Anne

•Capítulo Veintiuno•

Llegamos a mi casa pasada la media noche, nuestra conversación sobre mi padre se volvió más extensa de lo que esperaba y terminamos en un acuerdo que consistía en que Marina cargaría cierta cantidad de dinero a la cuenta de banco de mi padre y de ahí mi familia y yo nos encargaríamos de quitar la suma necesaria para comprar lo que se necesita.  

Max y yo entramos a la casa, que milagrosamente aún se encuentra iluminada, por lo visto todavía no están durmiendo. Miro a Max incrédula y él solo se encoge de hombros demostrando que tampoco sabe nada.  

—Ya llegamos —anuncio entrando a la sala y tal es mi sorpresa que abro la boca en una perfecta O al ver a Ariel sentado en el sofá con cara de pocos amigos junto con mi familia, la mayoría en pijama a excepción del abuelo— ¿Ariel? ¿Qué haces aquí a estas horas? —Pregunto anonadada.  

—Eso es lo que yo te pregunto ¿Qué haces apenas a estas hora aquí y con este tipo?  

—Este tipo tiene nombre —gazna Max a mi lado.  

—Salimos a cenar ¿algún problema?  

—Nosotros nos retiramos —anuncia mamá y se lleva a rastras a Sara quien refunfuña al no poder quedarse hasta el final de la conversación.  

—Claro que lo hay —espeta Ariel una vez que nos quedamos solo los tres en la sala.  

—¿Y se puede saber cuál, principito? —Inquiere Max en tono de burla y le advierto con los ojos que se deje de sus jueguitos. 

—A ti nadie te hablo, estoy hablando con mi novia —no se me pasa de largo que pronuncia con bastante posesividad las palabras. 

—Pues es mi mejor amiga así es que todo lo que tenga que ver con ella me incumbe.  

—No empiecen que ya es bastante tarde —pido rodando los ojos.  

—Exacto ya es bastante tarde y hasta ahora te apareces —me reclama Ariel.  

¿Y éste que mosco le pico? 

—Salimos a cenar con una amiga ¿ok? Tampoco es para que formes escándalo.  

—Pues no me gusta que mi novia llegue hasta la media noche con dizque su mejor amigo —levanto las cejas sorprendida por sus celos infundados.  

—Te recuerdo que tenemos una relación abierta —hablo ladeando la cabeza. Que por cierto es más falsa que las pestañas de Maura— Y ¿Cómo qué “dizque su mejor amigo”? Max es mi mejor amigo y es de lo más normal que salga a cenar con él.  

—Pero para eso ahora estoy yo, soy tu novio y si quieres salir a cenar me lo dices a mí no a este —apunta con el mentón a Max que mira la escena divertido.  

—Pues a este, Anne no lo cambia por nadie —dice orgulloso mi amigo.  

—Max tiene razón, Ariel, una cosa es que tu seas mi novio y otra que me aleje de mi mejor amigo, separa las cosas.  

—Entonces lo prefieres a él.  

—Qué? —Los dos me miran expectantes en espera de una respuesta— no pienso contestar eso, los quiero a los dos como tal, a Max como mi mejor amigo que es y a ti como debo de querer a mi novio.  

—Demuéstralo —ordena Ariel, sus palabras me confunden.  

—Explícate —no me deja formular una oración porque aprisiona mis labios con los suyos tomándome con la guardia baja. Sus manos me toman de la cintura acercando nuestros cuerpos y puedo ver por el rabillo del ojo como Max nos deja solos saliendo de la casa como alma que lleva en diablo, me separo de Ariel rápidamente— ¿Qué haces?  

—Comprobando que jamás besarás a nadie como lo haces a mí. 

—Sabes que no somos novios, ¿Por qué toda esta escena? 

Suelta un suspiro y de deja caer sobre el sofá. 

—Porque no soporto más —responde. 

—¿Qué cosa? 

—Eso, que no seas mi novia de verdad, yo no quiero ser tu novio de fantasía, quiero ser más, quiero ser todo. 

Siento mi lengua enredarse en mi garganta. 

—No quiero seguir con esta farsa, eres lo más real que me ha pasado hasta ahora y no puedo soportar el saber que lo nuestro es mentira, que no puedo ponerme celoso porque no somos nada, que no puedo tomarte como quiero porque no eres mía y que no puedo besarte como me gustaría porque en realidad no tengo derecho. 

