Anomia: pequeñas asesinas

Capítulo 24- Juntos de nuevo

Primero se escuchó un grito lleno de enojo y luego se escuchó otro más fuerte lleno de dolor y miedo. Elizabeth supo que ese grito no pertenecía a Doll, supo que ella era dueña del primer grito pero no del segundo. Es decir: Doll había ganado la carrera mortal contra aquella invitada sorpresa.

—Ella se supone que no mataría a nadie hoy, pero gracias a ti lo hizo. Fue un bono 

extra—dijo burlona Elizabeth. 

Julieta solo bajo la cabeza, se le habían acabado las lágrimas desde hace un rato. Elizabeth tomo el cuchillo y lo acercó a su presa. Cuando iba a hacer el primer corte sintió las gotas calientes deslizarse por su cara.

—Ah... ¿Por que estoy llorando?—dijo Elizabeth viendo su mano después de quitarse unas cuantas lágrimas—. No importa... No es personal, Julieta. No lo hago por ti, ni por mí... Si no por alguien más.

Alzó de nuevo el cuchillo, pero se detuvo a medio camino, tragó saliva con esfuerzo y se miro de nuevo las mano. Empezó a caminar dando pequeñas vueltas alrededor como si estuviera pensando.

Estaba desesperada como un león en una jaula, Julieta la veía de reojo sin comprender que hacía, aprovecho para buscar con la mirada algo que le permitiera escapar. Elizabeth se puso en cuclillas tocando los vidrios rotos de una de las ventanas con uno de sus dedos, puso las manos sobre sus mejillas como si quisiera arrancarse la carne. 

—¿Que era? ¡¿Que era?!—murmuró para si misma. 

Escuchó un ruido que Julieta pareció no percibir pues no se inmutó, o tal vez estuviera demasiado asustada para prestar atención a ruidos extraños.

Era una risa, una risa de mujer que sonaba como eco por todo el bosque llegando hasta sus oídos. Elizabeth negó con la cabeza y vio a los vidrios, su rostro se reflejó en los pedazos rotos.

Unos momentos de silencio después sonrió y soltó una risa bastante espeluznante que provocó que los vellos de Julieta se erizaran. Elizabeth se levantó y fue hasta su presa.

Sus ojos reflejaban la locura de su interior y Julieta supo que esta vez iba en serio, pero no reconoció a la nueva compañera de clases que se había transferido: se veía como alguien diferente.

Era como ver a otra persona, alguien más adulto y con más experiencia. Aquella persona delante de ella no era una niña de doce años, era algo peor. 

Se acercó con el cuchillo y Julieta trato de resistirse al sentir como le pasó el filo del arma por la piel provocando un ardor intenso, vio como su propia sangre salía.

Negó con la cabeza gimiendo por piedad, Elizabeth pronto se dio cuenta de que el pantalón de Julieta estaba mojado. Julieta poco se percató del líquido caliente en sus pantalones y que ahora tenía frío.

Se había orinado del miedo.

Sin importarle mucho esa acción le paso el cuchillo por los brazos rompiendo su abrigo y un poco de piel en el proceso.

Pasaron así un rato de puros cortes en los brazos y piernas hasta que la figura de Doll surgió de entre los árboles. Elizabeth al voltear la vio sorprendida, su socia estaba tambaleándose con las manos llenas de sangre sujetando el machete en una de ellas, el arma chorreaba sangre y Elizabeth pudo notar que en la otra mano de su compañera rubia se encontraban unos lentes.

Doll se recargó en un árbol para no caerse. Sus ojos estaban dilatados, su cabello estaba alborotado y su respiración estaba entrecortada, como una loca. Tenía la linterna prendida metida en uno de sus bolsillos, también estaba llena de sangre.

Elizabeth le sonrió y se volvió hacia su presa, levantó el cuchillo y con fiereza se lo enterró en la pierna izquierda. Julieta grito, un grito que fue ahogado por la mordaza. Empezó a sacudirse violentamente y a gemir de dolor.

Le sacó el cuchillo de la pierna y apuñalo su pierna derecha, otro grito de dolor por parte de Julieta desgarró el silencio de la noche, su sangre manchaba su ropa proveniente de sus brazos y ahora de sus piernas.

Elizabeth sujeto el cuchillo y tomó a Julieta del cabello cortándole la mordaza y separándola de la columna de madera. Su presa gimió de dolor y empezó a sollozar por piedad. 

—A aquellos ángeles que perdieron el camino: rezó por que lo vuelvan a encontrar—murmuró Elizabeth.

Se puso detrás de ella jalándole el cabello para atrás y la apuñalo por la espalda, Julieta grito pero solo se quedó viendo el cielo estrellado que la veía desde arriba. Por un momento olvido el dolor y el frío que sentía, simplemente se sumergió en aquel mar de arriba antes de que Elizabeth le pusiera el cuchillo en la garganta y se lo cortara.

La asesina dejó caer el cuerpo de Julieta al pasto.

Doll no se movió ni dijo nada, solo miro de reojo los lentes rotos que traía en la mano pertenecientes a la niña que acababa de matar. Sin darse cuenta, la paz de la noche había regresado pero fue interrumpido una vez más por la risa descontrolada de Elizabeth la cual reía frenéticamente como si acabara de escuchar el mejor chiste de su vida.

—¡¿Estás satisfecha!? ¡Se siente bien después de tanto tiempo!—grito Elizabeth extendiendo los brazos—. ¡¿Lo estás?! ¡¿Lo estas?!



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En el texto hay: asesinatos, muerte y sangre, jovenes asesinos

Editado: 22.07.2020

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