Annie de las Estrellas

36. LAKE Y MAYA (VIII)

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LAKE Y MAYA (VIII)

Max las llevó de regreso a sus casas en la limusina, justo como el (supuesto) hermano de Annie les había prometido. Ese viaje de regreso, sin embargo, resultó ser aún más silencioso que el de ida. Max de por sí nunca era muy platicador, y ahora Lake y Maya se le sumaban, pues cada una se encontraba bastante sumida en su propia cabeza, y siguieron así por toda la siguiente hora.

Solo lograron salir de su ensimismamiento, aunque fuera un poco, cuando el elegante vehículo se estacionó en su calle, justo entre ambas casas. Aun entonces tardaron en reaccionar, mirando perdidas por la ventanilla, como si esperaran que algo ocurriera. Lo único que ocurrió fue que Max les abrió la puerta para permitirles bajar.

—Gracias —masculló Lake con voz ausente, bajándose con cuidado. Maya la siguió de cerca.

Una vez estuvieron de pie en la acera, Max cerró de nuevo la puerta, y por un momento parecía que se dirigiría directo de regreso al asiento del conductor. Sin embargo, primero se detuvo un momento y se giró a mirarlas. Y a ambas por igual les pareció notar una pequeña pizca de inquietud en su rostro de piedra, y en especial cuando pronunció en voz baja:

—Cuídense.

Y dada esa última recomendación, o quizás advertencia, ahora sí se dirigió de regreso al vehículo. Lake y Maya se quedaron de pie en su sitio, observando en silencio cómo el vehículo se alejaba, hasta que quedaron completamente solas, alumbras por las luces mercuriales de la calle, y la luz de las estrellas.

Las dos solas…

—Bueno… —masculló Maya en voz baja, vacilante—. Buenas noches.

Y comenzó entonces a caminar con paso presuroso hacia su casa.

Lake se giró hacia ella, incrédula.

—¿Buenas noches? ¿De qué estás hablando? —exclamó exaltada. Aquello la sacudió lo suficiente para reaccionar, y fue detrás de ella sin esperar—. Estuviste en silencio todo el camino. ¿No crees que deberíamos hablar sobre lo ocurrido?

—¿Hablar de qué? —respondió Maya con aparente calma, y sin detenerse—. Tú misma lo dijiste, debe ser un malentendido cultural… o algo así.

—Es lo más probable, pero… Aun así, Annie se veía muy afectada y dolida.

—Bueno… el dolor de ser rechazado es algo universal, al parecer.

A Lake aquellas palabras le causaron un malestar en la boca del estómago. ¿Eso habían hecho? ¿Habían rechazado a Annie? Bueno, de cierta manera eso parecía, pero no podía ser exactamente así. Todo eso tenía que ser un extraño malentendido, o al menos eso era lo que Lake en verdad quería creer.

Siguió a Maya hacia el frente de su casa, pero no hasta su puerta. Se detuvo al pie de las escaleras del pórtico, y se sentó en un escalón de estas, con la mirada arrepentida en el suelo, y abrazada de sus piernas.

—¿Crees que sea posible que Annie en verdad esté…? Es decir, ¿que de verdad, de verdad, esté…? —balbuceó Lake con voz indecisa, incapaz de terminar ninguna frase.

—¿Si creo que Annie podría estar de verdad enamorada de nosotras dos? —comentó Maya, y aunque Lake no le respondió, supo que eso era lo que intentaba decir.

Maya suspiró, resignada. Al parecer sí tendrían esa plática, después de todo. Así que no le dio más vueltas y se sentó en los escalones a lado de su amiga. Sus posiciones eran las mismas a cómo habían estado aquella noche luego de visitar a Annie en la casa Harlim, hace solo unas pocas noches atrás.

—No lo sé —respondió Maya al fin, con voz apagada—. Tal vez sí, o tal vez para nosotras no significa lo mismo que para ella, como bien dijiste. Lo único que tengo seguro es que Annie no nos mentiría o jugaría con eso. Además, cuando tocó su canción…

—Sí, lo sé —le cortó Lake, un poco exasperada. No necesitaban que le siguieran recordando esa canción mágica, o cómo esta les había transmitido los sentimientos de Annie. Era un concepto difícil de entender todavía para ella, pero sus efectos eran innegables—. Ella dijo que lo que se dice por ese vínculo no se puede malinterpretar, pero yo no estoy tan segura de eso. Por ejemplo, ¿crees que en su mundo sea… habitual enamorarse de más de una persona?

Lake pareció necesitar demasiada fuerza de voluntad para poder pronunciar aquella pregunta, y todavía después de hacerlo hizo una mueca como si aquello le hubiera causado algún tipo de dolor físico. Al parecer, estaba teniendo problemas de forma particular para reconciliar esa parte del asunto.

—Aquí tampoco es tan poco usual como crees —indicó Maya, ligeramente divertida por la reacción de su amiga—. Existen las relaciones poliamorosas, ¿no has oído de ellas?

Lake desvió su mirada hacia otro lado, claramente incómoda.

—Pues… a mí me resulta algo raro —declaró con firmeza.

—¿Eso es lo que te molesta realmente? —cuestionó Maya con curiosidad—. ¿Qué haya dicho que estaba enamorada de las dos?

—Yo no dije eso.

—Quizás no, pero… ¿Te sentirías igual si hubiera dicho que solo estaba enamorada de ti?

—¿Qué? —exclamó Lake confundida, girándose rápidamente de nuevo hacia ella—. No… No es lo mismo.




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