Ankharis Sangre Inmortal

2.-Pido un Receso-.

Habían pasado exactamente dos meses desde que el tigre alfa y la loba real habían decidido que podían dejar de morderse mutuamente durante horas como si sus vidas dependieran de ello. Para algunos, aquello era una alegoría de la reconciliación. Para Pietro, era la mejor comedia romántica de acción que se había transmitido en vivo en Cróga, sin necesidad de suscribirse a ningún servicio de streaming.

El día había llegado: Medb y Bogdan volverían al consejo.

Yo, Pietro, cronista honorario de los dramas más sabrosos de este pueblo, me senté con una sonrisa socarrona en mi silla, justo al lado de Blanche, que se había traído una libreta para anotar todo.

—”Observaciones para mi futura novela: cuando dos inmortales deciden que pueden coexistir sin romper muebles... el mundo tiembla un poco menos".

Blanche me miró de reojo.

—Deja de molestar, Pietro.

—No estoy molestando. Estoy visualizando. Es distinto.

Darragh, Brónach y Lugh también estaban ya sentados, cuchicheando como si fueran adolescentes frente a un concierto de rock inmortal. Frank bebía algo que claramente no era café, y Brigid... bueno, Brígid tenía esa mirada de «si alguien respira fuera de turno, lo muerdo».

Y entonces entraron.

Medb, vestida como si acabara de salir de una sesión de fotos para una revista francesa: escote generoso, labios rojos como pecado y ese aire de "soy el huracán y el refugio al mismo tiempo". Bogdan, con su cabello rizado un poco más largo, la camisa negra abierta en el cuello, y una cara de "he dormido poco, pero he gozado mucho".

—Mierda santa, —murmuró Deirdre desde el otro extremo— La sala bajó cinco grados y subió diez al mismo tiempo.

Cormac carraspeó y fue el primero en hablar, como quien no quiere que le roben el protagonismo.

—Bien. Como Medb está de vuelta, y Bogdan ya no está encadenado a la cama de titanio...

—...al menos no de forma permanente —susurré. Blanche me golpeó el brazo, pero igual se rio.

—...le devuelvo el cargo de comandante. No porque me lo pidan, —siguió Cormac— sino porque prefiero volver a mis muebles y dejar de hacer informes de infraestructura.

Bogdan asintió. Medb se sentó cruzando las piernas con elegancia letal. Yo vi a Ethel evitar mirarla directamente, como si pudiera quedarse embarazada de un solo parpadeo mal ubicado.

Blanche, con su encanto habitual, cambió el tema:

—Tenemos que hablar sobre la disminución del turismo. El último trimestre fue el peor en cinco años.

—Están todos ocupados viendo el romance de telenovela que tenemos aquí. —dije— Deberíamos cobrar entrada.

—O vender libros. —propuso Giovanni— No solo manuales de historia. Libros comerciales como novelas, cuentos, poesía…

—Eróticos. —agregó Frank sin levantar la vista de su técnica de dibujo en el mantel.

Bogdan levantó la mano.

—Pido un receso de treinta minutos.

La sala entera quedó en silencio. Lo miramos. Luego a Medb. Luego a la puerta. Medb se levantó sin decir palabra. Bogdan la siguió, su mano en la parte baja de su espalda.

—No. No lo harán...

—Oh, sí. Lo hicieron.

—Lástima que nadie apostó por cuánto duraría su retorno a la vida pública. —dijo Brónach.

—Yo tenía veinte minutos en mi cartilla. —agregó Frank.

Blanche se sirvió más té. Brígid cerró los ojos.

—Lo importante es que vuelvan sin hacer colapsar a medio edificio.

Yo levanté mi copa.

—Amigos... esto Croga. Aquí lo importante es que cojan a gusto.

.

El receso decretado por Bogdan había durado exactamente treinta y dos minutos, lo sabía porque había apostado contra Frank que durarían al menos cuarenta.

Frank ganó la apuesta y no perdió la ocasión de presumirlo al regresar al salón.

Pietro, sin embargo, no se sentía derrotado.

Había algo admirable en ver a Bogdan salir con la camisa desabotonada, el cabello desordenado y esa mirada de animal que acababa de marcar territorio. Medb, en cambio, caminaba como si flotara, con ese brillo en los ojos que solo daban el placer reciente o la venganza cumplida.

—Qué manera de desperdiciar un uniforme, ¿eh, comandante? —le gritó Frank a Bogdan apenas cruzó la puerta, ganándose una mirada asesina que ignoró con elegancia—. Dime que por lo menos le dejaste el labial intacto.

—¿Puedo sugerir que alguien airee la oficina del comandante? —murmuró Blanche, con los labios pegados a su taza de té de jazmín.

—Yo me ofrezco, pero necesito una máscara antigases —agregó Darragh, y Brónach soltó una risa tan aguda que el silencio del archivo digital vibró como si se quejara.

Medb se sentó con gracia felina, como si no acabara de romper una mesa con la espalda.

—No seas envidioso, Frank —dijo, acomodándose el escote como quien endereza el mundo—. No todos podemos dar tanto placer en treinta minutos.

Ethel soltó un suspiro resignado mientras Senan intentaba no rodar los ojos. Blanche, con un abanico, se tapó la cara pero no pudo disimular su risa. Frank ya había empezado a dibujar un cómic improvisado en el margen de su cuaderno, titulado: "Bogdan y el agujero negro de la productividad".

Darragh fue el primero en recobrar la voz, con esa solemnidad suya que siempre parece recitada desde un viejo pergamino:

—Podemos retomar el tema del turismo y los libros, por favor. Algunos de nosotros no tenemos vida sexual, pero sí responsabilidades.

—¡Y otros tenemos ambas! —intervine, levantando la mano como estudiante aplicado. Blanche me dio una mirada de advertencia, de esas que te pueden derretir desde el otro lado del salón.

Medb, con esa sonrisa nueva que le había brotado desde su regreso, asintió.

—Giovanni, por favor. Retomemos tu propuesta sobre los libros.

El aludido se inclinó hacia adelante, con su belleza de estatua griega encendida por ese fuego creativo que siempre le hervía bajo la piel.

—Como decía antes de que el tigre se llevara a su presa... —comenzó, desatando otra ronda de risas—, la editorial podría abrir una línea comercial. Historias románticas, erotismo contenido, incluso ficción ambientada en el pueblo. Lo comercial vende. Podemos tener una línea juvenil y una adulta. Tenemos escritores, ilustradores y un escenario que parece salido de una fantasía oscura. Aprovechémoslo.




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