Ankharis Sangre Inmortal

8.-La Tribu Humana-.

Mi nombre es Niall. No sé por qué me eligieron. Quizá por esa carta que escribí diciendo que ya no encontraba deseo en nada. Que los cuerpos me parecían puertas cerradas. Que el sexo era solo fricción y no fuego. Tal vez eso bastó.

El día que llegué, me dieron una túnica gris claro y un brazalete verde. Nivel medio de participación. Tacto permitido. Conexión emocional opcional. Penetración solo si ambas almas decían sí con los ojos cerrados y el pecho abierto.

No entendía nada. Pero tampoco huía.

El pueblo olía a tierra mojada y madera vieja. A seguridad. A algo... tribal.

Nos entrenaron durante tres días. Respirar con otros. Mirar sin intención. Tocar sin buscar. Todo eso era más difícil de lo que pensaba. Al tercer día ya no reconocía mi cuerpo en el espejo. Me sentía más suave. Más despierto.

Cuando llegó la noche del sábado, la Casa Comunal estaba envuelta en vapor. Las lámparas temblaban como luciérnagas encendidas por el pulso. Había música, de esa que resuena en tus huesos. El sonido de la piel al moverse. El aliento compartido.

Vi a uno de ellos: Pietro, creo que se llamaba. Tenía los ojos más expresivos que he visto en mi vida. Pasó a mi lado y me rozó la espalda con la palma. Un gesto. Nada más. Pero mi cuerpo vibró como si me hubieran recordado algo que no sabía que había olvidado.

Me acerqué a un rincón donde una mujer humana, Ava, estaba acariciando el cabello de una mujer del pueblo. No hablaban. Solo se sentían. Ava me hizo un gesto. Me senté cerca. No toqué. Solo respiré con ellas.

Y así pasaron horas. No sé cuántas. En algún momento me ofrecieron fruta. Uvas. En otro, una mano anónima me acarició la mejilla. Una boca me besó el cuello. No vi su rostro. Sólo sentí. Y lloré.

No de tristeza. De reencuentro.

No participé de todo. No quise. Pero sí dormí junto a cinco desconocidos, abrazados como una constelación.

Y cuando desperté, entendí por qué había venido.

No para tener sexo. Sino para recordar que el cuerpo no es enemigo. Que el deseo no es ruido. Que el otro no es frontera.

.

¿Mi nombre? Pietro. Mi especialidad: los escándalos. Mi debilidad: los que tiemblan antes de tocar. Y esta noche... oh, esta noche tenía un buffet de temblores humanos listos para servirse de deseo.

Desde que el consejo aprobó la entrada de turistas, conté los días como quien espera el estreno de una obra que, casualmente, también escribe y protagoniza. Ensayé sonrisas frente al espejo. Practiqué silencios con peso. Lustré mis botas (aunque luego decidí no usarlas). Me puse la túnica más suave, la menos sutil.

¿Y adivina qué? Los humanos llegaron con esa mezcla deliciosa de miedo y curiosidad que tanto me gusta. Como copas medio llenas. Como puertas entreabiertas. Irresistible.

Vi a Niall. El de los ojos que no sabían si mirar o escapar. Lo rocé apenas con los dedos al pasar. Sentí el escalofrío subirle por la espalda. Perfecto. Lo dejé ir. El primer acto no se apresura.

Caminé entre ellos como un zorro entre ciervos. Sin depredar. Solo recordándoles que tienen venas, que están vivos. Que pueden querer sin entender.

Ava, la humana que traía flores en el cabello, me besó la mejilla como una niña robando dulces. Respondí besándole la muñeca. Ella rió. Y en ese sonido estaba el eco de todo lo que habíamos olvidado durante siglos.

Me crucé con Frank. Me guiñó un ojo. Respondí con una reverencia dramática. Sabía que lo nuestro quedaba para otro acto.

Me encontré con Blanche rodeada de tres curiosos. Les enseñaba a respirar con el abdomen. A gemir sin culpa. Bendita sea.

Me acerqué a un omega que no conocía. Cabello largo, ojos de río agitado. Le ofrecí un higo. Lo mordió sin mirarme. Vaya, pensé. Juego largo, entonces.

Cuando la sala comenzó a arder de verdad, no por temperatura sino por conexión, me senté en una esquina y observé. Esa es mi verdadera debilidad: mirar. No participar por obligación, sino por estética. Por el placer de ver a otros descubrirse sin máscaras.

Vi a Niall dormido entre cinco. A Brígid reír en mitad de un beso. A Giovanni acariciar el cuello de alguien que lloraba. Y entendí que esta noche no era una fiesta. Era una revolución callada.

No sé si los humanos volverán. No sé si todos sobrevivieron al torbellino interno. Pero si lo hacen, si regresan…

Les estaré esperando. Con frutas, con música, y con esa sonrisa que dice: sé exactamente qué parte de ti tiene más miedo... y más ganas.

Yo soy Pietro. Y en Cróga, el deseo no tiene techo. Ni excusas.

...

Me llamo Theo. Y desde que puse un pie en Cróga, supe que algo en mí no iba a salir igual.

No vine buscando amor. Ni espiritualidad. Vine porque me sentía muerto por dentro. Porque el deseo, para mí, había sido algo mecánico. Funcional. Como ir al gimnasio. Todo resultado, sin emoción. Hasta ahora.

No me importaba el consentimiento en cuatro colores. No me importaba que me miraran con suspicacia. Yo no venía a contemplar. Venía a… volver a sentirme animal.

Y entonces la vi.

Ella. Ojos como cuchillos envueltos en miel. Cabello oscuro como la tormenta. La hembra que me iba a romper. Y yo se lo iba a permitir.

No habló. Me olió. Me midió con la mirada.

Se acercó sin sonrisa. Me empujó con el cuerpo contra la pared más cercana del corredor de entrada.

—¿Sabes lo que quieres? —me preguntó. No respondí. Le agarré la nuca. Fuerte. Ella me gruñó. Me mordió el hombro, sin romper piel. Pero casi. Y yo... me reí.

—Ahora sí —le respondí.

Y entonces se acabaron las palabras. Me arrastró, literalmente, por el pasillo de piedra, me hizo tropezar, se subió a mí cuando estábamos en el suelo. Rasgó mi túnica. No con lentitud. No con seducción poética. Con rabia. Con hambre. No preguntó si estaba listo. Me olfateó el cuello. Me mordió los labios. Me cabalgó con la ropa a medio quitar.

No éramos bellos. Éramos crudos. Éramos dos fieras buscando el punto exacto de rendición. Gemía con la boca abierta. Me clavaba las uñas en el pecho. Yo le respondía sujetándola de las caderas como si me fuera la vida en ello. Nos dolíamos y nos gustaba. Nos sudábamos y no importaba.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.