Año Bisiesto

Episodio 9: Doble agente.

Darcy.

Semanas después…

Me sentía un doble agente.

Pasaba el día jugando ajedrez con Marco, pero cuando tenía de frente a Reed, peleábamos como perros y gatos.

Era extraño y divertido en partes iguales.

Era como estar en mundos paralelos, Marcos y Reed nunca se encontraban en el mismo universo, ni interferían entre sí.

Admito que, estos últimos dos meses se habían pasado más rápido, de hecho, me sorprendió ver en mi tarjeta de entrada al trabajo que, era 28 de febrero en año bisiesto.

Terminé de cambiar las sábanas, barrer la habitación y vaciar la papelera. Este era el último cuarto que me quedaba por limpiar para que mi turno llegara a su final.

Cosa que, esperaba con ansias, pues, debía llegar a mi habitación y estudiar para la presentación de mi solicitud de beca.

—¿Estás lista? —preguntó Iriel interceptándome en el pasillo.

Sí, hace unas semanas había comenzado a trabajar en el hotel, me dijo que, trabajar en el club era como una especie de ritual entre los padres adinerados de Portland, como si le quisieran enseñar a sus hijos el poder del trabajo.

—Casi, solo debo llevar esto a la lavandería y…

—¿Vas al colegio? —me interrumpió ella.

—No, debo estudiar para mañana —le expliqué cerrando la habitación y avanzando por el pasillo.

—Ah, debí saber que, no eras creyente de leyendas urbanas —manifestó Iriel sonriendo.

Suspiré.

A veces, sin importar tu IQ, había cosas que, simplemente, escapaban de tu entendimiento.

—Vale, voy a la lavandería. ¿Vienes o te vas? —Cambié de tema, eso me parecía más sano.

—Debo irme, entrar al colegio será complicado y quiero llegar temprano.

Entré al elevador de empleados y vi a Iriel.

—¿Para qué vas al colegio? —pregunté con genuina curiosidad.

—Voy a encontrar al amor de mi vida.

—¿Es una cita? —indagué sin comprender nada.

—Mmm… Sí, se puede decir que, es una cita. —Iriel alzó las cejas y sonrió—. ¿No te interesa tener una cita?

—¿A mí? —Negué con la cabeza—. No, no quiero citas.

—¿Ya sales con alguien? —Iriel entrecerró los ojos.

—¿En qué tiempo? —Solté una carcajada—. Las citas, los chicos y todo lo referente al romance, no va conmigo.

—Si tú lo dices. —Iriel retrocedió un paso y se despidió con la mano conforme la puerta del elevador se iba cerrando.

Vaya, las personas en este lugar algunas veces eran bastante peculiares.

Llegué a la lavandería y me encontré a Demi, mi supervisora.

—Qué bueno que no te vas. —Avanzó hacia mí y me sujetó por los hombros—. Necesito pedirte un favor.

—¿Cuál?

—Debo buscar las toallas sucias del gimnasio y abastecer con nuevas. ¿Puedes hacerlo antes de irte? —Vi la prisa en sus ojos, algo me decía que, ella también tenía una cita, con el hombre casado de la 387.

Demi no era una mala jefa, pero era una de las que más aceptaba propuestas de los socios del hotel.

No la juzgaba, solo me preguntaba si realmente necesitaba ese dinero o lo hacía por placer.

—Lo haré.

—Gracias, te debo una.

—Lo quiero por escrito. —Sonreí dejando mi carrito de limpieza junto al resto.

Puse las sábanas en el cesto de la ropa por lavar, tomé otro carrito y lo cargué con toallas limpias.

Caminé por el pasillo, lo bueno de esto, era que, el gimnasio quedaba en el mismo nivel, con suerte, abastecería rápido y me iría a mi cuarto.

Entré al baño de caballeros y fui directo al mostrador donde los clientes le pedían las toallas a algún empleado de turno. Allí mismo estaban en una cesta las toallas ya usadas, así que, solo las puse dentro de mi carrito y salí tan rápido como entré.

Luego fui al de damas y repetí el procedimiento, igual que antes, lo más rápido que pude.

Había aprendido que, los baños no eran el mejor sitio para estar. Ese lugar tenía algo que, hacía enloquecer a los hombres y a las mujeres.

Expulsé el aire de mis pulmones y regresé a la lavandería.

Descargué el carrito, marqué mi salida y tomé mi bolso.

Salí del hotel refunfuñando porque se me había hecho más tarde de lo que había planeado.

Estaba en la parada de autobús, cuando mi teléfono sonó.

Sonreí al ver que era Mila.

—Acabo de salir del trabajo —dije a modo de saludo.

Ah, que bien. —Mila se escuchaba algo extraña.

—¿Te sucede algo?




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