Anne

•Capítulo Diecinueve•

Y aquí estamos nuevamente, esperando a que esta vez la prueba salga positiva. Sara y mamá están esperando turno en la fila donde entregan los resultados, mientras que papá y yo las miramos impacientes, si no me asqueara el hábito de comerse las uñas creo que ya no tendría ninguna sana y salva, en cambio a eso recurro a golpear el piso con mi talón y a morderme la mejilla interna para no estar preguntando cada rato si ya les atendió la bruja que hace de recepcionista.  

—No aguanto más —exclamo, papá solo se encoge de hombros—, voy junto a ellas —anuncio y me levanto para irme en donde mi mamá y hermana pero mi celular vibra en señal de que tengo un mensaje en bandeja.  

                       "¿Cómo va todo?” 

Las palabras de Máx hacen que vuelva a mi lugar y bufe desesperada, ni siquiera yo me aguanto en estos momentos, en síntesis, la paciencia y yo no somos muy buenas amigas. Contesto el mensaje para matar tiempo y dejar de molestar a papá que de seguro está peor que yo solo que no lo demuestra.  

                  "Aún no sabemos nada, todavía no nos 
                           entregaron los resultados" 


Me levanto y voy en dirección a un bidón eléctrico de agua para hacer algo o de lo contrario me volveré loca. Para cuando regreso, mi hermana y mi madre ya están en ventanilla y las veo conversar con la misma mujer que me dio la, para nada grata, noticia de que yo no puedo ser donante.  

Me siento junto a papá y vuelvo a mi trabajo de golpear el suelo con el talón, esta vez lo acompaño dando grandes tragos al agua que traje conmigo en un pequeño vaso de plástico.  

Sara trae con sigo un sobre similar al que me dieron a mí hace no menos de una semana; si hace unos segundos tenía nervios, lo que tengo ahora no tiene nombre. Se sienta a mi lado y abre el paquete en forma de carta y con los dedos temblorosos saca con cuidado la hoja que contiene los resultado. La miro expectante y no soy capaz de mencionar palabra alguna y por lo visto que mis familiares están en las mismas, pues solo miran a Sara que desgraciadamente solo lee pero no anuncia nada.  

—¿Y qué dice? —Inquiero rompiendo el hielo, cierra los ojos y suspira, un mal presentimiento embarga mi ser y la desesperación es inmensa ¿y si ella tampoco es compatible? Nuestra última oportunidad estaría yéndose por la borda y la esperanza de que mi padre no pase la agonía de esperar por un tiempo interminable a que aparezca un donante se volvería nula— Contesta de una vez.  

—Soy compatible —el alma me vuelve al cuerpo y sus palabras me generan una felicidad inmensa, una que no puedo explicar.  

—Sí —me paso la mano por el pelo y veo como mi hermana abraza a mi padre, quien le susurra palabras al oído mientras mamá murmura cosas mirando hacia arriba— Gracias, Dios mío, gracias.  

—Déjame leerla —dice papá y toma en sus manos la hoja para luego darle una repasada rápida y entregársela a mamá, yo me acerco y veo los resultados sobre sus hombros. 

                                 "Compatibilidad 93,9%" 

—Voy a sacar una cita con el doctor —anuncio y mamá me acompaña a la fila donde esperaremos a que nos den un número para poder mostrarle el resultado al médico de papá para que nos pueda dar las indicaciones sobre la cirugía de transplante. Una sonrisa de felicidad adorna mi rostro mientras avanzamos entre la gente y creo que no soy la única con este sentimiento pues veo los ojos serenos de mi madre y puedo ver que desde que nos enteramos de la enfermedad de papá no la veía con esa paz en el rostro.  






Yo me quedé afuera mientras que mis padres y Sara entraban a conversar con el doctor, decidí jugar Pou mientras espero a que salgan, es mejor esto que ver el pasillo desolado y muy poco higiénico a la vez que esperas una noticia de gran importancia. Juro que luego de que mi padre esté bien, no vuelvo a poner un pie en este lugar, lo juro por lo más sagrado, odio la incertidumbre que causa a cualquier momento, a demás de la sensación tétrica y espantosa que da su silencio.  

