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VERANO DE HACE DIEZ AÑOS (V)
En aquel entonces, por supuesto que el ser al que Maya y Lake nombraron “Annie” era incapaz de leer con claridad las palabras escritas en los muchos, muchos libros guardados en el sótano de los Stuart. No obstante, sí había recibido un entrenamiento exhaustivo durante sus primeros años para intentar reconoces patrones en los idiomas externos, tanto hablados como escritos, con el fin de poder identificar su composición y estructura, y así a la larga poder comprenderlo con mayor fluidez.
Se dio cuenta bastante pronto que era mucho más sencillo decirlo que hacerlo. Y quizás, además, los cientos de ejercicios que había hecho con sus tutores, no habían sido suficientes.
Hasta ahora, tras repasar una y otra vez los las páginas de aquellos libros, había logrado tres cosas:
Identificar las diferentes letras que componían el abecedario de ese planeta.
Identificar las letras y algunas palabras muy usadas.
Que le doliera la cabeza al menos tres veces en el último par de días que lleva enfrascado en esa tarea.
Se suponía, según sus tutores, que estudiar directamente los escritos de un planeta, y escuchar a los nativos hablar sin intervenir, eran las mejores formas de aprender su idioma. Pero ciertamente para ese punto sentía que había comprendido mucho mejor con los pocos minutos que había intercambiado palabras con las dos niñas que lo habían acogido, que había entendido de inmediato que se llamaban entre ellas Maya y Lake, que todo el rato que llevaba estudiando esos libros.
¿En verdad observar sin intervenir era la mejor forma de comprender el comportamiento y la conducta de una especie desconocido? ¿Era así como su hermano realizaba su labor?
Debía haber algo que su mente joven, que no había pasado aún por completo por la maduración de la identidad, no podía comprender del todo. Necesitaba en serio encontrar a su hermano y poder seguir con su instrucción. Él de seguro podría explicarle mejor el camino a seguir.
Esa mañana tenía la mitad de su mente enfocada en ese pensamiento, y la otra en el libro sobre sus piernas que repasaba por quizá quinta vez, cuando un fuerte estruendo sobre su cabeza captó su atención, obligándolo a apartar su vista del libro.
—¡¿Qué tanto haces en ese maldito sótano?! —pronunció una voz grave y potente que no reconoció, pero que casi hizo retumbar las paredes con su grito. Y aunque no comprendiera el significado de las palabras, no lo necesitó para percibir por completo la agresividad impregnada en cada una de ellas.
—¡¿Qué te importa?! —le respondió otra de regreso, y ésta sí que le resultó conocida: era Maya.
—¡Te he dicho que no me hables así, mocosa impertinente! Siempre estás perdiendo el tiempo, nunca haces nada de provecho. ¡Ya me tienes harto!
Se escucharon más ruidos, cosas agitándose e incluso cayendo al suelo.
—¡No!, ¡suéltame! —gritó Maya con marcada desesperación.
—¡Ven acá!
Más golpes y ruidos, seguidos justo después por unos pasos presurosos, sonando igual a cuando Maya o Lake subían la escalera que las sacaba de ahí del sótano.
Los pasos se percibieron cada vez más lejanos, y lo hicieron poco después las dos voces. Pero igualmente logró captar vestigios de ella.
—¡Abre la puerta o la tiro!
—¡Déjame sola!
Se escuchó un fuerte golpe, que éste sí hizo retumbar la casa, y Annie se sintió en verdad atemorizado. Se puso de pie por mero instinto, y se dirigió hacia una esquina del sótano, ocultándose entre cajas y sombras.
Un golpe más luego de un rato, y después de unos instantes de silencio, cortados sólo por otra agresiva amenaza lanzada al aire:
—¡Esto no se va a quedar así! ¿Me oíste?
Los mismos pasos bajando escalones se hicieron notar, pero ahora en sentido contrario. El sonido de una puerta azotándose, y el de un motor encendiéndose y alejándose. Y sólo hasta entonces la casa quedó en silencio, pero… eso no lo hizo sentir más tranquilo.
Aguardó unos instantes para ver si ocurría algo más, pero todo siguió en silencio. Se animó entonces a salir de su pequeño escondite, y dirigirse con paso cauteloso hacia la escalera. Maya y Lake le habían indicado que no saliera… o al menos eso pensaba él que le habían dicho. Pero esa situación lo empujó a desobedecer y subir los mismos escalones por los que días antes había bajado, y echar un vistazo.
Abrir la puerta no le resultó difícil, pues había visto a Maya y Lake hacerlo antes. Sólo giró la pequeña esfera unida a un costado de la puerta, y jaló; un mecanismo más que simple de comprender.
Sólo había visto el primer nivel de la casa en su primer día, cuando Maya y Lake lo llevaron al sótano, pero recordaba bien su distribución con sólo ese rápido vistazo. Tras haber estado tanto tiempo en el sótano, ver ese escenario tan distinto resultaba fascinante, en especial por la significativa cantidad de luz que entraba por las ventas abiertas y alumbraba todo de una forma tan brillante que resultaba incluso un poco doloroso para sus ojos. La luz del sol de ese mundo era relativamente más fuerte de lo que estaba acostumbrado, pero nada a lo que no pudiera acostumbrarse.