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MAYA Y ANNIE (II)
—¿A qué te refieres? —preguntó Annie, desconcertada.
Maya suspiró con pesadez, casi como si le dificultara hacerlo. Alzó su mirada hacia ella, y Annie pudo percibir la tristeza, incluso decepción, asomándose en su rostro. Verla así le causó una pequeña punzada de dolor en el pecho; no literalmente, pero lograba entender porque los humanos usaban dicha expresión en situaciones como esa. Resultaba “doloroso” ver a alguien que querías envuelta en un sentimiento como ese.
—Me refiero a que… —comenzó a decir Maya, aunque luego pareció arrepentirse. Miró hacia otro lado, en busca de las palabras correctas—. Bueno, la verdad es que antes de que fuéramos a tu concierto hace unos días, Lake y yo no habíamos convivido mucho en los últimos cuatro años. O, más bien no habíamos convivido prácticamente nada, en realidad. Creo que se podría decir que ya no éramos precisamente amigas.
Aquello fue totalmente sorpresivo para Annie, y profundamente inconcebible. Quizás su rostro falso de humana no pudiera reflejar del todo estas emociones que le invadieron el pecho, o no de una forma que Maya pudiera entender en su totalidad. Pero ahí estaban, y calaban hondo.
¿Maya y Lake se habían separado esos años? ¿Ya no eran amigas…? El sólo hecho de tener que ligar ese pensamiento le resultó difícil. Quizá había pecado un poco de inocente, pues no había un escenario en su cabeza en dónde eso pudiera ser cierto. Después de todo, Maya, Lake y ella también, las tres…
—Eso… no puede ser —musitó Annie con voz ausente, como si no se lo dijera a su amiga. Aunque debía serlo, pues por algo lo había hecho en su idioma.
—No sé por qué lo dices de esa forma, pero sí que puede ser —indicó Maya con un poco de humor en su voz, encogiéndose de hombros—. Y así fue.
—Pero… ¿Por qué?
—¿Por qué? —susurró Maya, confundida—. ¿Por qué pasamos todo ese tiempo separadas? Bueno, no es para tanto, en realidad. De hecho la otra noche, luego venir aquí a verte, platicamos un poco al respecto, y aclaramos muchos malentendidos que había entre las dos. Ella se enfrascó mucho en elegir su camino en la vida, y yo… se puede decir que hice lo mismo. Pero en un punto esos caminos terminaron sin cruzarse en lo absoluto, y pues… así pasó. Son cosas que pasan, supongo.
Parecía que para Maya aquella explicación resultaba suficiente, y le daba un sentido a tan devastador hecho que le estaba compartiendo. Pero no para Annie. “Son cosas que pasan” era una expresión demasiado vaga y escueta, que tenía muy poco valor para ella.
—Pero no… no debería pasar —insistió Annie, aproximándose hacia Maya, hasta rozar peligrosamente el límite de su espacio persona. Al tenerla tan cerca, a Maya le pareció percibir un sentimiento familiar en sus ojos falsos de humana: desesperación—. No con ustedes; ni conmigo… Eso es…
Lo que estuviera por decir, se quedó trabado en su lengua (si es que tenía una), y ahí se quedó.
—¿Qué te pasa? —inquirió Maya, sintiéndose para ese punto incluso algo asustada—. ¿Estás bien?
Annie no le respondió. Rehuyó la mirada de su amiga, y agachó su cabeza, abatida. Parte de sus falsos cabellos rubios le cubrieron el rostro.
—Es mi culpa… —soltó de pronto en voz baja.
—¿Qué? Claro que no —exclamó Maya rápidamente—. Esto que te estoy diciendo pasó mucho tiempo después de que te fuiste. No tuvo nada que ver contigo.
—No debí de haberme ido —pronunció Annie del mismo modo que antes; parecía ni siquiera haber oído lo que Maya le decía—. Debería haberme quedado. Yo rompí el vínculo…
—¿Qué tontería estás diciendo? No te entiendo.
Maya extendió sus manos hacia ella, y se tomó la libertad de tomarla de los hombros. Al sentir el contacto de sus manos sobre su piel falsa, Annie respingó y alzó rápidamente de nuevo su mirada hacia ella, como si acabara de despertarse. Sin embargo, no se apartó de ella ni se soltó de su agarre.
—Tranquila —le susurró Maya despacio, mirándola fijamente a los ojos. Esbozó entonces una sonrisita amable y delicada, un poco rara en ella, pero no desconocida—. En verdad no sé de qué estás hablando, pero te aseguro que Lake y yo ya estamos bien. Como dije, hicimos las paces la otra noche, y estamos hablando de nuevo. Es una mejora considerable a como estábamos antes, te lo juro.
—Pero —susurró Annie despacio, pareciendo incluso temerosa al hacerlo—. ¿Son amigas de nuevo? ¿Han vuelto a estar juntas? ¿Aún se quieren?
—¿Qué? —exclamó Maya, sorprendida, y luego se quedó en silencio. Claramente estaba dudando sobre cómo responder a esas preguntas, y Annie lo percibió por completo. Tras unos segundos, retiró lentamente sus manos de los hombros de Annie, y dejó caer los bazos a sus costados—. Yo… pues… Sí, claro —masculló despacio, esbozando otra sonrisa, pero bastante menos genuina que la anterior—. Estamos bien, en serio.
Annie la contempló en silencio. Esa no era ni de cerca la respuesta que esperaba oír de su parte, ni la forma en la que la dio. Lo supo al instante: Maya mentía… o al menos en parte. O, quizás, en realidad ni siquiera se daba cuenta de que lo que decía no era cierto. No era consciente de lo verdaderamente grave de la situación.
Y, sin embargo, Annie tampoco podía explicárselo. No aún, no con su vínculo como estaba. Así que tuvo que hacer justo lo mismo que ella hacía: mentir; al menos en parte, también.