víctor Volkov le arrebatará esa libertad.

Con un movimiento rápido y decisivo, Adrián levantó la mano, y el aire en la habitación comenzó a brillar con una luz blanca y pura que contrastaba fuertemente con la oscuridad que rodeaba al castillo. Víctor frunció el ceño, consciente de que la magia de Adrián no era la misma de siempre, pero aun así no retrocedió.




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