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LAKE, MAYA Y ANNIE (I)
Una vez que las emociones se asentaron, y con ello se “amortiguaran” las dudas, Lake, Maya y Annie pudieron sentarse más tranquilas en sus sillas para charlar. Y las primeras dos se atrevieron ahora sí a probar el té y los bocadillos que su anfitriona les había preparado. Y para ligero desagrado de Lake, pero no tanto de Maya, ambas cosas estaban bastante dulces; pero al menos no se había excedido con la mantequilla.
—Hace diez años, cuando ustedes me encontraron, yo recién estaba arribando por primera vez a este planeta —explicaba Annie, mientras las otras la escuchaban atentamente—. Me dirigía para acá para encontrarme con mi hermano, y unirme a su equipo de investigación. Pero algún tipo de anomalía desvió estrepitosamente el curso de mi esfera. Y, bueno… ustedes saben lo que pasó —añadió acompañada de una pequeña risilla divertida.
—Caíste en el pueblo más aburrido del mundo, pero conociste a las dos chicas más extraordinarias del universo, ¿no es cierto? —indicó Maya con jactancia, señalando a Lake y a sí misma con sus pulgares.
Ambas rieron al unísono, casi en el mismo ritmo y tono. Lake se mantuvo más serena, bebiendo pequeños sorbos de su (excesivamente dulce) té.
Annie se había quedado para ese momento con su apariencia real de piel azul, y para su sorpresa en efecto ésta pareció transmitirles mayor seguridad a ambas. Aunque resultaba un poco extraño ver ante ellas una imagen más grande de aquel amigo que habían hecho hace diez años, y encima de todo hablando directamente con palabras que lograban entender sin mucho problema. Aún parecía, hasta cierto punto, algo irreal.
—Entonces, ¿tú hermano también está… aquí en la Tierra? —preguntó Lake con curiosidad.
—Oh, sí —respondió Annie, asintiendo—. Él lleva ya unos veintidós ciclos viviendo entre las personas de este planeta para observarlas y estudiarlas.
—¿Para observarnos y estudiarnos? —exclamó Lake, sorprendida.
—¿Como si fuéramos animalitos de una reserva? —inquirió Maya justo después, con una emoción parecida.
—No, no se trata de eso —se apresuró Annie a aclarar, negando con la cabeza.
—¿Entonces qué es lo que tenemos tan interesante los humanos como para que tu hermano pasara observándonos…? —comenzó a cuestionar Lake, pero vaciló un poco antes de poder darle forma a la última parte de su pregunta—. ¿Veintidós ciclos, dijiste? ¿Qué es un ciclo?
—Es una medida estándar interplanetaria para medir el tiempo, equivalente a siete millones de zigs —respondió Annie rápidamente con completa seguridad al hacerlo. Aunque le resultó rápidamente notorio que dicha explicación no había sido tan aclaratoria para sus dos invitadas como ella se había imaginado—. O, más o menos, ocho meses y medio terrestres, me parece.
Eso pareció ser un poco más claro para las dos chicas, aunque no por completo.
—Entonces —masculló Maya, pensativa—, eso quiere decir que tu hermano lleva viviendo en la Tierra… —alzó su mirada al cielo sobre ella, comenzando a repasar los números en su cabeza, lo mejor que ésta se lo permitía—. Ocho punto cinco… por veintidós… dos por ocho… ¿Cuánto? —exclamó un poco aturdida, girándose en ese momento hacia Lake en busca de alguna respuesta.
—¿Tengo cara de calculadora? —le respondió ésta, un poco hostil—. Usa tu teléfono.
Ambas escucharon como Annie volvía a reír divertida en ese momento. Oírla reír también resultaba toda una novedad para ellas; no recordaban haberla escuchado hacerlo en algún momento cuando la conocieron hace diez años. Pese a su apariencia de ese momento, y su acento al hablar, ahora se comportaba mucho más parecido a un ser humano.
—Un poco más de quince años terrestres —aclaró Annie, poniendo fin a su duda.
—Pues es bastante tiempo —indicó Maya, asombrada—. Apuesto a que se quedó por la pizza, ¿verdad? A que no encuentras nada parecido en ningún lugar del universo.
—No sabría decirte —comentó Annie, encogiéndose de hombros—. A pesar de los buenos comentarios que hacen de ella, la pizza es otro de esos alimentos que no podemos consumir, a riesgo de enfermarnos. Es bastante, como dicen aquí, “grasoso” para nosotros.
—¿No pueden comer pizza? —exclamó Maya en alto, sonando casi horrorizada por lo que escuchaba—. ¿Cómo pueden vivir de esa forma?
—Maya —masculló Lake despacio, y colocó una mano en su hombro para empujarla a que se sentara de nuevo en su silla. Y aunque el tema de la pizza le resultaba muy interesante, ella tenía deseos de volver al anterior un momento—. Entonces, ¿qué es lo que estudia tu hermano aquí en la Tierra? ¿Nuestros… ciclos de apareamiento o algo así?
—Eso sí que debe divertirlo, ¿cierto? —indicó Maya con tono socarrón.
—No, él… —susurró Annie, pero pareció dudar un poco por un momento—. Bueno… Estudia de todo un poco, se podría decir. A grandes rasgos, nuestra misión es obtener conocimiento sobre las cualidades más sobresalientes de cada civilización con cognición avanzada en el Universo.
—¿Cognición avanzada? —masculló Lake, confundida.
—Y en nuestro caso, ¿cuál es nuestra cualidad más sobresaliente? —preguntó Maya, bastante interesada.