Anne

•Capítulo Diecisiete•

Por fin es sábado, hoy comienza la competencia de Motocross y creo que la espera se nos hizo eterna a Max y a mí; esto es lo que necesito después de esta terrible semana, una distracción.

Sara se hizo la prueba ayer y recién el lunes estarán los resultados porque el hospital no entrega éstos los fines de semana a no ser que sean de extrema urgencia, lo que es patético puesto que el caso de mi padre es urgente. Todos estamos igual de nerviosos que la última vez esperando ese papel que, ojalá Dios quiera, ya salga positivo. 

Estuve hablando con mi hermana sobre mi noviazgo —claro que no le dije que todo era falso— con Ariel para cambiar, aunque sea por unos minutos, los silencios que se prolongan molestosamente en la casa. Ella al principio se molestó por no habérselo dicho ese mismo día, pero yo me justifiqué con el haberme enterado lo de papá unas horas después de aceptar como “novio” al riquillo, de todas formas su enojo solo duro unos minutos ya que la muy cotilla quería conocer todos lo detalles de nuestro beso en la librería y en el parque. 

También llamé ayer a Ariel para preguntarle si estaba de acuerdo con la dichosa cita doble y para mi sorpresa éste aceptó con gusto, en el fondo, pero muy fondo de mi ser, mentira, no en el fondo más bien en la superficie, estaba rogando para que no aceptara. Pero que le vamos a hacer. Solo me queda prepararme para ignorar a esa arpía y tema resuelto, pero por ahora lo que debe de importarme es ver que la moto del pedazo de mierda que se hace llamar mi mejor amigo esté en perfecto estado y en el nivel necesario para lucirse con los jueces y pasar a la siguiente ronda. 

Llevo mi habitual uniforme de mecánica que utilizo en las competencias, el uniforme combina con el de Max y es súper goals, consta de un pantalón de jeans grueso junto con una cazadora de cuero negro con diseño de pinturas fosforescentes esparcidas como salpicaduras. Es súper cool, porque obviamente yo lo elegí. 

He revisado como una diez veces la motocicleta para dar el visto bueno a Max. No quiero que nada malo le pase. 

Ahora él se encuentra saliendo en fotografías con Maura, mientras que yo estoy sentada en el regazo de Ariel esperando la hora de la primera ronda del día. La gente que hay en el lugar es inmensa, hasta se podría decir que es exasperante a la hora de caminar, casi le di golpes a varias personas cuando me fui a comprar una hamburguesa con Mario y su nueva novia, una morena de buenas curvas y el cabello chino, bastante bonita para ser verdad, lo único que la destruye es su pavor a la grasa, pero fuera de eso es muy simpática. A lo lejos veo a Sara con un joven que por lo visto es Héctor, el muchacho del que me hablo hace unos días, es bastante apuesto pero se le nota lo mucho mayor que es de mi hermana, era mentira eso de que era de mi edad, es mayor que yo, desde ya puedo decir que será una batalla convencer a mis padres que los dejen salir como más que amigos. 

—Mi amor —dice Ariel llamando mi atención— ¿Por qué no me explicas cómo será la competencia? Ya sabes que lo mío son los autos. 

—Claro —me aclaro la garganta para presumir que sé más que él, pero Ariel solo levanta la ceja izquierda y muero de envidia al saber que yo jamás podré hacer eso— Mira, la competencias son por grupos de cuatro motociclistas cada uno,  estos compiten entre sí, por ejemplo: Max es del grupo B junto con tres chicos más, él competirá contra uno y los otros dos entre sí, y luego el ganador, supongamos que es Max, debe competir contra el otro ganador y de ahí quedar solo uno. Esto se repite en cada grupo. 

—¿Cuántos grupos hay? 

—Creo que son diez grupos, lo sé, son bastantes. 

—Entiendo ¿Y después? 

—Después el ganador de cada grupo es colocado en otro grupo donde el ganador pasa a la semifinal,  luego es la finalísima, donde solo son dos los quedan y de ahí sale el ganador oficial y próximo competidor del Dakar. 

—Entonces, ¿Cuántos grupos se crean para saber quién pasa a la semifinal? 

—No lo sé, las matemáticas no se me dan bajo presión.

Sonríe burlándose de mí.

—Ok. Eso quiere decir que hoy no termina ¿me equivoco? —Niego y luego contesto. 

—Son cuatro sábados de competencia, en uno se desarrolla la primera fase de grupos —enumero con los dedos— que es hoy, en el segundo la siguiente fase —levanto un dedo más— y el tercero la semifinal y por último la final. 

—Vaya, es un tanto complejo. 

—No lo es, solo tienes que verlo como si fuera una competencia de fútbol, solo que no hay un balón y mucho menos pasto —suelta una risita por mi comparación y yo no puedo resistir a darle un beso en sus perfectos labios, primero lo tomo desprevenido, pero rápidamente él toma el mando de la situación y me agarra del cuello para acercarme más a su cuerpo, al ser eso imposible me siento a horcadas sobre él dándole la libertad de poner su mano en mi cintura –muy cerca de mi trasero– para así yo poder enredar mis dedos en su cabello. 

—Búsquense una habitación, pervertidos  —reclama la voz de Mario, yo solo me limito a seguir besando a esta perfección de hombre,  mientras le muestro a Mario mi dedo del medio sin abrir los ojos— ¡Cochinos! No tienen respeto por la criatura que les habla, pecadores. 

—Sígueme besando si no quieres que lo mande al hospital —digo al despegarme unos centímetros de Ariel. 

—No tengo problema —vuelve a pegar sus labios a los míos, esta vez su mano si llega a tomar mi trasero, pero yo la levanto antes de que él se tome más confianzas en este espacio público. 

—Alto ahí, vaquero —objeto enarcando las cejas, levanta las manos al aire con una sonrisa pícara que derrite todo mi ser. 

—Lo lamento, peculiar damisela —le doy un pico en la nariz y me levanto de sus piernas para buscar a Max con la mirada, lo encuentro a unos metros mirándome de una forma ¿molesta?. No lo creo, de seguro solo está nervioso por lo de la competencia pues cuando Maura llega a su lado con un vaso de Coca–Cola vuelve a su rostro su hermosa sonrisa de galán. 




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