Los tres salen en fila india y escucho murmurar a mi padre que irá al sanitario para luego alejarse sin mirarme, en cambio Sara y mamá se sientan a mi lado y levanto la ceja para que comiencen a hablar.  

—El hospital nos proveerá la cirugía —dice mamá y sonrío.  

—Dios, que suerte —exclamo con una sonrisa, pero su rostro no muestra lo mismo y la miro incrédula, esto no tiene buena pinta— ¿Pero?  

—Los medicamentos valen una fortuna —informa Sara y me entrega un papel que contiene una lista de medicamentos con letra ilegible pero que en un costado llevan unos precios bastante elevados.  

—Madre Santa —murmuro al verlos.  

—Son demasiados caros, y esos precios que ves ahí son solo una suposición, al parecer son más caros.  

—No tendremos dinero suficiente para comprarlos todos para antes de la cirugía.  

—¿Y cuando es la cirugía? —Pregunto sin despegar la vista del papel.  

—Dentro de una semana, tienen que preparar a tu hermana y a tu padre para que puedan aguantarla.  

—Yo veré como consigo el dinero —hablo decidida—, tengo un poco ahorrado.  

—Yo también —comunica Sara, aunque las tres sabemos que ni sumando el sueldo de papá por tres meses más mis ahorros y los de Sara nos alcanzaría para comprar todo esto, lo más barato que hay es uno de 156.530Gs y se necesitan tres tabletas de esa pastilla.  

—No digan nada frente a su padre para no asustarlo más de lo que ya está ¿De acuerdo? —Asentimos mientras que papá llega a nuestro lado y nos mira de forma cansada.  

—Nos vamos —murmura y nosotras solo nos miramos las unas a las otras y empezamos a caminar hacia la salida.  

¿Es qué acaso no podemos tener una buena noticia sin que nos arruinen un minuto después?  








—No te preocupes yo también tengo algo ahorrado —le comenté a Max sobre la buena noticia de que Sara es compatible y de cómo esa alegría duro tan poco puesto que los precios de los medicamentos sobrepasan nuestro presupuesto o al menos el presupuesto que contamos para antes de la cirugía—. No es mucho, pero puede ayudar en algo.  

—¿Cómo crees? No hace falta Max, de todas formas te agradezco —estamos sentados en los columpios del parque esperando a que el crepúsculo haga presencia en este día, el abuelo nos dejó salir más temprano, la razón no la conozco pero tampoco me importa en estos momentos.  

—Lo digo enserio Anne, yo también quiero aportar algo, sabes que el señor Martín es como un padre para mí —Lo miro agradecida y con una media sonrisa grabada en el rostro. Adoro a este idiota, por más que me saque de quicio no encontraré a alguien igual a él en todo el planeta tierra.  

—Gracias Maxi, pero aún así —suspiro pesadamente y no me viene a la mente algo que pueda hacer para recaudar dinero para solventar los remedios y el tratamiento que deberán llevar mi padre y mi hermana— no creo que nos alcance para todo lo que nos pide el médico, si llegara a comprar los medicamentos no sé de dónde quitar dinero para el tratamiento y también cuando se terminen los que compremos ahora ¿de dónde saldrá tanto dinero? 

—Encontraremos una solución y no debes olvidarte del premio de la competencia.  

—¿Premio? —Ladeo la cabeza, no gusta para nada lo que trata de decir.  

—Sí, el premio, aparte de pasar al Dakar nos dan una suma monetaria.  

—De ninguna manera —replico—, si llegas a ganar ese dinero es para tu universidad para que puedas pagar tu deuda con ella.  

