Darcy.
Irene sirvió el pastel y lo comimos, mientras conversábamos de las navidades que estaban bastante cerca.
Al parecer, este año le tocaba a Irene organizar la cena navideña. Aunque, según sus cálculos no asistirían muchos familiares.
—Darcy, deberías venir a la cena —dijo Irene con una sonrisa amable—. No me digas que tienes planes.
«Sí, leer y dormir», pensé, pero negué con la cabeza.
—No, pero no estoy acostumbrada a celebrar en estas fechas. —Eso no era mentira, al ser huérfana no había una hermosa tradición navideña.
—Pues, no se diga más, este año eres mi invitada de honor —determinó Irene y miró a su hija como buscando apoyo.
—Dar, será increíble, podemos ir juntas de compras…
Mila siguió hablando emocionada, pero la conocía, ir de compras era gastar un dinero que no tenía y de tenerlo, no lo usaría para comprar ropa cara.
Sonreí con amabilidad y mi mirada se desvió a Reed, fue algo efímero, pero bastó eso para darme cuenta de que él me estaba viendo fijamente.
—Si no quieres venir, no vengas —soltó Reed levantándose de la mesa.
—Me lo pensaré —dije ignorando las palabras de él.
El celular de Bobby sonó y el hombre dejó el comedor, al poco tiempo regresó.
—Chicos, debo volver al trabajo —manifestó Bobby viendo a su esposa.
—Cariño, pensé que, me ibas a llevar al club —comentó Irene y se llevó una mano al pecho.
—Mi amor, te puedo dejar de camino y cuando salga te paso a buscar —propuso Bobby y le dio un beso en la frente a su esposa.
Mila vio la hora y sus mejillas se pusieron rojas:
—Oh, no, tengo una reunión con el club en pocos minutos.
Irene volteó a verme a mí.
—Yo debo terminar un artículo para el periódico escolar. —Me levanté de la mesa y tomé mi bolso—. Gracias a todos por hacer de este día un día especial.
Mila sujetó mi brazo y me acompañó a su puerta.
—Amiga, te cuidas y me avisas cuando llegues a tu casa.
—Estaré bien —aseguré con calma.
—Lamento no pasar más tiempo contigo, es que…
—Tranquila, nena —la interrumpí y la abracé. Revelé con una sonrisa—. Es el primer cumpleaños en el que tengo un pastel.
—En serio, me rompes el corazón.
—Adiós. —Le di un beso en la mejilla y me fui.
Los Cash eran una familia clase alta, por eso me había sorprendido bastante su amabilidad.
Por suerte, a unas cuadras de su casa, quedaba una parada de autobús.
Apreté mi bolso y aceleré el paso.
De pronto, un Jeep se detuvo a mi lado.
—Sube —ordenó Reed.
—¿Para qué? —cuestioné sin dejar de caminar.
—Para llevarte a tu casa.
—No hace falta, ya casi llego a la parada de autobuses.
—Es sábado y puede tardar.
Me detuve y lo miré cruzándome de brazos.
—¿Qué es esto, una broma de mal gusto? —lo confronté.
—No hay ninguna intención oculta —aseguró Reed, levantó su mano derecha como si lo jurase—. Tómalo como regalo de cumpleaños.
Fruncí el ceño, pero terminé abriendo la puerta, aunque, antes de subirme revisé a fondo el asiento.
»Te juro que, no hay nada.
—¿Me culpas por no creer en ti? —Subí y cerré la puerta.
—Por favor, la primera en hacer una broma pesada fuiste tú.
Entrecerré los ojos y lo miré:
—Claro que no. Comenzaste tú cuando saqué la mejor calificación en física. —Apreté mis manos en un puño cuando recordé.
Que después de que el profesor diera los resultados del examen, Reed me regaló una gaseosa, pero cuando la destapé, la bebida terminó explotando en mi cara y bañándome con su líquido.
—Física mi reina —repitió Reed soltando una carcajada—. Fue una buena broma.
—Todo lo comenzaste tú con tus celos. —Sonreí y regresé mi mirada al frente—. Además, mi venganza fue mejor.
—Llenarme la piel de miel y rociarme con plumas es el truco más viejo que hay —se quejó Reed.
—Pero, efectivo y es lo único que importa.
Reed siguió conduciendo en silencio, supongo que, al igual que yo, recordando la serie de eventos que desataron esas pequeñas bromas.
Incluso, los profesores habían tomado un bando, aunque, todo era un secreto a voces.
—Baja, llegamos —declaró Reed mordaz.
—¿Acaso soy ciega? —Abrí la puerta del auto y bajé.
Estaba entrando al edificio, cuando la mano de Reed me sujetó de la muñeca y tiró de ella.
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Editado: 14.06.2024