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LAKE, MAYA Y ANNIE (IV)
Mientras Maya iba por su soda, Lake y Annie aprovecharon para conversar un poco. Lake de inmediato se percató de que era la primera vez en esos días en los que estaba a solas con Annie (sin contar la mirada protectora de Max a la distancia), y temió no poder hablar con ella de nada. Después de todo, no era como si hace diez años hubieran podido tampoco hablar mucho.
No obstante, pese a sus preocupaciones, se encontró con la sorpresa de que la conversación no tuvo mucho problema en fluir. Annie comenzó a preguntarle, con mucho interés, sobre su vida, lo que había hecho en esos diez años, y en especial lo que hacía en el presente. Lake intentó responder cada pregunta, pero le destanteaba un poco lo entusiasta que parecía Annie con cada una de sus respuestas; aunque para ella no fueran la gran cosa lo que le decía.
—¿Cómo es estar en la universidad? —preguntó Annie, bastante interesada al parecer—. He escuchado y leído muchas cosas al respecto, pero obviamente no lo he vivido de primera mano.
—Es… interesante —respondió Lake, un poco insegura de qué palabra usar—. Es igual a la preparatoria, pero a la vez no. En la preparatoria eres como un niño que cree que ya es un adulto. Pero luego llegas a la universidad, y te das cuenta de que “oye, ahora sí soy un adulto.” Y eso asusta un poco. ¿Sabes de lo que hablo? Bueno, quizás no…
—De hecho, sí —susurró Annie, esbozando una pequeña sonrisa—. Lo entiendo un poco.
Lake asintió. Supuso que el proceso de convertirse de niño a adulto, y todos los problemas y retos que esto conllevaba, debía de ser algo casi universal para todos.
—¿Y por qué leyes? —preguntó Annie de pronto, alzando de nuevo la mirada.
—¿Cómo dices?
—¿Por qué elegiste estudiar leyes en lugar de dedicarte al baile? ¿En verdad quieres ser presidenta como dice Maya?
—No, claro que no —respondió Lake, acompañada de una aguda risa sarcástica.
—Yo creo que serías una buena presidenta.
—Gracias, pero no, eso no es para mí. Como ya dije, me conformo con ser abogada.
—¿Te gusta? —preguntó Annie justo después. Lake la miró, evidentemente algo desubicada por la pregunta—. La idea de ser abogada —aclaró—. ¿Ese es tu sueño?
La pregunta incomodó un poco a Lake, que vaciló un momento antes de poder dar algún tipo de respuesta.
—Bueno, es lo que mi padre siempre quiso —masculló despacio, al tiempo que se acomodaba un mechón suelto detrás de la oreja.
—¿Tu padre? —repitió Annie, curiosa—. ¿Y tú?
Eso no hizo ningún progreso en calmar la incomodidad de Lake. Aun así, hizo acopio de todas sus habilidades obtenidas en los debates para mantenerse firme, y no dejar al descubierto cómo le afectaba en realidad.
—No es tan simple —respondió encogiéndose de hombros—. No siempre se trata solamente de lo que uno quiere. ¿Qué hay de ti, por ejemplo? ¿Hace diez años tu sueño era venir a este planeta y ser investigadora como tu hermano?
Si acaso su pregunta causaba en Annie cualquier sensación similar a lo que Lake sentía, no lo demostró de alguna forma visible. El rostro de la chica alienígena se mantuvo inmutable, y a lo mucho hizo el mismo gesto de otras ocasiones: inclinó ligeramente su cabeza hacia un lado y miró al cielo, quizás cavilando un poco en aquel cuestionamiento.
—No precisamente —respondió con voz calmada—. Éste era más un viaje de autodescubrimiento, como dicen por aquí. Para terminar de pasar por mi proceso de maduración de la identidad, con el apoyo y supervisión de mi hermano, y estando en contacto con otra civilización distinta que me ayudara a aprender y crecer. Y tras eso, en teoría debía descubrir quién soy, y lo que quiero ser.
—¿Mandan a sus niños a vivir a otro planeta para que descubran lo que quieren ser? —inquirió Lake, perpleja.
Annie rio un poco.
—Sí, algo así. Es una práctica común en nuestra cultura, en realidad. Lo que no es tan común es que tu transporte se desvíe y termines a mitad de un sitio desconocido.
—Pues deberían cuidar mejor eso —señaló Lake, oscilando entre una observación y una crítica—. Literal lanzaron a un niño solo, a un planeta desconocido, sin poder comunicarse ni hacer casi nada.
—No estaba solo —le corrigió Annie—. Las tuve ustedes dos.
—Bueno, sí. Eso fue un golpe de suerte.
—Yo lo llamo de otra forma —comentó Annie de pronto, destanteando un poco a Lake. Estaba por preguntarle a qué se refería, pero ella volvió a hablar primero—. Es un proceso que puede resultar extraño para ustedes, pero funcionó. De no haber venido aquí, no las hubiera conocido. Y no hubiera conocido tampoco la que sería mi verdadera profesión.
—¿El piano?
Annie asintió con rapidez.
—En ningún otro planeta que he estudiado dan tanta importancia o peso a la música como lo hacen aquí; o a cualquier otro tipo de arte, en realidad. En ningún otro sitio hubiera encontrado la inspiración como la que encontré aquí.
Escuchar a Annie hablar con tanta emoción de la música, causaba en Lake una agradable sensación cálida, que inevitablemente la hacía sonreír. Era curioso que fuera justo una extraterrestre la que le hiciera sentir eso hacia algo que siempre había estado ahí, a su alrededor.