Camino hasta el sofá y me siento a su lado. 

—¿Cómo me besarías si fuéramos novios de verdad? 

Gira la cabeza en mi dirección y me mira. 

—Solo lo sabrías si fueras mi novia, y no de relación abierta, sino solo de mí. 

Me quedo callada. ¿Quiero ser su novia? ¿Lo quiero a él? Sé que me gusta y puede que sienta cosas cuando lo tenga cerca, pero ¿estoy enamorada? 
El rostro de Max me viene a la mente, pero no viene solo, Maura viene con él. 

—Entonces solo pídemelo —veo sus ojos iluminarse al oír mis palabras. Sonríe de oreja a oreja y aparta un mechón de mi pelo. 

—¿Quieres ser mi novia, chica mecánica? 

Asiento sonriendo. 

—Sí quiero, riquillo. 

Une sus labios con los míos y cierro mis ojos deleitándome con el sabor mentolado de sus labios, se me escapa un gemido cuando me muerde el labio inferior e introduce su lengua a mi boca, explorándola como si fuera un tesoro recién encontrado. Sin esperarlo me carga obligándome sentarme a horcadas sobre él y colocando sus brazos en mi cintura me estira hacia a su cuerpo. Tomo su rostro en mis manos y acaricio con cariño su mejilla suave como la piel un bebé y sonrío contra sus labios recordando que estoy a menos de tres metros de mis padres haciendo una escena que no creo que les apetezca ver en medio de su sala a media noche.  

—Para —susurro pero no me hace caso y sigue basándome para luego bajar sus besos a mi mandíbula recorriéndola hacia mi cuello, llevo la cabeza hacia atrás dándole mejor acceso a éste mientras trato de callar los gemidos involuntarios de satisfacción que se escapan de mi garganta— En serio, basta.  

—Sabes de maravilla —lo miro a los ojos cuando separa sus labios de mi piel y puedo ver en ellos un brillo distinto, podría decirse un brillo de lujuria y deseo.  

—Será mejor que te vayas antes de esto pase a mayores y mi abuelo saque de su escondite a Cosmita  

—¿Cosmita? —Me bajo de su regazo y asiento.  

—Su escopeta —explico obvia y el pone los ojos como platos, tampoco es para tanto.  

—Tienes razón, mejor me voy —me da un último beso y se dirige a la calle.  

—Gallina —es lo último que digo luego de que salga por la puerta principal  





La semana paso más rápido de lo que me esperaba, Max paso a la semifinal del campeonato el sábado pasado y ahora estoy en una sala esperando con mi padre a que lo vengan a recoger para llevarlo al quirófano y le hagan el transplante de riñón. Tengo los nervios a flor de piel, de solo pensar que hace como una hora que terminaron de extraer a Sara el riñón que donará y que mi padre entrará en cirugía en menos de veinte minutos hace que se me erice la piel y empiece a hiperventilar, camino de un lado para el otro en la pequeña habitación tratando de mantener la cabeza ocupada pero es en vano.  

—Ya deja de moverte, que me desespera —dice mi papá rodando los ojos.  

—Lo siento, estoy muy nerviosa —me siento en la camilla en el pequeño lugar que me hace y tomo sus manos entre las mías.  

—No hay necesidad de estarlo, todo va a salir bien y para dentro de dos días ya podrás prepararme esa pizza casera que tan rica te queda —me mira tiernamente y no puedo evitar soltar un suspiro para relajarme.  

—Prepararé la mejor pizza que puedas probar, solo no se lo digas a mamá, ya sabes, por el tema de tu dieta y todo eso.  

—De esta boca no saldrá nada —sonrío y lo abrazo con todas mis fuerzas. 

—Te quiero, mi pequeña.  

—Y yo a ti —digo sobre sus hombros, decir que no tengo miedo sería mentir, ruego a Dios que la cirugía de papá sea tan exitosa como la de mi hermana— Te amo más que a mi propia vida, papá. Yo no suelo demostrar mis sentimientos, pero que sepas que te amo, y que estoy dispuesta a todo por ti. Eres mi orgullo y me ejemplo a seguir, mi pilar en muchas ocasiones, te agradecida. Y quiero que seas consciente de ello. 

