Arranca Arkana
Desde que Arkana abandonó su cabaña en el bosque, tras una profecía de Áltamir en una de esas tardes tontas por las bromas de Bermúdez y Kesadilla, se instaló en su reciente inaugurada Akademia. Evidentemente no hubiera sido posible sin el apoyo económico de la reina Lady Lyla, que en este último tiempo andaba muy interesada en las pócimas de belleza y eterna juventud de la vieja bruja.
Lo que no sabía Alberticius Tex, encargado de la mudanza de calderos, probetas y demás cacharrería, era que esto se podía convertir en una auténtica pesadilla tratándose de Arkana, la bruja más temida del lugar, (entiéndase temida por cascarrabias).
—¡Que no! Que no me voy de aquí si no lleváis a mis criaturas, ea.
—A ver, Arkana —intentó mediar Lord Husk echando humo por sus bigotes—, primero llevaremos todo lo que necesitas para poner en marcha la Akademia, que son tus herramientas y a ti; luego ya vamos llevando todo lo demás.
—Clarooo, eso dicen todos y se marchan a por tabaco para no volver —gruñó la bruja—. Yo no me muevo de aquí sin ellas. ¡No sin mis criaturas!
Lord Husk vio que la cosa se ponía peliaguda y no quería tener ninguna discusión con su adorada Lady Lyla, así que tuvo que ceder a los caprichos de Arkana.
—Está bien, Alberticius Tex, coge al conde Espátula, Klarken, Áltamir y K-mal, y llévalos al ala oeste del edificio, a la punta contraria donde Arkana impartirá sus clases junto con Laclasse y demás eminencias. Yo avisaré a Vade Gotico para que envíe algún profesor de la Universidad que cubra la vacante de profesor en física cuántica, y más tarde ponte patas a la obra con el estanque para Funesto, que se encargará de la seguridad junto con las lagartijas de la Guarda.
Arkana sonreía maliciosamente oyendo las palabras del rey y viendo que había conseguido sus propósitos:
—¡Ah!, otra cosa más. Queda prohibida la entrada a “mi” Akademiaaa…—dijo alargando la última letra—, a Vlad, que se cree muy graciosa caricaturizándome a cada momento.
—Pero Arkana… ¿tú quieres que tenga un verdadero problema con Víctor? ¿Sabes lo que puede pasar si él se enfada? ¡El mundo de Animalia se iría al carajo! ¡No me pidas eso!
—¡Ahhh! Se sienteee… Si Vlad entra en la Akademia, no habrá pociones de belleza para Lady Lyla, tú mismo, mi rey.
Era en estos momentos cuando Lord Husk se arrepentía de haberse dejado llevar por las alas del amor y deseaba que Klarken engullera a la bruja de Arkana, cual helado de chocolate. ¿Por qué le tocaba mediar en estos asuntos? A ver cómo se lo planteaba a Víctor y ¡cómo reaccionaría Vlad!… ¿Habría posibilidad de que ambas se reconciliaran? Algo terrible acontecería en breve conociendo la ira de Vlad y la cabezonería de Arkana.
Responde Víctor Fernández García
—Vaya birria de Akademia.
Vlad Strange dejó ir aquello más para sí misma que para su par de acompañantes.
Se encontraba frente al inmenso portón de entrada, erigido sobre un lago, debida y evidentemente, hechizado por Arkana.
En el reino era de sobra conocido que Vlad era ilustradora. Una pasión en la que volcaba un sosegado buen hacer.
Sin embargo, pocos, muy pocos, conocían la mano diestra con la que también trataba multitud de asuntos mágicos.
Quizá por ello, cuando Vlad alzó su varita y deshizo la media docena de cocodrilos para transformarlos a su antojo, un grito de júbilo llegó desde quien se hallaba a su izquierda.
—¡Uhhh! No manches, qué recurso más padre...
La Panda era una osa panda con grandes ojeras, que uno nunca sabía si correspondían a un pésimo descanso, a un santo resacón o a una fusión de ambas cosas.
La puntualización de la Panda pronto encontró eco a la derecha de Vlad.
—Pst. Esa bruja de Arkana no va a ser rival si esto es cuanto sabe hacer. —Escupiendo al suelo, el gato Minerva Unpokitic alzó la vista para seguir calibrando cómo entrar en la fortaleza.
«Arkana había metido la pata hasta el fondo», meditaba Minerva. «Uno no va por ahí prohibiendo cosas a Vlad sin recibir un correctivo. Y si, encima, le niega la entrada a algún lugar, lo menos que puede ocurrir es que Vlad Strange haga saltar las puertas de ese sitio más pronto que tarde».