Hace dos semanas que somos oficialmente novias; con seguridad puedo decir que es la chica más dulce que jamás he conocido. Es tan atenta conmigo y con Nina, quien está más que embelesada por la chica de ojos dorados. Hemos pasado tanto tiempo como podemos; como le dije esa vez, no la iba a negar, más no nos expondríamos. El equipo Rocket sigue ahí, buscando su oportunidad, la cual sé que no tendrán. Y no porque no nos atrapen, sino que no podrán contra nosotras; contra la escuela; contra nuestros aliados; contra lo que tenemos. Ni siquiera aparezco en la nómina, sólo soy un tipo de consultora. No formo parte oficial de la escuela. No se rompe ninguna regla.
Hoy es uno de esos días que disfruto más; viernes, sin preocupaciones y yo en sus brazos tratando de prestarle atención a lo que está en nuestra nueva tele, pero no puedo. Mi concentración está en sus manos y los patrones abstractos que hacen sobre mi espalda. Nina lleva dormida un par de horas ya.
—¿Te está gustando? —pregunta muy quedito.
—No le estoy prestando atención —digo con honestidad—, pero estoy muy bien donde estoy —me remuevo un poco para acomodarme. En menos de dos segundos estoy debajo de ella. Ella sostenida por sus codos, el resto de su cuerpo agradablemente contra el mío. Una resplandeciente sonrisa está en su rostro.
—¿Mejor? —tomo su cuello para acercarla más a mí. Cuando sus labios están sobre los míos hablo.
—Mucho mejor —tenía problemas para ser coherente cuando ella me besaba—. Tengo un dilema —le doy un corto beso; sus ojos me ven fijamente—, besas tan bien que me es imposible no pensar en las personas que han tenido la suerte de probar tus labios —su sonrisa se hace tan amplia que sólo pienso en besarla y nunca quitársela.
—Era práctica para estar lista para ti —¡maldito infierno! ¿Puede esta mujer ser más linda? Debo tener una sonrisa estúpida en el rostro porque se echa a reír.
—¿Así las conquistas? —niega.
—Nunca he estado lo suficientemente enamorada de alguien para decir esto —abre los ojos graciosamente cuando se da cuenta de lo que acaba de decir. Otra vez, tomo su cuello y la atraigo a mis labios.
—No quiero ser presuntuosa, pero es bastante obvio —con mis pulgares delineo su perfecta mandíbula—. No puedo mentirte y decirte que estoy enamorada también, porque no es cierto —noto la mueca de decepción—. Espera, cariño, déjame terminar —ahora uno de mis pulgares se mueve sobre sus labios—. Sin embargo, sé que eso va a cambiar muy pronto. Te quiero mucho, Isabella, me haces sentir tantas cosas que sólo tengo espacio para Nina y para ti en mi cabeza. Muero por besarte aún cuando te estoy besando —con cuidado tomo su mano y la pongo sobre mi pecho, cerca de mi corazón.
—Emma —recita con los ojos cerrados, absorbiendo lo que le digo.
—Mi alma estaba famélica, a punto de desfallecer; ahora tengo hambre de sentir y dejar que tu curiosidad destruya mis barreras.
—Te amo —susurra tan quedito que apenas la escucho. No hay momento para pensar o replicar algo. Sus labios me atacan con una ferocidad que nunca había sentido antes.
Su respiración es trabajosa, la entiendo, me cuesta encontrar el aire, más no quiero dejar de besarla. No puedo, es adictivo. Suelta pequeños bufidos y no puedo contener los pequeños gemidos que se escapan por mi garganta. La mujer me está haciendo el amor con sus labios. Hago un monumental esfuerzo, pero parece que mis gemidos sólo van en aumento.
—Deja de hacer eso, me estás volviendo loca —dice sobre mis labios. Aprovecha bajar para dejar un rastro de besos por mi cuello.
—Deja de besarme así —contrario a mis palabras, tomo la parte posterior de su cabeza para acercarla más a mí.
—No puedo —regresa a mis labios y lo primero que siento es su lengua invadirme. El suspiro es aún más fuerte—. En el momento que me lo pidas paro —estoy por contestar cuando siento una de sus manos subir hasta el límite de mi sujetador. Dibuja el contorno de mi seno con mucha tranquilad, en comparación a lo que me está haciendo su boca.
Lo único en mi mente es que deseo de una manera desesperada que suba su mano. Hace mucho que alguien me tocó y lo ansío. Me sigo deleitando con sus labios, mis manos que estaban completamente estáticas sobre sus hombros ahora vagan por su espalda. Con un flash, pasa lo que Abby me dijo sobre sus atributos traseros, no lo pienso mucho y bajo mis manos; ahora el gemido viene de su boca. Mi mejor amiga tiene razón, hay donde poner las manos ahí. Me besa con más intensidad, su mano que vagaba bajo mi sostén ahora está sobre mi pecho. Su boca acalla el pequeño grito que suelto.
Esto parece tan nuevo para mí, muchas sensaciones que parecía que estaban olvidadas. Su toque es tan suave, aun así, firme como es ella. Contrastes maravillosos que me están haciendo perder la cordura. Mi areola está bajo la palma de su mano, sus dedos aprietan suavemente la carne alrededor de ésta y el resto de mí está en llamas. Comienzo a removerme debajo de ella buscando más fricción entre las dos.
—¿Quieres que te quite los pantalones? —pregunta cautelosamente.
—Sí, por favor —la mano que estaba en mi seno ahora busca su camino hacia abajo. Está trabajando el botón cuando un llanto sale de mi habitación—. Nina —en dos segundos la calentura desaparece y corro a mi habitación. Enciendo la luz y veo su carita llena de lágrimas.