—Lo sé, corazón, tú también eres mi orgullo. Mi princesa mayor, la que trajo el amor verdadero a mi vida —me da un beso en la frente y me acaricia la cabellera.  

La puerta se abre y entran dos enfermeros vestidos con bata azul y tapa bocas, supongo que ya se lo van a llevar. Me levanto de la camilla cuando el enfermero más alto se nos acerca.  

—Hora de irnos, señor Martín —comunica con voz ronca.  

—Ok, nos vemos luego, Anne —le regalo una sonrisa antes de contestar.  

—Nos vemos luego papá, te amo —se llevan la camilla y a mi padre fuera de la habitación y los sigo hasta el pasillo del quirófano donde me siento en las sillas de espera. Veo a Max y Ariel viniendo seguidos de mi madre, se sientan junto a mí dejándome en el medio de ambos,  recuesto la cabeza en el hombro de Ariel mientras tomo la mano de mi mejor amigo. Mamá mientras tanto reza con su rosario en mano cerrando los ojos. De seguro el abuelo se quedó con Sara para hacerle compañía mientras nosotros estamos aquí.  

Ariel acaricia mi pelo dándome fuerzas en silencio y agradezco que lo haga de esa forma puesto que lo último que quiero hacer es hablar, al menos no ahora que la vida de mi padre pende de un hilo. Cierro los ojos para internarme dentro de la oscuridad de mi mente y poder contar los segundos que cada vez pasan más despacio, como una tortura involuntaria de la vida, trato de ver el rostro de mi padre recuperado y eso hace que en mi rostro se forme una sonrisa.  




Mi padre está conmigo, abrazándome y dando sus sabios consejos que solo él es capaz de dar, a nuestro costado se encuentra Sara mirándonos con una sonrisa pacífica, mientras mamá coloca los platos en la mesa para servimos su exquisita tarta de pollo que tanto me gusta, y el abuelo por su parte enseña junto con Max a Ariel sobre mecánica y éste recopila la información en un pequeño cuaderno anotador todo lo que escucha. Luego de unos minutos nos sentamos a la mesa con la comida recién servida y cuando quiero dar un bocado mi mamá me reprende pues aún no dimos gracias a Dios por la comida, por lo que cuando no me ve ruedo los ojos, todos nos tomamos de la mano y empezamos con la oración, cada uno agradece en su turno y cuando me toca a mí, el agradecimiento es distinto, agradezco mi vida, la vida que no quiero cambiar por nada pues está conformada por las mejores personas que Dios me pudo haber prestado, mis padres, las personas más honestas que conozco, mi abuelo, alguien en que puedo confiar con los ojos cerrados, mi hermana que aún que sea una bocazas es la mejor hermana después de todo, mi mejor amigo, mi hermano del alma, mi otro yo, mi yo masculino; y por último mi novio, esa persona que apenas conozco pero que se ha ganado un lugar en lo más profundo de mi corazón. ¿Qué más podría pedir si lo tengo todo? Mi vida es perfecta, con subes y bajas, por supuesto, pero perfecta a final de cuentas, una vida que no quiero cambiar ni aquí a seiscientos años. Por eso agradezco una y mil veces a Dios por tenerlos a todos y cada uno de ellos.  

Comemos en silencio, una vez que terminamos de agradecer, cuando ya no queda comida alguna nos dirigimos al sofá y mis padres, Sara y el abuelo comparten el sofá para cuatro personas, Max se sienta en el suelo y yo me siento en el regazo de Ariel en el sofá individual, mi hermana coloca una película de los 80’ que no conozco el nombre pero que trata de una chica que corre carreras de autos. Los miro a cada uno y grabo en mi mente sus rostros para no olvidarlos jamás aún así esté al otro lado del mundo o en otro planeta de una galaxia distinta a esta. 



—¿Por qué no salen aún? —Escucho la voz de mi madre cuando despierto y es respondida por una mujer:  

—No se preocupe, enseguida tendremos novedades —abro los ojos y veo entrar a la mujer en el quirófano y a mi madre parada frente mío sujetada por Max.  

—¿Cuánto tiempo me quedé dormida? —Pregunto a Ariel en un susurro.  

—Como un par de horas.  