—Esa deuda ya la estoy por saldar, soy becado, no es para tanto ¿Qué haría con tanto dinero? Si está en mi posibilidad ayudar a tu padre no dudaré en hacerlo.  

—Pero, Max...  

—Max nada Anastasia, es mi decisión ayudarte a ti y a tu familia, no lastimes mi sentimientos.  

—Sabes que no puedo aceptar algo por lo que has luchado tanto.  

—No me importa y sé que mamá estará de acuerdo, a demás, sé que tú harías los mismo por mí ¿o me equivoco?  

—No, yo haría lo mismo —me acerco donde él y me siento en su regazo para rodearlo con mis brazos—. Eres el mejor amigo que nadie jamás podría tener —le doy un beso en la mejilla y él me abraza de manera protectora, de la forma que tanto me gustan sus abrazos.  

—Yo haría lo que fuera por ti, mi peluquín rubio, lo que sea —Busco su mirada y cuando la encuentro le sonrío.  

Que lindos ojos tiene. Son tan cálidos, me confortan tanto. Levanto el dedo índice y le delineo la ceja derecha. Lo siento tensarse con mi toque. 

Me levanto de sus piernas y me siento en la arena en posición india y miro al cielo.  

—Siento que me estoy olvidando de algo —murmuro. 

—¿Tú? ¿Olvidarte de algo? Jamás, te estás calumniando a ti misma —se burla. 

—Cállate. 

—Cállame. 

Levanto la mirada y lo encuentro mirándome fijamente. Aparto los ojos bastante nerviosa. 

Si supiera la forma en la quiero callarlo.  

—Me desconcentras —mascullo. ¿Qué demonios era hoy que no recuerdo? Es lunes, eso lo sé pero ¿qué es lo haría un lunes? 

—¿No olvidaste terminar con algún auto? —Sugiere pero no es eso.  

—No es eso —de repente se me prende el foco. Marina. Hoy es la inauguración de su boutique. Llevo mi mano a mi frente y me golpeo con ella.  

—¿Recordaste? —Asiento.  

—Prometí a la señora Marina que iría a su boutique cuando la inaugurara ¿y qué crees? La inauguración era hoy.  

—Aún es temprano ¿por qué no vamos?  

—¿Con está ropa? Parezco una marrana, mejor otro día, no vaya ser que le espante a sus clientes.  

—Y para eso irás a tu casa a bañarte, genio —lo dice como si fuera lo más obvio del mundo— Vamos antes que se nos haga tarde.  

—¿Haga? —Enarco las cejas sonriendo— Eso me suena a manada. 

—Quién dijo que a mí no me gustaría comprarme un vestido de gala —río como una foca desequilibrada y le golpeo el hombro.  

—Ok señorito, entonces vayamos antes de que se acaben los vestidos de tu talla. 

Nos montamos en su moto y en diez minutos ya estamos en casa, la tensión es tan palpable que podría tomar unas tijeras y cortarla. Mis padres aún están enojados porque no llegué a dormir la noche pasada, me lleve un regaño de esos. 


Nunca había visto a mi mamá tan enojada, al menos no la había visto de esa manera desde que terminé la preparatoria, fue algo así como el regaño que llevé la vez que Max y yo cambiamos el shampoo de la maestra de matemáticas por tinte para cabello color verde, esa broma fue épica, fuimos la sensación del año, pero claro, no faltaba la chismosa que nos echo gorra y nos terminaron descubriendo, yo me lleve tres meses de castigo y a Max su madre le quitó la moto durante la misma cantidad de meses. Tampoco es que nos haya dolido tanto, esa amargada se lo merecía. Pero a lo que iba, después de escuchar los regaños de mis padres no volvieron a dirigirme la palabra hasta hoy en la mañana antes de irnos al hospital. Ya se les pasará, ni que hubiera cometido un pecado, solo pase la noche en casa de mi novio, tal vez tengan razón al decir eso que apenas y empezamos nuestra relación y que ellos no lo conocen, pero no es que haya ido a su casa por una noche de descontrol, solo fui porque me dio un ataque de pánico a causa de la tormenta y no podíamos venir aquí porque empezaría a llover antes de llegar y mi terror hubiese cruzado los límites, solo aprovechamos que su casa estaba más cerca, también ya estoy bien grande para decirles dónde pasaré la noche ¿o es que acaso debo llamarles o mandarles un mensajito donde diga que iré a casa de mi novio para hacer lo que hacen los padres para traer al mundo a su bendición? Faltaría más.  

