Anne

•Capítulo Cuarenta•

Llego a casa media hora después, he tratado de no llorar pero la lágrimas son demasiado traicioneras, así como lo soy yo. Traicioné la confianza y el amor de Ariel, y no sólo el de él sino también el de Maura, aunque ella no sea mi mejor amiga, hace apenas dos días que dejó de ser la novia de Max. Soy una estúpida, eso es lo que soy ¿Cómo se me ocurre venir a enamorarme justamente de mi mejor amigo?

Es una completa tontería, nunca desde que lo conozco –y eso quiere decir desde que tengo uso de razón– sentí nada más que cariño de amigos por él, es más, ¡nos tratamos como hermanos!

«Nadie se enamora de su hermano, Anne»

Abro la puerta de entrada y voy hasta mi habitación sin mirar a los costados, me acuesto en mi cama y grito ahogando el sonido con la almohada. Me incorporo y lanzo con fuerza un adorno de mi mesita haciéndolo impactar contra la puerta.

—¿Qué se supone que voy a hacer? —Gimo pasando una mano por mi cabellera— ¡Justamente de él, Anastasia!

—¿Qué demonios? —Exclama Sara al abrir la puerta y ver los pedazos de la porcelana. La miro por un segundo y me lanzo de espaldas a la cama— ¿Por qué gritas? ¿No ingresaste?

—No es eso —me tapo el rostro con el brazo cuando ella se sienta a mi lado— La Católica me aceptó.

—¿Y entonces por qué gritas como desquiciada? —Me destapa el rostro, inmediatamente cierro los ojos.

—Porque soy una tarada —espeto.

—Pero ya lo sabías desde siempre —dice burlona pero deja de reír cuando se da cuenta de que he abierto los ojos y le lanzo una mirada mortífera—Ya, ok. ¿Qué pasa?

—Todo pasa, todo —me siento en forma india y sostengo mi mentón con mi mano.

—No entiendo nada, explícate —imita mi posición después de levantarse a cerrar la puerta.

—Max y yo nos besamos —confieso de un sopetón.

—¡¿Qué?! —Le lanzó una almohada para que cierre su boca y deje de gritar— ¿Cuándo?

—Cuando festejaba que por fin soy una universitaria.

—No lo puedo creer ¡Por fin!. Esperé esto por tanto tiempo —festeja.

Frunzo el ceño sin entender.

—¿Qué sea universitaria?

—Mmm, no tonta, estoy feliz de que hayan aceptado que se aman —sus ojos adquieren un brillo al pronunciar cada palabra.

—No, yo no acepto nada —la corto—. Es un completo error que Max y yo estemos enamorados, ni siquiera sé si él lo esta.

—¿Cómo, no te lo dijo? —Pregunta decepcionada.

Niego.

—No le di oportunidad de hablar. Sara, tengo novio y me besé con otro.

—¿Y a quién le importa él? Tú y Max están destinados a estar juntos, y yo siempre lo supe y tú también.

—¿Cómo qué a quién le importa él? Sara, es mí novio, Ariel está enamorado de mí y yo le fui infiel con mi mejor amigo.

—Nadie es infiel por besar a otro una sola vez ¿O lo hicieron varias veces? —Abre la boca fascinada— ¿Hubo lengua? No respondas. Obvio que hubo lengua, es Max después de todo.

—En tu diccionario eso no es ser infiel, pero en el mío sí —digo ignorando la parte de si hubo lengua o no. Sí la hubo, pero no viene al caso.

—Es tan lindo —habla con aire soñador—. Una amistad de años y un amor recién encontrado. Bonita frase para un libro, ¿Qué te parece si escribo uno donde ustedes son los protagonistas? —Entrecierro los ojos y suspiro.

—Sería una frase estúpida, y no hay un libro donde Max y yo tengamos un romance. Es ilógico.

—¿Por qué?

—¿Por qué? Porque somos casi hermanos.

—Ya para con eso que me exasperas, tú y Max no.son.hermanos.

—Y también está Ariel, él me ama, yo no puedo, no quiero lastimarlo.

—Lo lastimarás más si sigues con él amando a otra persona.

—Pero yo no amo a Max —replico— esto solo debe de ser una confusión que terminará en cualquier momento y yo podré continuar con mi vida común y corriente, sin triángulos amorosos ni mentiras.

—Lo que no entiendes no es el que estés enamorada de tu amigo sino, que lo amas desde hace mucho tiempo pero nunca te diste cuenta.

—O tal vez nunca se quiso dar cuenta —objeta mamá entrando a la habitación.

—¿Estabas escuchando? —Reclamo bruscamente— Lo siento.

—Tampoco es que hablen en susurros —se defiende—, pero estoy de acuerdo con tu hermana —dice colocando sus manos en los hombros de Sara.

—¿En qué?

—En que tú estás enamorada de Maximiliano, ya era demasiado obvio. Y aquí entre nos, ese tal Ariel no me cae nada bien.

—¿Tú también? ¿Acaso es el día de ponerse en contra mía o qué?

—Es día de hacerte entrar en razón, tarada —me dice Sara rodando los ojos— Sabía que eres una cabeza dura pero no que tanto.

—¿Saben qué? —Exclamo— Yo me voy a dormir porque mañana tengo trabajo. Buenas noches.

—¿Nos estás echando? —Inquiere Sara indignada.

—No. Les estoy invitando a retirarse, que es distinto.

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Llego al taller temprano, y para mi entera sorpresa ya se encuentra abierto, de seguro es el abuelo que cuando yo desperté ya no se encontraba en la casa.

—Ya llegué —anunció y veo a Mario salir de armario de herramientas.

—Buen día, rubia —saluda chocando las manos conmigo— ¿Qué te paso? Parece como si te hubiese pasado una grúa encima —le lanzo una mirada mordaz pero no digo nada porque tiene razón, anoche no pude dormir nada porque mi mente se encargó de hacerme una mala jugada y hacerme pasar horas y horas pensando en el pelinegro.

—Gracias por tu cumplido Marito —se ríe en voz baja cuando me acerco hacia el mono de trabajo para poder empezar con el auto que ayer no tuve tiempo de terminar— ¿Y el abuelo?

—No lo sé, justo te lo iba a preguntar —me giro y lo miro confundida ¿Si no vino aquí a dónde fue?

—Yo tampoco lo sé, cuando me levante él ya no estaba en casa y creí que se vino más temprano.

—No, cuando yo llegué estaba cerrado y tuve que abrir utilizando la llave escondida.




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