Anne

•Capítulo Treinta y Siete•

Me giro en dirección a la puerta, Maura entra vestida con vestido color marfil y unas chatitas blancas, está jodidamente bella –para qué mentir–, su cabellera castaña oscura cae por sus hombros con unas ondas naturales, su maquillaje es perfecto, tampoco es que sea necesario ya que su cara es angelical por sí sola, sin la ayuda de tantas sombras, un rostro propio de una Barbie. Su mirada es inocente, de seguro escuchó nuestra conversación antes de entrar y se hace la desentendida, camina contoneando las caderas y me levanto de la camilla cuando entiendo que quiere llegar hasta Max, me coloco junto a Sara antes de que llegue hasta nosotros.

—No te imaginas la alegría me que da el volver a verte, mi amor —llega hasta mi mejor amigo y besa sus labios como si fueran su mayor premio, me tenso al presenciar la escena, algo en mi interior me produce un sentimiento de enfado, muerdo mi labio inferior y aparto la mirada hacia un rincón cuando la sensación en mi pecho es cada vez más dolorosa. ¿Qué demonios me pasa?— Te amo tanto mi amor, no sabes lo mucho que sufrí todos estos días sin poder tenerte entre mis brazos.

—Yo también te amo, Maura —las palabras de Max solo terminan por colmar mi paciencia ante la sensación dolorosa. Así que, con una revolución de sentimientos, me propongo salir de aquí, giro sobre mi eje y emprendo a la salida, antes de llegar a la puerta Max me pregunta confundido—: ¿A dónde vas, Anne?

Trago saliva y giro la cabeza para volver a mirarlo.

«Busca una excusa, perra» me ordeno.

—Este... Yo-yo... Eh, necesito regresar al taller, olvidé mi... —No sé que más puedo decir. Piensa, animal.— Mi celular, sí, mi celular —asiento mientras hablo aprobando que decir que se me olvidó el celular es buena excusa.

—¿Pero vas a regresar? —Maura ocupa mi lugar en la camilla y me mira indiferente, puedo jurar que está rogando para que me largue de una vez por todas.

Maldita, cara de Teletubbie.

—Puede que sí, nos vemos.

No espero respuesta y salgo de la habitación con la furia embargando mi ser, y lo peor de todo es que no sé por qué.

A ver, qué es lo que te molesta Anne.

¿Qué Maura este con Max o que él le hay dicho que la ama?

¿Él la ama?

¿Por qué simplemente no dijo te quiero? ¿Era necesario el decir te amo?

Camino unos cuantos metros y me detengo cuando siento que una lágrima baja por mi mejilla, la seco confundida y me siento en una de las bancas del pasillo, una señora me mira con pena, de seguro cree que le ocurrió algo a algún paciente. Me paso la mano por el pelo y niego repetida veces,

¿Por qué actué de esta manera al ver que Maura besa a Max si en lo largo de mi vida vi a mi mejor amigo besando a más mujeres de las que puedo contar?

Soy la una idiota.

Una mano se posa en mi hombro y giro el rostro para cerciorarme de quién es.

Sara se sienta a mi lado.

—¿Por qué saliste de esa manera? —Pregunta— No me digas que te olvidaste de tu celular por que sé que lo tienes en tu bolsillo, todos lo vimos cuando saliste, fue la peor excusa que se te pudo haber ocurrido.

¡Mierda! No pensé en eso.

Genial, Anne. Confirmo, soy una idiota.

—No quería estar en el mismo lugar que esa tipa —confieso a medias sabiendo que de nada sirve negar.

—Eso ya me lo quedo claro —obvia—. Lo que no entiendo es por qué la defendías.

—No es que la defendiera —contradigo—, es solo que el doctor quería que Max esté tranquilo, tú solo lo estabas alterando.

—Pues él tiene derecho a saber con qué clase de arpía está saliendo.

—Pero que lo sepa no significa que dejarán de salir —replico con desgana—, ya oíste lo que dijo, él la ama —le recuerdo cabizbaja.

—Entonces es por eso —dice como si apenas terminara de entender algo.

—¿El qué?

—Por eso saliste de la habitación como alma que lleva el diablo —me mira al hablar pero tengo la sensación de se está explicando a ella misma—, porque Max le dijo a esa flacucha que la ama. Te pudiste celosa.

Niego rápidamente.

—Claro que no, yo no tengo el porqué de ponerme celosa —arrugo la nariz y parto la mirada a la defensiva.

—Por favor Anne —bufa—, deja de fingir, es obvio que estás celosa o de lo contrario seguirías allí.

—Ya te dije que yo no estoy celosa —¿No lo estoy cierto?

—Es evidente que sí lo estás, Anastasia, se te nota por los poros —niego con la cabeza tratando, en vano, de hacerle creer lo contrario— tampoco veo el porqué de negarlo, yo siempre supe que entre tú y Max hay más que solo amistad.

—¿Qué quieres decir con más que amistad?

—¿Eres tonta o te haces? Jamás vi a dos personas que se quieran como ustedes, son dos gotas del mismo charco, y para saberlo solo hay que ver cómo se miran.

—Por supuesto que nos queremos, somos mejores amigos.

—Ustedes no se aman como amigos, entre ustedes el amor va más allá de una amistad pero son tan tontos que no se dan cuenta.

—Eso es una tontería, yo no estoy enamorada de Max ni él de mí. Por favor ¡es prácticamente mi hermano! —Exclamo molesta, esto ya se está pasando de la raya, Sara siempre insinuó que Max y yo éramos más que amigos pero jamás paso de broma y ahora su rostro no tiene ni una pizca de estar gastándome una broma.

—Pero no es tu hermano —espeta—, ¿Tanto te cuesta entender?

—Ya deja decir boberías, empezando porque yo tengo novio y lo quiero.

—A Ariel ni siquiera le miras con los brillos en los ojos que aparecen cuando tienes a Max en frente.

—Max también tiene novia, y tú misma escuchaste cuando le decía que la ama —digo ignorando su frase anterior.

—La ama como Héctor me ama a mí —guardo silencio y mi mirada baja hasta su vientre— sé que me entendiste, ese amor es falso. Ni esa arpía lo quiere y mucho menos Max a ella.

—Y aún así, yo no puedo estar enamora de Max, jamás lo vi como algo más que mi mejor amigo y no eso no va cambiar nunca.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.