Anne

•Capítulo Veinte•

—¡Anne! —Marina me mira sorprendida al parecer ya no esperaba que viniera el día de hoy— ¡Qué alegría verte!  

—Bueno, te dije que vendría ¿no? Aquí estoy.  

—No sabes lo contenta que me tiene que hayas venido —Le doy un beso en la mejilla en modo de saludo— Tú debes de ser Max ¿no es así?  

—Así es señora —responde mi amigo— un gusto conocerla —añade estrechando su mano con la de Marina.  

—Pero si el gusto es mío, muchacho. Anne me habló maravillas de ti.  

—Me alegro que solo haya dicho las cosas buenas —le golpeo suavemente el hombro con una sonrisa divertida.  

—Que suerte que vinieron, así pueden conocer a mi madre —La mujer con la que se encontraba hablando nos mira de forma altanera, escudriñándonos con los ojos— Mamá, ella es Anastasia, la nieta de Marc Fuentes —el rostro de la madre de Marina se descompone por milisegundos pero vuelve a su expresión de neutral rápidamente— Y él es Max, su mejor amigo. Chicos, ella es mi madre, Amelia de Gutiérrez.  

—Un gusto señora —le brindo una sonrisa y tiendo mi mano hacia ella, pero solo mira con desprecio por lo que devuelvo mi mano a su lugar de origen, Marina me lanza una mirada de disculpa y susurra algo a su madre que no soy capaz de oír.  

¿Pero qué le pasa a esta señora? ¿Acaso tanto refinamiento le saco la educación? 

—Carlota —luego de un silencio incómodo, Marina llama a una de sus dependientas que se encontraba arreglando el orden de los vestidos— Acompaña a los muchachos para que vean las prendas y les explicas de van ¿quieres? En un minuto estoy con ustedes.  

La chica, o mejor dicho Carlota, nos lleva primero a la sección de vestidos veraniegos, deje de brindarle atención cuando sus labios empezaron a pronunciar palabras, no es que no me importe el trabajo de Marina pero es que hay algo en esa señora que no termina de encajarme. 

¿Por qué me miro con tanto desprecio luego de que Marina pronunciará el nombre del abuelo? Tal vez antes no me haya lanzado flores y corazones por los ojos, pero la mención del nombre de mi abuelo es como si terminara por hundir el barco.  

Lo único que sé con certeza es que hay una diferencia de aquí a Marte con respecto a Marina y Amelia, empezando porque la primera si es buena gente y no te pone una raya invisible en frente para que no pases porque ella tiene más dinero del que puede contar y tú no, mientras que la segunda por poco y nos lanza desinfectante al vernos entrar, y eso que nos perfumamos para venir.  

Y todo esto solo me lleva a una cosa, Marina y el abuelo definitivamente me están ocultando algo, y está señora, Amelia, lo sabe. 

—Anne, te está hablando —la voz de Max me devuelve a la realidad, aunque no sé de qué me habla.  

—¿Qué? —Parpadeo indicando que no lo entiendo— Disculpa, no te oí.  

—De eso ya me di cuenta —hago una mueca con los labios— Carlota te hizo una pregunta.  

—Claro, disculpa ¿qué decías? —Sonrío disculpándome, en serio no era mi intención ignorarla.  

—No te preocupes, te preguntaba cuál es tu talla.  

—¿Mi talla? —Arrugo el entrecejo— ¿Para qué? —Lanza una risita que no logro descifrar y luego contesta.  

—Este vestido te quedará espléndido, sus colores resaltarán tu color de ojos.  

—Gracias, pero yo no vine con intención de comprar.  

—Que suerte, porque te dije que no permitiría que gastes un guaraní —Marina coloca sus manos sobre mis hombros sobresaltándome— Carlota tiene razón, este vestido te quedará hermoso.  

—Marina, yo no... 

—Marina nada —me ataja—, vamos, es de tu talla, ve y pruébatelo —mis quejas no son oídas y ahora me encuentro camino a un vestidor con un vestido floreado desde la cintura para arriba con un escote V y blanco con terminación princesa de la cintura para abajo. 

Entro al vestidor refunfuñando, maldito Max que no se puso de mi parte. No es que este feo el vestido, en realidad es muy bonito, pero yo no estoy acostumbrada a usar este tipo de ropa, no es mi estilo. Aún así me pruebo la prenda, no quisiera lastimar los sentimientos de Marina. Termino de levantar la cremallera y me giro hacia el espejo, no puedo creer lo que veo, entrecierro los ojos para comprobar que soy realmente yo, es que me queda muy bien. 

