Annie de las Estrellas

02. LAKE (I)

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LAKE (I)

Lake arribó a St. Lewrick el primer viernes de su verano número diecinueve, al volante de su bonito vehículo plateado; el mismo en el que un año antes había partido hacia Ciudad Mirage para cursar su primer año en la facultad de leyes. Fue recibida por un cielo totalmente despejado, un sol brillante, y el aire fresco de las montañas y bosques circundantes al pequeño pueblo del sur.

Aunque definitivamente ya no era tan pequeño como hace diez años. Al cruzar el límite del pueblo y pasar a lado del cartel de “Bienvenido a Saint Lewrick”, Lake no pudo evitar reparar escuetamente en la parte inferior a esa frase, y en el número doce, seguido de tres ceros a la derecha, que ilustraba la población actual.

«¿Cuándo nos volvimos tantos?» pensó divertida, y quizás algo sarcástica. Después de todo, seguía siendo un número bastante inferior al casi millón y medio que había en la ciudad que dejaba detrás.

Ese primer año viviendo lejos de casa había sido todo lo que Lake se había imaginado, y más.

En la escuela, se destacó rápidamente entre los demás alumnos de su generación por su rapidez al momento de pensar y responder, y por su férrea convicción al momento de defender alguna postura en clase. Sus calificaciones habían sido además (casi) excelentes. Ya para esos momentos, al menos dos de sus maestros le auguraban un futuro prometedor como abogada.

En lo social, su facilidad para desenvolverse hizo que no tardara de hacerse de un respetable grupo de amigos; chicos y chicas inteligentes y dedicados, pero también muy divertidos.

En el terreno de las citas, no había ningún pretendiente formal, y no lo había habido desde que terminó con Joe Katherman el último semestre de preparatoria. A lo mucho había salido a dos citas con dos chicos diferentes que la habían invitado, pero ninguna llegó a más. Prefería de momento dejar ese tema de lado, y enfocarse por completo en sus estudios. Después de todo, eso le había prometido a su padre… indirectamente.

Lo que sí era innegable es que la vida en la ciudad le resultaba bastante distinta a la vida de un pequeño pueblo con St. Lewrick, y eso era algo que Lake no podía ocultar demasiado. Todo en aquel sitio era mucho más apresurado y estrambótico. La gente siempre tenía algo que hacer; incluso verse con amigos o salir a beber algo, lo veían como un pendiente o una tarea que cumplir. Lake no podía decir con total seguridad que aquel ritmo le gustara del todo, pero sentía que se estaba acostumbrando. La vida en la ciudad tenía también sus ventajas, después de todo.

Aun así, tras dos semestres de exámenes, proyectos, y muchas lecturas, la idea de pasar su verano en casa de sus padres, y rodeada de la calma que tanto distinguía a su pueblo natal, le apetecía como la mejor opción para desconectarse y descansar.

Se estacionó frente a la pequeña casa victoriana amarilla de tejas rojas un poco antes del mediodía. En cuanto apagó el motor del vehículo, divisó desde su ventanilla a sus padres saliendo por la puerta principal, y dirigiéndose hacia la acera con paso presuroso y emocionado. Lake sonrió alegre ante la idea de poder verlos de frente después de un año, y no a través de la pantalla de su teléfono. Bajó del auto, y fue recibida al instante por un fuerte abrazo de parte de su madre.

—Bienvenida, cariño —exclamó la Sra. Morrison, desbordante de alegría en cada palabra.

—Hola, mamá —le respondió Lake de la misma forma, abrazándola también. Estuvieron así un rato, antes de que se separaran y le tocara el turno a su padre—. Hola, papá —lo saludó con voz más calmada. Su padre sólo le sonrió, la abrazó (con un tanto menos de efusividad) y le dio un pequeño beso en la corona de la cabeza. Lake le correspondió el abrazo. Aunque su padre no solía demostrar su alegría tan abiertamente como su madre, sabía que igual estaba contento de verla.

—¿Cómo estuvo el viaje? —preguntó curioso una vez que se separaron.

—Tranquilo, gracias al cielo. Pero el aire acondicionado no está enfriando muy bien, así que fue un poco caluroso.

—¿En serio? —comentó el Sr. Morrison, frunciendo el ceño e inclinándose un poco por la ventanilla abierta del copiloto—. Tendremos que llevarlo a que Harrison lo revise un día de estos.

Lake se limitó a asentir. El auto se lo había comprado su padre de segunda como regalo de graduación, y realmente fuera por ese detalle reciente del aire acondicionado, le había servido muy bien durante ese año.

Terminados los saludos y bienvenidas, Lake se dirigió a la cajuela del vehículo para bajar su equipaje.

—Yo llevo esto —se apresuró su padre al tiempo que tomaba la maleta más grande antes que ella. Aunque en cuanto la retiró de la cajuela, fue evidente que le resultó más pesada de lo que esperaba—. ¿Qué traes aquí? —preguntó confundido, mientras la colocaba con cuidado en el suelo.

—Ropa, por supuesto —dijo Lake, esbozando una pequeña sonrisa burlona—. Y algunos libros… Serán vacaciones, pero aún tengo cosas que repasar.

Aquella afirmación hizo que una genuina sonrisa de alegría se dibujara en los labios de su padre.

—Esa es mi niña, la futura abogada —comentó con orgullo, al tiempo que la rodeaba por los hombros con uno de sus fuertes brazos—. Y quizás, algún día, gobernadora del estado, y mucho más.




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