Año Bisiesto

Episodio 8: Personas diferentes.

Reed.

Esperé con calma en mi auto, mientras Darcy subía a su habitación para cambiarse de ropa.

En mi opinión, era un completo desperdicio que lo hiciera, pues, ese vestido le quedaba realmente bien, acentuaba su trasero, y la curva de sus pechos. De hecho, verla en ropa interior la otra vez me había dejado sin aliento.

Sonreí viendo a Darcy salir del edificio.

Aunque, también me gustaba verla con sus jeans, camisas de botones y zapatillas. Sus trenzas y lentes completaban su estilo.

«Parece que, últimamente, solo podía pensar en Darcy»

Gruñí cuando el sonido de mi teléfono interrumpió mis pensamientos. Rechacé la llamada y silencié las notificaciones, no deseaba que, las llamadas de mi madre me distrajeran.

Estaba tan decepcionado de mis padres por su actitud hacia Darcy, incluso, no lograba reconocerlos. Siempre nos educaron para ayudar al prójimo; cuando éramos niños nos llevaban a darle comida a los animales callejeros. Cada mes llevábamos donaciones a la caridad. No faltábamos un domingo a la iglesia.

Creí pensando que, mis padres eran buenos, un ejemplo de ciudadanos y estaba orgulloso de ellos. Ahora, no sabía qué pensar de ellos.

¿Cuánto tiempo tenían mintiéndome?

La puerta del Jeep se abrió y Darcy subió frotándose las manos.

—Hace un frío que pela —se quejó acomodándose el gorrito que llevaba en la cabeza—. ¿Qué me miras?

—Nada, pero ahora entiendo por qué eres tan inteligente. —Puse la calefacción a tope.

—Parece que, se te congelaron los chistes. —Darcy me sacó la lengua y se puso el cinturón—. ¿A dónde iremos?

—Calma, cenicienta que todavía no son las 12 —bromeé poniendo el vehículo en marcha.

—La verdad, no creo que, encontremos nada abierto —comentó Darcy viendo por la ventana.

—Ser optimista no es lo tuyo.

—Soy realista, me baso en los hechos, no en esperanzas sin fundamentos —rebatió ella volteando los ojos.

Sonreí y negué con la cabeza.

Nunca había conocido este lado de la no Darcy.

—Parece que, te molesta que todo esté cerrado —manifesté y mi mirada se desvió a sus labios.

—Todo lo contrario, si no hay nada abierto, podrás irte más pronto de lo que pensé a tu casa.

—Olvidas algo.

—¿Qué? —Darcy llevó sus manos a la cadera y me pareció un gesto bastante tierno.

—Yo tengo más tiempo viviendo en la ciudad.

Aceleré sabiendo con exactitud a dónde me dirigía.

Mi acompañante guardó silencio, viendo por la ventana, sin darse cuenta las miradas que le lanzaba.

Me obligué a mirar al frente, pues, corría el riesgo de chocar.

Entramos a un callejón donde las personas no parecían irse a descansar.

—¿Esto es una feria?

—Algo así. —Detuve el auto y miré a Darcy—. No es un buen lugar para quedarse, así que, podemos comprar chocolates e irnos a tu casa…

—¿O? —me interrumpió ella atravesándome con sus ojos azules.

—Nos quedamos en el auto, lo que, es mejor, así estamos más cerca.

—Manipulador —murmuró ella—. Le sigo sumando adjetivo a Reed Cash.

—Olvidas que, no soy yo.

—Pues, has comenzado con mal pie.

—Vale, espérame aquí. —Bajé del auto y fruncí el ceño cuando Darcy no me llevó la contraría.

Después de varios pasos, comprendí por qué no quiso bajar.

Era en serio, lo del frío.

════∘◦✧◦∘════

Darcy.

Abrí la puerta de mi habitación.

—Bien, aquí estamos, solos, de nuevo —dije y me aseguré de que se notara mi disgusto ante esa situación.

Sin embargo, por muy apática que estuviera ante la idea de que Reed estuviera conmigo. En el fondo, me ponía en sus zapatos, si para mí fue duro ver ese lado de Irene y Bobby, de seguro para él y su hermana, fue mil veces peor.

Supongo que, por eso, era que, había aceptado su compañía, porque pensé que, él, la necesitaba más que yo.

—No estamos solos —rebatió Reed entrando a mi cuarto.

—¿Acaso ves fantasmas? —Cerré la puerta y me quité el abrigo, el gorro y los guantes.

—No, tu camaleón está aquí.

—Claro, Canela. ¿Cómo pude olvidarme de ti? —Tomé mi chocolate y me senté en la cama.

—Se te da eso de poner nombres.

—Es mejor que Larry.

—¿Quién te dijo de Larry? —Alcé una ceja—. Obviamente, Mila.

—¿Qué más te dijo?

—Qué te haces pipi en las noches y que duermes con un oso de peluche. —Solté una risita al ver cómo se sonrojó ante mi mentira.




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