Marca mi cintura y le da un toque tierno a mi piel, el escote deja ver una camino en medio de mis pechos y en lugar de parecer revelador es bastante coqueto, la falda me llega hasta unos dedos por arriba de la rodilla, lo que es bueno, y no hay que olvidar que Carlota tiene razón al decir que el color le vendría bien a mis ojos. 

Salgo del vestidor dudando, los tres pares de ojos se fijan en mí haciendo que me sonroje inevitablemente.  

Max vuelve a silbar como cuando me vio hace como una hora con el vestido que voluntariamente me puse, las otras dos mujeres me miran con una sonrisa orgullosa.  

—Te dije que te quedaría espléndido —alaga Carlota. 

—Te queda hermoso —concuerda Marina—. Es tuyo, no creo que a nadie le quede como a ti.  

Abro los ojos de par en par y niego. 

—No puedo aceptarlo, es demasiado costoso. 

Sí, mire la etiqueta. Vale unos 150.000Gs ¿Quién paga 150.000 por algo que no va a usar? Porque yo no. 

—Tómalo como un regalo de cumpleaños adelantado ¿Qué te parece?  

—Aún quedan unos meses para mi cumpleaños —río pero Marina niega.  

—No me importa, quiero que lleves este vestido a tu casa, está hecho para ti ¿a qué no Max?  

—Yo no sé mucho de vestidos pero Marina tiene razón, Anne, te queda de otro mundo —sonrío tímida y asiento, ya son tres contra mí así que solo me queda aceptar.  

—Está bien pero ya no me debes regalo de cumpleaños —advierto y Marina suelta una risa diciendo que hará todo lo contrario. Vuelvo a cambiarme de ropa y regreso junto a ellos, Carlota coloca el vestido cuidadosamente doblado en una bolsa de papel con el logo de la boutique y me lo entrega, al tomarlo lo siento más pesado de lo que debería pesar un vestido, así que lo reviso y encuentro en él una cajita plateada con moño color bordo, la tomo en mis manos y la abro encontrándome en ella un dije con forma de corazón, lo miro incrédula— ¿Marina?  

—Va con el vestido, es un accesorio —me explica al ver en mi mano el dije.  

Me termina mostrando cada una de las secciones de vestidos y luego la de otras prendas. Lo más sorprendente es que todo lo confeccionó ella, con ayuda de Carla y otra chica claro, pero todas las prendas son ideas de Marina. Para cuando acabamos de ver todo ya es de noche.  

—No quisiera irme pero ya es tarde —Apunto al cielo nocturno que se ve a través del ventanal que da vista a la calzada urbana.  

—¿Por qué no vamos a cenar a un lugar cerca de aquí? —Sugiere la mujer y yo miro a Max que solo asiente, al parecer también le cayó en gracia Marina.  

—Claro ¿por qué no? —Ella guarda sus cosas y entrega la llave a Carlota que se encargará de cerrar el local cuando llegue la hora, mientras que Max y yo nos montamos en la moto esperando a que nos de las indicaciones de cómo llegar.  


Terminamos cenando, para mi suerte y para la de Max, en un restaurante de clase media y no como uno al que fui Marina la última vez, ella nos invitó a probar la lasaña del lugar pues dice que está –aunque ella dijo de una manera más sutil— para chuparse los dedos y vaya que tiene razón.  

Tampoco es que sea una troglodita a la hora de comer, se utilizar perfectamente los cubiertos, pero lo que a sido una verdadera batalla es comer con gracia y delicadeza, mientras Max y yo vamos por el quito bocado Marina sigue masticando el segundo, no parece incómoda pero de todas maneras le di un zapatazo al moreno que tengo enfrente para que coma más despacio y podamos ir al ritmo de ella.  

Nos comentó que aún siendo el primer día en abrir su boutique varias personas ya han pasado por él y esto le da mucha esperanza para el futuro, yo no entiendo sobre el negocio de la moda y todo lo que conlleva eso pero solo viendo las maravillas que esta mujer confecciona estoy más que segura que le irá muy bien. También conversamos con Marina sobre nuestra prehistórica amistad junto Max desde que nos conocimos cuando apenas empezábamos a gatear hasta la más cruel de nuestras travesuras en el colegio y de las canas verdes que solíamos sacar a nuestras madres. Luego de varias bromas también salió a flote el tema de nuestros respectivos novios, claro que esa conversación se puso un poco incómoda por la que le dimos de zanjada a la primera oportunidad que se nos dio. Hasta que llegamos a mi padre, ahí si me puse más sensible de lo quería pero eso es algo que no pude evitar. 

