El fin de semana pasó más rápido de lo que me hubiera gustado. Especialmente la tarde del viernes después de habernos encontrado con Isabella. Nina y ella hicieron clic de inmediato. Ambas se veían cómodas jugando, bromeando e incluso platicando de cosas de la escuela. Me sentía como la extraña entre ellas dos. Mi hija sonrió en todo momento al igual que la chica de ojos dorados.
Decidí que sólo por ese día olvidaría todo mi equipaje y disfrutaría del presente. Lo hice. Disfruté el momento, el día, las personas a mi alrededor, lo que comimos, las bebidas, el clima, la plática tan amena con la joven mujer, disfruté todo. Después de muchos años era Emma, sólo Emma. No la viuda, no la dolida, no la de corazón roto. Después de tanto me sentí normal.
Pero esa sensación trajo consecuencias: una enorme oleada de culpa. Había disfrutado, me había sentido feliz, sin Max. Sí, este era el propósito principal de haber dejado Nottingham, pero nunca creí que me sentiría así de mal. Apenas Abby y su novio dejaron la casa el día sábado, esperé a que Nina se durmiera para llorar hasta que las fuerzas se me acabaron. Me reprochaba por estar tan anclada y por primera vez pensé en cómo sería mi vida sin cargar el ataúd en mi espalda.
El sueño llegó de forma escasa, como siempre, pero afortunadamente el domingo fue absorbido por la ganas que tenía de dejar la casa tan limpia como fuera posible. Cuidé hasta el más mínimo detalle, todo lo que fuera necesario para distraer mi mente y mi corazón del sentimiento de culpa.
Me encontraba terminando de preparar el lunch de Nina; se veía tan preciosa con su nuevo uniforme. Le tomé una foto mientras tomaba su vaso de leche. Era pequeña, pero a la vez sentía que crecía demasiado rápido que sentía que algunas cosas me estaban pasando de largo.
―¿Lista? ―asiente con mucho entusiasmo.
―No compramos una mochila ―¡demonios! Lo había olvidado por completo.
―La compraremos en la tarde que vaya por ti, ¿te parece? ―asiente nuevamente y toma su pequeña maleta con el lunch―. Recuerda comer todo y…
―Tomar mucha agua. Sí, mami, no te preocupes ―sonrío.
Salimos de casa de la mano e íbamos repasando las cosas que había aprendido en el año, esperando que no hubiera problemas en relación con sus compañeros. Estaba segura de su capacidad, pero mi súper sentido de mamá siempre se preocupada de más. Mi corazón se rompió al llegar a la escuela. Sabía que quería mucho a sus amigos en casa, y que esta decisión no había sido para nada considerada con lo que ella quería, más no podía quedarme. Rogaba a los cielos que hiciera amigos rápido y que no tuviera dificultades para relacionarse.
―Te veré más tarde, mi cielo ―la abrazo tan fuerte como puedo y ella hace lo mismo―. Pórtate bien y recuerda que te amo.
―Señora Dallan ―volteo a ver una mujer canosa caminando hacia mí―, me pidieron que le diera esto―la veo extrañada cuando me entrega una mochila rosa con la silueta de las orejas de Minnie Mouse y un pequeño moño en el centro.
―Lo siento, pero debe haber un error ―me entrega una nota: para Nina Dallan.
―¡Sí! ―mi hija toma la mochila con entusiasmo― Es como la que le dije a Isabella que quería ―mi mente se va a sus ojos dorados de inmediato.
―Gracias ―digo a la mujer que de inmediato desaparece.
―Ahora ve a clases, muffin ―su sonrisa ilumina su camino mientras va contemplando su nueva mochila.
Regreso a casa pensando en cómo la mujer había sabido a dónde mandar exactamente la mochila. Me recriminaba por no haber guardado su número en mi teléfono para poder agradecerle de inmediato. Se había tomado una molestia tan grande que había hecho que mi hija sonriera espléndidamente. Casi corro al refrigerador para ver los dígitos y poder hablar con la chica morena. Esperé un par de tonos para tener respuesta.
―¿Hola?
―Soy Emma, hola.
―¿Todo bien?
―Gracias por la mochila, la hiciste muy feliz. No tenías que hacerlo ―digo tan rápido que dudo que haya entendido.
―Justo por eso lo hice. Se veía muy contenta hablando de eso y después de verlas fui a por ella.
―Gracias.
―No son necesarias ―guardamos silencio un momento.
―Quizá podríamos agradecerte en persona, ¿quieres cenar con nosotras? Nada elegante…
―Me encantaría.