Annie de las Estrellas

17. LAKE Y MAYA (V)

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LAKE Y MAYA (V)

El camino de regreso al pueblo fue tan silencioso e incómodo cómo podía esperarse. Desde que se subieron al vehículo, y justo después de colocarse el cinturón de seguridad, Maya giró por completo su rostro hacia su ventanilla, y así se quedó. Lake optó por su lado en centrarse en el camino, como en teoría debía de hacer. Pero, por supuesto, le era difícil ignorar al gran elefante en la habitación; o, en ese caso, en el auto.

Lake intentó pensar en algo que decir; cualquier cosa que pudiera romper ese hielo tan frío y duro. Sin embargo, en gran parte del trayecto dicha opción simplemente no se le vino a la mente, o más bien no tuvo el valor suficiente para decidirse por ninguna.

Sólo hasta que ya estuvieron entrando al centro de la ciudad, y las atrapó temporalmente un pequeño embotellamiento debido a una calle cerrada, Lake tuvo el arrojo suficiente para romper ese silencio tan agobiante.

—¿Dónde está tu trabajo? —le preguntó a su acompañante con cautela—. Puedo acercarte si quieres.

—Sólo llévame a mi casa —le respondió Maya con sequedad, y sin apartar su mirada de la ventanilla.

—De acuerdo —masculló Lake en voz baja—. Y, ¿a qué horas sales? ¿No te gustaría salir conmigo y las chicas? Vamos a ir al centro comercial, quizás a ver una película.

Lake dejó un espacio libre para que Maya pudiera responderle, pero ésta no lo tomó en cuenta. Siguió callada, con su atención puesta en el camino, como si no la hubiera escuchado.

—Será divertido —insistió Lake—. ¿Recuerdas a Anita y Jen de nuestra clase? De seguro sí recuerdas a Stephanie, ¿no? ¿La chica que estrelló su auto contra el del director cuando estábamos en segundo año de preparatoria? Sus padres se enojaron tanto, que creo que apenas le acaban de levantar el castigo —bromeó añadiendo además una risilla divertida, esperando que Maya la secundara. No lo hizo.

Sin embargo, al menos en ese momento sí recibió una respuesta de su parte, aunque no la que se esperaba.

—No tienes que invitarme sólo porque te sientes obligada a hacerlo —soltó Maya con voz amarga.

—No lo hago —respondió Lake rápidamente—. En verdad te estoy invitando porque quiero.

—¿Por qué? —exclamó Maya, sonando casi desafiante al hacerlo. Lake se giró a mirarla, desconcertada por la pregunta.

—¿Por qué? —repitió Lake, vacilante.

—Sí, ¿por qué querrías ahora invitarme a pasar tiempo contigo y tus amiguitas? —recalcó Maya, dejando más al descubierto su enojo, y ahora sí atreviéndose a mirarla.

—¿A qué viene eso? —respondió Lake con tono defensivo.

Maya no respondió de inmediato e incluso se giró una vez más hacia la ventanilla. Segundos después, habían logrado pasar el embotellamiento y se dirigieron de manera más fluida hacia su calle.

—¿Por qué no le dijiste a Annie que tú y yo ya no somos amigas? —cuestionó Maya de pronto, con tono de acusación—. ¿Por qué no le dijiste que, de hecho, este último par de días es el mayor tiempo que hemos pasado juntas en…? ¿Cuatro años o algo así?

—¿Por qué no se lo dijiste tú? —le regresó Lake el cuestionamiento. No había sido la única que había mentido, o en su defecto omitido cosas en esa conversación; las dos estaban ahí.

Maya no respondió, y volvió de nuevo a sumirse en el silencio. Pero, para ese punto, Lake no estaba dispuesta a permitirlo.

—Yo sí te invitaba a pasar tiempo con nosotras, pero tú siempre te negabas —declaró Lake con ferviente seguridad, tomando totalmente desprevenida a Maya con sus palabras.

—¿Qué? Eso no es cierto.

—Por supuesto que sí. ¿A cuántas fiestas y eventos te invité y siempre decías que tenías algo mucho más importante que hacer?

—Oh, disculpa si no me apetecía tanto ir a la casa de ve tú a saber quién, rodeada de gente que no conocía, que ni me hablaban, y siempre me ignoraban en la escuela. Y además tener que soportar al idiota de Joe Katherman que no se te despegaba ni para ir al baño.

—Oye, Joe siempre fue amable contigo.

—Sólo cuando estabas cerca. En cuanto te volteabas, me daba una de sus miraditas de: “¿por qué no te largas de una buena vez?” Y todas tus otras amiguitas eran iguales a él.

—No sabes lo que estás diciendo. Sólo los prejuzgaste, y nunca te diste el tiempo de conocerlos, o de que ellos te conocieran a ti. Si te hubieras abierto más, estoy segura de que te hubieran agradado tanto como a mí.

—No me interesaba agradarles a ninguno de ellos, ¿de acuerdo? Yo sólo quería pasar tiempo con…

Sus palabras murieron ahogadas en su garganta en cuanto pudo prever lo que estaba por decir. Lake la miró de reojo, esperando expectante para escuchar el resto, pero éste no salió.

—¿Qué? —preguntó Lake, inquisitiva. Maya desvió su mirada, apenada—. ¿Qué? —insistió Lake.

—¡Sólo quería pasar tiempo contigo! —exclamó Maya en alto, exasperada, como si aquello debería ser lo más obvio del mundo—. Con quién se suponía que era mi mejor amiga. Pero de repente y sin decir nada, al parecer estar conmigo ya no era tan divertido, ¿cierto? Ahora sólo podías estar conmigo, si era en compañía de alguna de tus bonitas amigas porristas, o el tarado de Joe Katherman.




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