—Me alegro que tu hermana se compatible —al parecer si está contenta de que Sara pueda ser donante, lo puedo ver en sus ojos— Esa es una muy buena noticia chicos.  

—Pero duro muy poco —comenta Max y le lanzo dagas con los ojos, no quiero conversar sobre el poco dinero que tenemos para solventar todos los gastos.  

—¿Por qué? —Pregunta preocupada y su mirada viaja de Max a mí esperando una respuesta.  

—Lo que pasa es que solo la cirugía nos saldrá gratis, el tratamiento y los medicamentos son de precios bastante elevados —desvío la mirada hacia una familia que se encuentra sentada a unas mesas de nosotros, se conforman con una pequeña de unos siete años y sus padres, los cuales la miran maravillados a la par que ésta mueve los labios diciendo algo— No contamos con dinero suficiente para antes de la cirugía.  

—¿Y cuándo es la cirugía? —Pregunta curiosa.  

—Dentro de una semana —contesta Max al ver que no despego la vista de aquella familia, el verla me da una sensación de angustia no sé el porqué pero una tristeza llega de repente a mi ser y tengo la necesidad de llevar mi mano sobre mis párpados para no derramar lágrimas.  

—¿Y cuánto aproximadamente se necesita?  

—No lo sé, pero los medicamentos van por más de dos jornales de sueldo mínimo, eso fue la suma aproximada que pude hacer si es que fueran de una tableta cada uno.  

—Pero se necesitan más de una tableta de cada tipo de medicamento —afirma.  

Asiento desanimada.  

—Pero tenemos algunos ahorros que nos van a servir para comprar los medicamentos que va a utilizar el señor Martín para después de la cirugía.  

—¿Y después?  

—Ya veremos qué hacer —digo y despego la vista de esas personas, me encojo de hombros—, ya se me ocurrirá algo.  

—Yo me encargaré de solventar los gastos- suelta de un sopetón y los dos la miramos incrédulos.  

—¿Qué? —Suelto confundida.  

—Lo que oyeron, niños, yo pagaré los medicamentos y el tratamiento de tu padre.  

—De ninguna manera ¿cómo puede pensar eso Marina?  

—Ya lo dije quiero, ayudarte en esto.  

—Es demasiado dinero, yo no puedo permitir eso —reclamo pero ella me mira de manera dulce.  

—Será un préstamo ¿Qué te parece? Después de todo, prestarías dinero.  

—Sí, pero...  

—Si yo te lo presto será más rápido a que busques en un banco donde te pedirán un millón de requisitos para una cantidad mínima que no alcanza a lo que necesitas realmente.  

—¿Está dispuesta a hacer eso? —Pregunta Max fascinado por la propuesta.  

—Por supuesto que sí, ustedes son mis amigos y si está en mi posibilidad ayudarlos lo haré.  

—Wow. Señora, usted se merece el cielo —Marina sonríe agradecida por el cumplido, pero yo niego.  

—No, es mucho dinero y usted lo necesita para el capital de su negocio.  

—Anne, yo tengo más dinero de lo que te imaginas, mi negocio es como si fuera solo un pasatiempo ¿para qué quiero tanto si no voy a utilizarlo de buena manera?  

—Pero es que...  

—Acepta por favor, lo hago de corazón, si tu padre está bien, tú los estás y por efecto yo también.  

—En serio, muchas gracias, eres como un ángel que llegó a mi vida —No tengo palabras para explicar lo agradecida que estoy con Marina. Voy a trabajar más duro que nunca para poder pagarle hasta el último guaraní que me preste.  

—Tú eres el ángel que llegó a mi vida Anastasia —con lágrimas resbalando por mi rostro me acerco hasta ella y la abrazo fuertemente, al principio la sorprendo pero luego me corresponde y siento como deja salir el aire contenido.  

—No sabe cuánto le agradezco todo esto, no me alcanza la vida para llegar a recompensarla.  

—Solo basta con que sigas a mi lado después de todo —susurra pero no comprendo lo que quiere decir— Te conozco de hace muy poco tiempo pero el cariño que te tengo es inmenso, Anne.  

—Yo también la quiero —murmuro y es más que cierto, de alguna manera la quiero como a mamá y más ahora sabiendo lo que su cariño hacia mí es capaz de hacer.  

Me separo lentamente de ella y vuelvo a mi asiento, veo a Max mirándonos de forma tierna y feliz sabiendo que no tenemos que preocuparnos por no tener el dinero para los medicamentos de mi padre.  
 




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