Anne

•Capítulo Veintiocho•

—Vamos, ¡despierta de una vez, Anne! —Abro los ojos asustada buscando aquí y allá a un asesino en serie o algo por el estilo, por suerte lo único que encuentro es a un Max con cara de pocos amigos.

Ni tanta suerte, eh

—¿Qué demonios te pasa, idiota? —¿Es qué nunca me van a dejar dormir tranquila?

—¿Qué día es hoy? —Su pregunta me saca de quicio, cómo si me importará qué día es.

—Un día creado por Dios —espeto—, ahora lárgate y déjame dormir.

—¿Dónde voy a encontrar a alguien más distraída que tú? Hoy es sábado, Anne —informa y caigo en cuenta de que tiene razón, en mi defensa aún estoy adormilada. No puedo creer que la semana haya pasado con tanta rapidez.

Por lo menos las cosas entre mamá y Sara ya mejoraron, pero el dolor de la ausencia de papá aún se siente, con Ariel no volvimos a discutir y está de lo más emocionado por nuestro "mesversario" ¡Vaya tontería!

Los entrenamientos de Max fueron bastante reñidos, prácticamente no le permití bajar de su moto en toda las horas de práctica, el abuelo nos dio permiso para entrenar por la mañana diciendo que él podía hacerse cargo del taller por unas horas sin la ayuda de nadie— ¡Despierta Anne, ya es tarde! —Hace un chasquido con los dedos frente de mis ojos, no me di cuenta de que me quede pensando.

—Ok, ok, ok ya voy. Déjame dar una ducha y comer algo ¡El mundo no se acabará hombre! ¡Desesperas! —Me levanto de la cama y tomo un short de jeans blanco y una remera negra en señal de mi luto— ¿Qué no vas a salir? —Inquiero al ver que me sigue con la mirada.

—¿Puedo ver tu cuello? —Lo miro incrédula, si tuviéramos subtítulos creo que debajo de mí diría Wtf. De dos zancadas se acerca a mí y aparta los mechones que cubrían mi cuello. Su rostro se tiñe de rojo y me mira indignado— ¿Es un chupetón? —¡Mierda! Yo creí que ya había desaparecido, ese chupetón me lo hizo Ariel el día que tuvimos ese pequeño arranque de hormonas.

Se avecina la buena, lo que me faltaba.

—Este... No —respondo tratando de sonar convincente—, me pico un mosquito y me rasqué la piel —lo intento, en serio, pero no voy a mentir jamás a un experto en la materia. Es Max, ¿ok? Me conoce más que nadie, y bueno, sabrá el vientito de la rosa de Guadalupe las veces que él hizo un chupetón.

—¿Mosquito? —Frunce el ceño— Anne, pierdas tu tiempo al querer mentirme, ¿sabes las veces que deje esa marca en una chica? Ya perdí la cuenta.

—Pues sí —digo rindiéndome—, tienes razón es un chupetón.

—¿Y se puede saber por qué lo tienes? —Suelto una risa y puedo ver lo enojado que está.

¿Qué? ¿A poco quiere que le diga cómo lo conseguí?

—No querrás detalles —afirmo y me dirijo al baño pero él me toma del brazo haciéndome girar y quedar frente a frente.

Trago saliva por la cercanía de nuestros cuerpos.

—Te lo hizo tu noviecito —asiento— ¿Y para qué quiso marcarte?

—¿Marcarme? Max, ¿sabes que no soy un vaca? No me marcó, lo que tuvimos fue un...

—Tuvieron sexo.

¿Te molesta? Ojalá que sí. Emm, no, digo…

—Ese no es tu problema —Ya me enojé, eso ya no es de su incumbencia—, ahora sal que se nos hace tarde.

Sea lo que sea que me quiso decir no lo dijo, solo me suelta y se aparta.

Sale sin decir nada más, dejándome sola en la habitación. Me quedó mirando el vacío que dejó al irse, ¿Qué es lo que me está pasando?

Entro al baño y hago todo lo necesario para higienizarme.

¿Siempre reaccionará de esa manera cuando yo supuestamente tenga sexo? Aún recuerdo como se puso cuando no vine a dormir.

.

.

.

.

—Suerte muchachos, cuídense —Marta nos da un abrazo a cada uno antes de subirnos a la moto.

—Llamen para avisar sobre los resultados —Mamá me da un beso en la coronilla. Max y yo nos montamos en la moto, me despido de las dos señoras con un gesto tipo militar cuando el pelinegro arranca el motor.

Ariel me llamó para avisarme que ya se encuentra en la pista de motocross junto con Maura, al parecer la Barbie paso la noche con mi cuñada y como Ariel también iba a la pista se aprovechó de su generosidad y decidieron ir juntos. No es que este celosa ni nada por el estilo, pero tampoco me hace mucha gracia que pasen tiempo a solas, confío en Ariel pero no puedo decir lo mismo por la fingida ésa. Max se para en un semáforo y gira la cabeza para mirarme.

—Tengo un buen presentimiento, este es nuestro año —dice antes de volver a ponernos en marcha.

—Este es tu año.

Llegamos al pista, lugar que se encuentra atestado de personas, casi y ni hay espacio para transitar, Max cruza el camino regalando a diestro y siniestro bocinazos, algunos salen del camino apresurados y otros lanzan maldiciones a la madre de quién sabe quién y luego se apartan; llegamos donde Mario quien se encuentra con una nueva conquista –que es lo más seguro– y mi novio, Maura se encuentra hablando unos metros más allá por teléfono. Me bajo de la moto y camino hasta Ariel.

—Hola, mi amor —saluda Ariel y me toma del rostro para luego sellar sus labios con los míos, un carraspeo nos devuelve a la realidad y terminamos separándonos.

—Hola, Mario te extrañe tanto casi me muero por verte —Mario hace una mala imitación de mi voz y lo único que gana es que le muestre mi adorado dedo del medio— Yo también te extrañe, rubia.

—Que gracioso —digo arrugando la nariz, me guiña el ojo y me lanza un beso, vuelvo la cabeza hacia Ariel—. ¿Nos esperaste mucho?

—Lo suficiente como para extrañarte.

—Iré a dejar mi moto a la caseta, luego la pasas a revisar, Anne —comunica Max a mis espaldas, solo le contesto levantando en pulgar sin mirarlo.

—No me gusta ser cursi, pero también te extrañé —vuelvo a besar sus cálidos labios ¿será que nunca me cansaré de ellos?— ¿Vamos por unos panchos? Es que hasta aquí llega el olor y estoy que me muero por probarlos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.