Annie de las Estrellas

08. LAKE Y MAYA (I)

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LAKE Y MAYA (I)

Antes de irse a su cita, la madre de Lake entró a su habitación para avisar que se iba, y le tocó ver a su hija arreglándose para el concierto. Cuando le preguntó si iría con alguien, Lake tuvo que mentirle y decirle que iría sola. Tras los comentarios que habían hecho más temprano sobre Maya, dedujo que ni su madre ni su padre tenían precisamente la mejor opinión de ella. Sin embargo, ella deseaba saber el otro lado de la historia.

De entrada su padre había dicho que Maya no trabajaba ni estudiaba, pero ella misma había dicho lo contrario, así que al menos alguien ahí mentía. Y no podía hablar mucho por Maya, ya que hacía tiempo que no pasaba tiempo con ella, pero sí sabía por experiencia que su padre solía dejarse llevar mayoritariamente por lo que las demás personas decían.

Pero el motivo principal para invitar a Maya había sido justo el que le había dicho: ponerse al día, saber cómo se encontraba y, quizás, aclarar de una vez qué era lo que les había ocurrido como amigas. Igual que con el tema del trabajo, Lake tenía una parte de la historia; la que le correspondía a ella. Pero nunca había tenido clara la de Maya.

Si no eran capaces de llevarse bien de nuevo, al menos podría darle un cierre al tema de alguna forma.

El conjunto que Lake eligió para esa noche fue un bonito vestido casual color azul rey, con escote en forma de “v”, de mangas cortas y una falda amplia a las rodillas. Era bastante cómodo y fresco, además de que se veía elegante y le sentaba bien. Lo complemento con unas zapatillas de charol, también azules, y un maquillaje sencillo y discreto. Se debatió un poco más con el peinado, pero al final se decidió por un recogido simple a la altura de la nuca.

Poco antes de las ocho ya estaba lista. Se observó una última vez frente al espejo para asegurarse que todo estuviera en su sitio, y estuvo satisfecha con lo que vio. Así que sin más, tomó su bolso, su teléfono, y por supuesto su boleto, y salió de la casa.

Alrededor de las 8:10, se encontraba impaciente de pie a lado de su vehículo, esperando a que su acompañante apareciera. Y cada segundo que pasaba, más se molestaba, y lo exteriorizaba con la forma en la que se cruzaba de brazos y caminaba de un lado a otro por la acera como león enjaulado.

«Típico de ella» pensó con irritación. «Le dije claramente que nos veíamos a las ocho, y que no llegara tarde. Pero siempre hace esto, desde que éramos niñas»

En retrospectiva recordaba que era un aspecto que siempre le molestó de ella. Aun así, no le parecía que hubiera sido un factor que influyera en que dejaran de ser amigas; no uno particularmente relevante, al menos.

A las 8:12, al fin escuchó la puerta de la casa de al lado abrirse, y Maya hizo acto de presencia. Y aunque al principio Lake tuvo el impulso de recriminarle el asunto de la hora, su mente divagó en otra dirección al ver lo que la otra chica traía puesto: un jeans deslavados abiertos a la altura de la rodilla, botas altas estilo militar, una chaqueta de cuero de motociclista, y una camiseta blanca holgada de tirantes debajo de ésta con el estampado de alguna caricatura o similar.

—Hey, ¿lista para un poco de música que enriquezca nuestras mentes? —exclamó Maya con entusiasmo mientras se aproximaba. El desconcierto total en el rostro de Lake fue más que evidente en cuanto estuvo lo suficientemente cerca—. ¿Qué? No llegué tar… —sacó en ese momento su teléfono del bolsillo, y echó un vistazo rápido a la hora—. No llegué tan tarde. Además, estamos a lo mucho a cinco minutos, ¿no?

—¿En serio vas a ir vestida así? —soltó Lake por reflejo.

—¿Qué? —musitó Maya, confundida, agachando la cabeza para ver su camiseta y sus pantalones—. ¿Qué tiene mi ropa?

—Es un concierto de música en el Majestic. Tienes ir con algo más formal.

—Ah, no —espetó Maya en alto, incluso riendo un poco son suficiencia—. En ningún lado del panfleto dice que sea de gala. Así que si no me dejan entrar por mi atuendo, me quejaré con el gerente.

—¿No tienes siquiera un vestido de cualquier tipo?

—Están en la tontería; sí, todos ellos.

—Yo podría prestarte algo.

—Ya, suéltalo, ¿quieres? No va a pasar nada —exclamó con indiferencia, y avanzó entonces con paso tranquilo hacia el auto de Lake, por el lado del copiloto—. Ahora apúrate, que quiero comprar palomitas antes de que comience.

Lake rodó los ojos, y soltó un pesado suspiro de resignación. Eso definitivamente no lo extrañaba tanto.

—No creo que vendan palomitas en un evento así —indicó con seriedad mientras se dirigía a la puerta del conductor.

—¿Quieres apostar? —lanzó Maya, sonando como un genuino desafío.

Lake no respondió, y ambas ingresaron sin más en el vehículo para ponerse en marcha de una vez.

— — — —

St. Lewrick era un pueblo relativamente pequeño, y el viaje desde la calle de Maya y Lake hacia donde se ubicaba el Majestic, en efecto tomaba unos cinco minutos (siete, en realidad). Aun así, los primeros dos minutos de aquel recorrido parecieron eternos para ambas, en especial por el incómodo silencio que se había formado; Maya abstraída mirando por la ventanilla de su lado, y Lake con ambas manos firmes sobre el volante, y su mirada fija en el camino. El único intercambio de palabras había sido cuando Lake le pidió a Maya que se colocara el cinturón, y ésta lo hizo a regañadientes.




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