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LAKE Y MAYA (VII)
El martes, para cuando dieron las diez para las siete, Lake ya estaba totalmente arreglada y más que lista para el evento de esa noche.
Su elección de atuendo para la ocasión fue un vestido semi-formal, tipo coctel, de un color morada vibrante, con mangas cortas, entallado a la altura de la cintura de tal forma que acentuaba muy bien su figura, y luego se extendía hacia abajo en una falda plisada a medio largo hasta su pantorrilla. El diseño era simple, de color plano, sin algún patrón o adorno, pero elegante a su manera. Para su peinado optó por un moño bajo sencillo, y un maquillaje igualmente simple de sombras violetas que combinaran con su vestido, y un color rosado discreto en los labios. Para terminar el conjunto, un par de aretes de perla con arillos de oro, una cadenita dorada en su cuello con un dije en forma de mariposa, y zapatos blancos de medio tacón.
Lake estaba bastante conforme con su conjunto. Iba a un evento formal en un lugar elegante, por lo que quería ir bien arreglada, pero al mismo tiempo tampoco es que fuera a una boda ni nada parecido, así que tampoco quería exagerar demasiado en su arreglo. Había buscado el equilibrio entre ambas cosas, y en su perspectiva lo había logrado.
Aunque casi siempre se esmeraba por ir de acuerdo a la ocasión, esa noche en especial había puesto principal esmero en elegir lo correcto, pues Annie había dicho que era una noche importante para ella. Y, como sus invitadas, no podían hacerla pasar vergüenza; en especial si se le ocurría enfocarla con los reflectores de nuevo.
Un poco antes de que dieran ya las siete, Lake estaba de pie en su pórtico, aguardando a que Annie y Max llegaran a recogerlas como habían prometido. Aunque claro, los esperaba a ellos, pero también a su acompañante de esa noche.
Lake echó un vistazo a su teléfono en el momento justo en el que la hora cambió de 6:59 a 7:00, y luego miró hacia la casa a de al lado. La residencia de los Stuart estaba bastante silenciosa y tranquila. El automóvil de la Sra. Stuart no estaba en la entrada, por lo que de seguro se había ido a trabajar. Pero tampoco había rastro a la vista de Maya, mas eso no le sorprendió demasiado a Lake.
Dejó escapar un pesado suspiro de resignación.
—Lo más seguro es que, como siempre, va a llegar tarde —masculló por lo bajo para sí misma.
En ese momento bajó los escalones de su pórtico, se dirigió a la acera, y se dispuso a encaminarse hacia la casa de Maya. Le había prometido a Annie que estarían listas a tiempo, y se aseguraría de que así fuera.
No obstante, quizás debería haber tenido un poco más de confianza en su amiga, pues, cuando ya estaba a la mitad del camino entre su casa y la otra, la puerta principal de la residencia de los Stuart se abrió, y Maya salió por ella con actitud tranquila. Y si por un parte resultó sorprendente que su vieja amiga se presentara a la hora acordada sin que ella fuera a recordárselo… lo fue aún más el ver cómo iba vestida.
Maya bajó los escalones de su pórtico con paso calmado, caminó hacia la acera y luego se dirigió a Lake. Y mientras más se aproximaba, Lake más pudo notar los detalles de su atuendo.
Para empezar, Maya usaba un vestido (¡un vestido!) negro con pequeños brillos como estrellas en un cielo nocturno; sin mangas, y con una falda ligeramente acampanada que le llegaba un poco por encima de sus rodillas. No usaba zapatillas, pero sí unos botines negros con plataforma, que en realidad combinaban bien con el atuendo. Traía su cabello negro suelto como de costumbre, pero se lo había planchado y hecho unos rulos en la parte inferior. Y encima de todo, estaba maquillada; no mucho, pero siendo ella un poco era demasiado. Usaba unas sombras de color morado oscuro en los párpados, y un labial discreto al juego con ellas.
Lake la contempló totalmente atónita, su quijada casi tocando el suelo. Nunca había visto a Maya vestir siquiera algo parecido a eso; no sabía siquiera que para ella fuera posible.
Las nada discretas miradas de Lake no tardaron en levantar la atención, y el mal humor, de su amiga.
—¿Qué? —exclamó Maya, sonando bastante a la defensiva—. No llegué tarde… ¿O sí? —masculló lo último con algo de vacilación, y se apresuró a ver la hora en su teléfono.
—No, no —le indicó Lake rápidamente, negando con la cabeza—. Estás justo a tiempo, de hecho. Es solo que… Creo que nunca te había visto con un vestido así.
El rostro de Maya se impregnó al instante de pena. Se giró instintivamente hacia un costado, como si esperara de alguna forma con ese simple movimiento ocultarse de la mirada de su amiga.
—Y no te acostumbres —murmuró con tosquedad por lo bajo—. Primera y última vez, lo juro. Se lo tuve que pedir a mi mamá porque no tenía nada tan elegante.
—La otra vez no te importó.
—La otra vez no sabía que iba como invitada de Annie. Solo… —Hizo una pequeña pausa, y luego susurró muy bajo, aunque no lo suficiente para que Lake a su lado no la escuchara—. No quiero avergonzarla.
Una media sonrisa se dibujó en los labios de Lake. Ambas, a su manera, habían pensado en lo mismo.
—No lo harás —le indicó con genuina convicción, colocando delicadamente una mano sobre su hombro—. Te ves… realmente bien.
Maya la miró de reojo, y no pudo evitar que una sonrisita se dibujara también en sus labios por el lindo cumplido.