Anomia: pequeñas asesinas

Capítulo 25- Ángel curioso

La luna brillaba en lo más alto del cielo, en la casa de los Anderson casi todos estaban dormidos. La menor de la familia se asomaba por la ventana observando fijamente a la luna iluminar el cielo nocturno.

Empezó a pasar su dedo por el marco de la ventana. Aquel juego que varias personas estaban jugando no era justo ni hermoso. Era un juego mortal que las víctimas no sabían que estaban participando.

Se preguntó si debía ponerle un alto a toda esa situación, miro hacia el interior de la casa.

En una maceta, posada en una mesa de café, brotaban flores rosas las cuales ya lucían un poco muertas y estaban decaídas. Se levantó y fue por la maceta tomando unas tijeras y cortando las rosas.

Volvió a la ventana sintiendo la brisa fresca besándole la piel. Casi pudo oír el sonido armonioso de un instrumento de cuerda siendo tocado con tristeza y dolor. Había escuchado esa bella canción llena de dolor varías veces, la había memorizado y en ocasiones la tarareaba.  

Provenía del mismo instrumento y de las mismas manos que siempre la tocaban, pero definitivamente no provenía de la misma persona que la había tocado antes. Cerró los ojos oyéndola cada vez más lejos.

Tal vez era una alucinación, debía serlo por que no había forma de volver a escuchar aquella bella melodía.

Abrió las manos y el viento fresco de la noche le arrancó las flores llevándoselas por el aire. 

—Aveces es mejor dejar ir algo que nunca volverá—susurro la pequeña para si misma—. ¿Verdad, querida?

La oscura noche se tragó a las flores para no volver a verlas. 

 

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No supo cuándo se durmió, pero lo hizo. Una mano que la movía con delicadeza la despertó.

—Cariño, despierta. Nos tenemos que ir.

Doll abrió los ojos con pereza viendo a Elizabeth delante suya. Miro a los lados dándose cuenta que estaba recargada contra un árbol lejos de la estación de tren.

—¿Que paso?

—Dijiste que estabas cansada y mareada, pediste unos momentos para descansar y te quédate dormida—informó—. Mientras tú lo hacías terminé de apagar la fogata.

Todas las cosas ya estaban listas para irse, se levantó y junto con su socia se fueron hacia la casa abandonada del otro lado del pueblo.

No había mucha gente y la mayoría de los policías estaban en un pequeño restaurante de veinticuatro horas para refugiarse del frío ignorando a las figuras encapuchadas que se escondían en las sombras.

El viento frío les pegaba en la cara y Doll apenas sentía los dedos de sus pies y de las manos, al suspirar pudo ver su aliento volverse blanco, sin duda una noche muy fría.

Llegaron a la mansión embrujada, donde había escondido sus cosas cuando mató a Alice y donde enterraron a Jonathan, ya tenían todo preparado con cosas que necesitarían como agua para limpiarse ellas mismas así que una por una lo hicieron en el cuarto de baño guardando la ropa ensangrentada en sus respectivas maletas para ocultarlas después.

Habían dejado ropa de repuesto y Elizabeth se vio obligada a prestarle ropa a Doll pues ella no había escondido ropa más que una sudadera.

Las dos estuvieron limpias y cambiadas después de un rato y volvieron a la sala de estar.

—No era la idea matar a esa niña—comento Doll mientras se hacia sus coletas.

—Tampoco lo era que ella estuviera ahí—respondió Elizabeth poniéndose los pupilentes.

Ambas se sentaron en la sala de estar, debatieron acerca de cómo aquella invitada no deseada había llegado hasta ese lugar tan alejado. Finalmente decidieron que Julieta la había invitado y esperaron que no le hubiera dicho a nadie más.

—¿Termino? ¿Vas a querer matar a más personas?—pregunto Doll apoyando su cabeza debajo de la ventana por la que entraron.

—¿Tú lo harás?.—Doll negó con la cabeza— ¿Entonces por qué esa pregunta? Nunca cambiaremos lo que somos.

Doll bajo la cabeza y atrajo sus piernas hacia ella, abrazándolas.

—Oye... ¿No has querido ser normal?... No lo somos, lo sé... Al menos eso diría la gente. El doctor César me dijo que tenía que ser una niña normal.

Elizabeth la vio de reojo.

—Normal... ¿sabes? Yo no fui así todo el tiempo, probablemente tú si, pero yo... Yo nunca me imaginé hacer esto... No lo hago por mi, en algún tiempo no hubiera permitido todo esto. Lo hago por la persona más preciada para mí, la que está conmigo siempre. Solo soy tu marioneta—dijo esto viendo la palma de su mano.

Doll la vio extrañada, pero por la expresión sombría de su socia supuso que no quería hablar más de ese tema. Suspiro cansada.

—Quería ahorrar mis ganas de matar para hacerlo con mi padre. Planeaba matarlo en estos días—dijo un poco desilusionada tratando de cambiar de tema.

—¿Matar? ¿A tu propio padre?—dijo algo impactada Elizabeth.



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En el texto hay: asesinatos, muerte y sangre, jovenes asesinos

Editado: 22.07.2020

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