Animaladas

Capítulo 8: Un reventón en la ventana

 

 

Arranca Marta Gómez

 

 

     Tirada en el sofá con el móvil en la mano, procurando que la batería no se funda por el agobio sofocante en Mañolandia, comienzo a pensar en qué reseña subir esta noche. 

Una cabezada, «vamos Marta céntrate tía, eso, reseña... ». Rebusco por el móvil cuando en mi ángulo de visión una sombra atraviesa el suelo del salón.

     Bajo despacito el móvil pensando que será el verano que me está abrasando el cerebro, cuando dos…

«¡¡¡Espera!!!». 

«¡¡¡Tía espera!!!». 

«¡¡¡QUE TIENES DOS RATAS EN EL SALÓN!!!».

     —Ezto señora, ratones, y a mucha honra.

     —Esto es demasiado, ¡¡Una rata en mi salón y me habla!! ¡¡Venga hombre!! 

     —R A T Ó N! 

     —Rata, ratón me da igual bicho infecto ¿Por dónde has entrado? ¿De dónde salen? 

 

     «Está claro. Ya me he pasado con el CBD, si ya lo decía yo, Marta, sal más, deja tanto móvil, ¡¡¡Respira aire!!!».

 

     —¿Sí? ¿Ha terminado con el ataque de histeria? — Me suelta la rata que va con el ratón del ceceo.

     —¡¡Histérica tú!!

     —Me llamó Kesadilla, y él es mi hermano Ber...

 

     Mis ojos se abren como platos, ahora sí que estoy flipando.

 

     —Pero… ¿No andabais en nuevos proyectos? ¿Y Funesto? ¿Y el de la sartén? Ese renacuajo puede conmigo. Estoy dopada, ¿verdad? Vale, vale, ya me callo. — Miro la cara de mis visitantes y me siento en el suelo. Es imposible, pero Animalia, ¡¡¡Animalia!!! ¡¡Existe!! 

     —Mire ceñora, zu caza ez un punto de entrada a Animalia.

     —Sí claro, y mi armario a Narnia. 

     Kesadilla no se lo piensa y me agarra los mofletes

     —¡Cierra la boca ya! Nuestros amigos nos necesitan y nuestra entrada está cerrada. Algo la bloquea, y necesitamos tu ayuda.

     —¡Qué genio! Haber empezado por ahí, hombre.

     —¡Zi no ha dejao uzté de gritah!

     —¡Mira el ratoncito! 

     —Necesitamos hablar con Víctor, pero algo nos impide llegar a él.

     —¿Habéis probado a usar un teléfono? — Les suelto con suficiencia.

     —¡Que zomoz ratonez, zeñora! 

     —Al grano, que quieres que os ayude, ¿no?

     —Mae mía ezta muher ez…

 

     Un estruendo hace volar la ventana de mi salón y diferentes objetos caen por doquier.

     —¡¡...Víctor!! ...Avisa a… — Las últimas palabras de la ratona se ven interrumpidas.

Kesadilla y Bermúdez son apresados, y mi salón queda vacío con un bonito agujero en la pared.

 

 

 

 

Responde Víctor Fernández García

 

 

 

     Marta no sabe qué hacer.

     No es que normalmente sea ducha en el arte de la planificación, pero lo cierto, lo aterradoramente palpable, es que una parálisis está haciendo presa de su cuerpo y su mente.

     «Vamos, joder, ahora esto no...». Los pensamientos de Marta comienzan a subir de tono, mientras se agolpan en las puertas de su psique sin pedir tanda.

     Sabe muy bien que es cuestión de tiempo que la situación la tumbe, acuciándola del más que temido ataque de pánico que suele poner la guinda a esos episodios de gran confusión.

 

     De repente, sin embargo, una serena calma la invade.

     Marta logra dilucidar, medio paralizada y temblorosa, que dispone de dos opciones claras para proceder y salir airosa de esa desagradable situación. Y, como siempre, el camino de la cordura se opone radicalmente a su némesis más alocada.

 

     —A ver, Martita... — Deja ir, más en un susurro ahogado que de forma audible. —O te tomas un par de «pastis» y dejas que el boquete en la pared se repare por si solo... ¡O llamas a Víctor!

 

     «O lo hago todo a la vez y santas pascuas.»

 

     Diligente, Marta se permite incluso sonreír por unos breves instantes. Sí, la alucinación es tan potente que hasta siente el maldito frío entrar por el ventanal demolido. Pero pronto pasará y, encima, se echará unas risas con su colega.



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En el texto hay: fantasia, reinos, animales

Editado: 03.09.2023

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