Ya sé que en su casa, sus reglas. Pero amigos, tampoco tengo que avisar que tendré sexo ¿O sí?  

Aunque no hicimos nada. 

Me doy un baño y trato de ponerme algo decente para ir a un lugar pijo como sé que será la boutique de Marina, me decido por una ropa que ha estado durante siglos en mi armario, pero que jamás utilice, –y es un milagro que ahora lo use–, un vestido color celeste que me llega a las rodillas, con mangas caídas en el brazo, junto con una bailarina blanca combinada con un chaleco blanco que me pongo sobre el vestido. El pelo me lo ato en una coleta. Basta y sobra que me ponga un vestido como para también me deje el pelo suelto como si fuera una de esas princesitas de Disney. No, todo en esta vida tiene un límite.  

Salgo a la calle y me dirijo a la casa de Max para esperar a que él también esté listo, pero él ya está montado en su moto cuando llego hasta allí.  

Suelta un silbido cuando me ve y me toma de la mano haciéndome girar.  

—¿Quién eres y qué hiciste con mi mejor amiga?  

—Será mejor que cierres la boca si no quieres quedar sin dientes.  

—Solo digo la verdad, estás hermosa, mi pequeña mecánica. ¿Desde cuándo usas vestido?  

—¿No te gusta?  

—Claro que sí —me dice apresuradamente—, pero hay un problema, no voy a permitir que muestres esas piernas mortales a cuanto degenerado se nos cruce  

—No exageres. Para empezar, el vestido no está corto.  

—¿Cómo qué no está corto? ¿Por qué mejor no te cambias? No estoy dispuesto a dejar ciego a nadie el día de hoy.  

—Claro que no voy a cambiarme, ni loca. Hazte un lado que ya me voy a subir.  

—Ya te dije que no voy a permitir que te subas a esta moto con esa mini falda.  

—Y yo te dije que no me importa, ahora dame el casco.  

—Anastasia, no colmes mi paciencia, ese vestido te queda cañón pero es más corto que el amigo de Mario.  

—Ya te dije que no exageres.  

—Es mi última palabra Anne, o te cambias o de plano no nos vamos —ruedo los ojos y empiezo a caminar— ¿Qué demonios haces?  

—No me pienso cambiar, si no me quieres llevar en tu moto pues me voy caminando. Háblame cuando dejes eso pensamientos de machista, yo me visto como se place. 

No doy ni tres paso para cuando vuelve a hablar. 

—Ok, ok —acepta resignado— sube a la moto, pero te acercas a mí, no quiero ver idiotas babeando al ver tus bragas.  

Me giro hacia él y camino hasta su moto. 

—Lo que tú digas —contesto y me subo a la moto. Instantáneamente él me acerca más a su cuerpo, arranca hacia la dirección que yo le voy indicando hasta llegar a la ubicación que Marina me mandó. 

Menos mal que decidí ponerme este vestido, el lugar está lejos de ser solo elegante,  es un palacio de vestidos. Me bajo de la moto y Max la aparca en el estacionamiento exclusivo para clientes, entramos juntos al local y veo a la señora Marina hablando con una señora que bien podría ser su madre ya que es bastante parecida a ella, con la tez blanca y el cabello rubio natural y con una elegancia intachable. Llego hasta ellas y puedo ver que esta mujer tiene el mismo color que de los de Marina, pero que no tienen el brillo amable en ellos.  

—Marina, Hola.  

 




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