—No parece. ¿Algo sobre mi padre? —Niega con la cabeza y yo me incorporo porque estoy acostada en las sillas con mi cabeza descansando en sus piernas— Ya van a ser más de dos horas que papá entró —digo mirando mi reloj.  

—Los transplante duran mucho, no te preocupes —asiento. Me levanto y empiezo a caminar para matar el tiempo, Max y mi madre tienen una conversación a solas y no me interesa participar en ella, solo quiero tener noticias de papá, pero ya.  

—¿Quieren algo de tomar o comer? —Pregunta Max pero los tres negamos. Mi estómago no está en buenas condiciones para recibir ningún tipo de alimento.  

Luego de unos minutos una enfermera sale de sala y veo en su uniforme manchas de sangre por lo que me obligo a mirar en cualquier parte menos allí, no soy fanática de ver ese líquido rojo. Me acerco a ella a la carrera seguida de mi madre mientras que los dos muchachos se quedan a la distancia mirando curiosos hacia nosotras.  

—¿Ya terminó? ¿Cómo está mi padre? ¿Salió todo bien? —El corazón me late a mil por hora que hasta puedo jurar que se me saldrá  por la boca. Mamá se coloca a mi lado y me toma del brazo esperando una respuesta que nunca llega y en cambio la enfermera aparta su vista hacia el suelo y una desesperación me llena el pecho— ¿Por qué no contesta? ¿Cómo está papá? ¿Cuándo podremos verlo? Por favor, conteste —mi voz sale histérica y veo en los ojos de la chica las lágrimas acumulándose, mi cuerpo empieza a temblar y niego repetida veces con la cabeza.  

—Lo siento mucho —la voz se le quiebra al pronunciar las palabras— El señor Briss no soporto el transplante.  

Los pitidos se intensifican a mi alrededor, dejó de escuchar y el mundo se desmorona en mil pedazos y me niego a creer en sus palabras. 

—No, eso es mentira —niego con la cabeza— ¡Dígame que es una mentira! —Exclamo, eso no puede ser verdad, mi padre está vivo, él no puede estar muerto, tiene que ser un error.  

—Mis pésame —murmura y vuelve a entrar a la sala dejándonos en el pasillo. Las lágrimas caen por mi rostro como manantial y las palabras se ahogan en mi garganta negándose a salir.  

—No, no, eso no es cierto —hablo con dificultad y caigo al suelo de rodillas, veo a mamá temblar y luego caer en los brazos de Ariel desmayada. Max trata de levantarme pero no dejo que me toque, no quiero que nadie me toque, quiero a mi papá— Tiene que ser mentira, mi papá no puede estar muerto —susurro para mi misma. Siento como si me hubieran clavado en el medio del corazón una espada de doble filo, sin piedad alguna, dejándome un vacío inmenso en el.  

Ariel lleva a mi madre en brazos a no sé dónde pero no me atrevo a levantar la vista para averiguarlo, pero me obligo a hacerlo cuando la puerta del quirófano vuelve a ser abriera y un grupo de doctores salen de allí con el mismo uniforme de la chica que salió hace unos momentos seguidos de una camilla con un cuerpo tapado con una sábana blanca, debajo de ella se encuentra mi padre sin vida. Me levanto del suelo y corro hacía él pero Max me toma de la cintura reteniéndome.  

—¡Papá! Déjame, Máx —ruego— ¡Papá! —lucho para soltarme pero la fuerza de Max es mayor— ¡Aquí, estoy papá! ¡Dime que no estás muerto! Dime que me mintieron, por favor, dímelo.  

—Anne —llama Max pero lo ignoro, a la única persona a quien quiero escuchar es a mi papá  

—No se lo lleven —suplico— ¡Papá, Papá! —Se van alejándose  de mí y  llevándose el cuerpo inerte del hombre que me dio la vida y me niego creer que esto este pasando de verdad— No, no, no, Max —vuelvo a caer al suelo ya que mis fuerzas fallan y me sujeto de mis manos para amortiguar el golpe— Papá, mi papá. Es una pesadilla voy a despertar y voy a ver mi papá, solo tengo que despertar —balbuceo—. ¡Despiértame, Max! ¡Dime que es una maldita pesadilla! ¡Por favor! —Puedo ver el dolor en sus ojos y como no puede formular palabra alguna—  ¡Papá!...  




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