Habían pasado ya tres semanas desde la confesión de Isabella y las cosas iban bastante tranquilas entre ambas. Las miradas de complicidad, las sonrisas, el tonteo y todo lo demás estaban ahí, alocando mi corazón cada dos segundos. Me fascinaba la forma en la que me veía, y su sutil forma de estar pendiente de mí y de Nina. Los abrazos han sido muy recurrentes; muchísimo. La paz que sentía cuando me sostenía era de las cosas que estaba aprendido a valorar más en este tiempo.
La escuela, con sus múltiples ocupaciones, ha fluido; el equipo Rocket ha estado en paz, pero no me emociona. Sé que están buscando el momento perfecto para atacar. Sophie está entre las sombras constantemente, viendo las interacciones entre la chica de ojos dorados y yo. Hemos sido muy cuidadosas, hasta el extremo, pero es imposible no babear cuando la veo y ella está igual. Su mirada es tan distinta cuando se dirige a mí.
Hoy era uno de esos días donde quería usar a Lewis de corbata. El chico era por demás insoportable. Se tomó la libertad de sacar a tres grupos del campus sin consentimiento de ninguna autoridad y sin alguien para apoyarlo. Sí, eran chicos de universidad, pero siguen siendo parte de la institución y cualquier cosa que les pase estando con un maestro es nuestra responsabilidad. El hecho de que la policía del condado haya llamado a Andrew no representaba buenas noticias.
—¿En dónde estaban? —lleva unos buenos minutos, su cara no ha pasado de la preocupación al enojo—. ¿Cuántos fueron? —maldice— En seguida voy para allá.
—¿Qué pasó? —se levanta estrepitosamente de su asiento y va por su saco.
—Dos de los chicos fueron atrapados fumando marihuana —malo—. Fueron llevados a la comisaria.
—¿Lewis está ahí?
—Despachó a todos los grupos y se fue a casa cuando los metieron a la patrulla —se ve tan tenso—. Hijo de perra.
—Me quedaré cubriendo el resto de sus clases —me acerco para tomar su brazo—. No van a culparte.
—La junta querrá mi cabeza si son condenados —sé muy bien cómo funciona. Claro que querrán colgarlo.
—Ve —no tengo más para decir. Apenas son las diez de la mañana de lo que parecía un aburrido viernes. Será un día muy largo.
Hay mucho por decir del ego de Lewis, pero sus alumnos saben de qué va la materia. Entre lo que ellos entienden y lo mucho o poco que él aporta, sus grupos no están tan mal como creía. Encuentro las clases bastante alegres y por un momento olvido el drama fuera de la escuela.
La última clase está por terminar; hablamos de pinturas de la edad media y cómo reflejaban mucho con muy poco. Cuadros simples que daban a conocer cómo era la vida antes. Los alumnos están muy participativos, más de lo que pude haber esperado. Les pido que hagan una lectura más para la clase del lunes y con eso cierro la sesión. Apenas sale el último alumno dejo salir el aire que contengo y mis pensamientos vuelan al chico alto.
—Emma —volteo a la cálida voz de Virginia—, ¿todo bien? —niego. Me toma unos minutos explicarle qué fue lo que pasó— Suena horrible, pero es lo mejor que pudo haber pasado.
—¿Sí?
—Piensa, necesitan armas para que aprenda su lección. Quizá no lo corran de aquí, pero si pueden quitarle horas. Le dan en lo que más le duele: su ingreso.
—Entonces debería comenzar a trabajar en eso.
—No, te ves más vieja que yo, puede esperar al lunes. Quizá quieras hablar con cierta persona antes de irte —trato de no mostrar ninguna emoción—. No todos los viejos somos ciegos —no puedo evitar echarme a reír.
—No somos nada.
—Oh, por supuesto que lo son —me ve intensamente—, son muy buenas amigas —aparentemente esto le divertía mucho—. Su clase ya terminó, búscala —no protesto mucho y hago lo que me dice.
Veo su figura entrar a su oficina, me aseguro de que nadie más esté cerca y corro a donde ella. Cierro la puerta, ella voltea a verme con una sonrisa y segundos después estoy en sus brazos; aspirando su dulce olor y buscando que todo a mi alrededor desaparezca.
—Hola, doctora —saluda.
—Hola —me embriaga cada vez que estamos así. Como comienza a hacerse costumbre, cuando me abraza masajea mi espalda, cerca de mi cuello.
—Estás muy tensa —asiento.
—¿Quieres cenar con nosotras hoy?
—Me encantaría.