Anomia: pequeñas asesinas

Capítulo 29- Fuego bendito

Doll llego a casa después de dejar a Emily, cerró la puerta y suspiro. Quería irse a la cama para pensar en todo lo que había pasado.

—Doll—murmuró su madre cruzada de brazos—. Tenemos que hablar. 

No tenía ningún pretexto para escapar así que se acercó a ella de mala gana.

—¿Que pasa?—preguntó la niña dejándose caer en el sillón en frente de su madre.

Nadeline la vio unos segundos.

—Te lo dije hace un rato pero... Como estaba Emily, y parecías muy tranquila no pude decirte exactamente lo que yo quería—dijo Nadeline bajando la mirada.

Doll la miro indiferente, luego desvío la mirada.

—Es sobre él, ¿no?—pregunto en un susurro. 

Nadeline vio a su hija extrañada.  

—Era tu padre. Aun cuando nos dejó, seguía siendo tu padre, nunca dejó de serlo—explicó en un tono extraño—. Él acaba de morir. 

La pequeña asesina ladeó la cabeza. 

—Puede ser, pero yo no lo considero como tal. Es triste, una persona fue asesinada. Eso es todo, no pasa de ser un ligero sentimiento y no deja de ser el hombre extraño y desconocido que llego de repente—aseguró.

La mujer suspiro resignada.

—Yo... Recuerdo cuando... Cuando todavía te importaba, cuando eras una niña y te hacia tanta falta que estabas muy deprimida—recordó la mujer bajando la cabeza.

Doll la miro sorprendida. 

—El pasado es el pasado, las personas cambian. Esa niña débil no hubiera soportado esta situación, y ninguna otra. Ya nada podia ser igual.

La mujer la miro y sonrió tristemente.

—Ah, es cierto. Has crecido tanto—dijo secándose una lagrima—. Bueno, ya es tarde y todavía no has cenado, ¿que quieres cenar? Será lo que tú desees. 

—Galletas—dijo sonriendo—. Muchas de ellas.

Nadeline le devolvió la sonrisa

—De acuerdo. Espera aquí—dijo entrando a la cocina, al hacerlo, se detuvo bruscamente y miro hacia el techo—. Mi niña, ¿donde estás?...

 

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Una llamada anónima fue la que avisó a la policia que habían muchas moscas en una de las oficinas del edificio sur. La oficina del doctor César. La policia rodeó el edifico cuando descubrieron el cadaver del doctor.

Dos muertos en menos de cuarenta y ocho horas. El doctor fue encontrado con la puerta cerrada con llave, él era el único que tenía la llave y el cómo se cerró era un misterio pues ni el doctor tenía las llaves. Sospechaban que el asesino había escapado por la ventana pues estaba abierta y tal vez así había logrado entrar.

Doll caminaba cerca de un pequeño parque infantil, las clases habían terminado y al día siguiente, si todo iba bien, Emily iría a la escuela antes de que decidieran si debían cerrarla temporalmente o no.

—¿Y bien? ¿Qué haremos?—le había preguntado a Elizabeth en el recreo.

—Como si lo supiera. Primero tu padre y luego el doctor, no tiene ningún sentido—dijo ella pensativa.

Doll sonrió.

—De hecho, solo fue mi padre. Yo mate al doctor—admitió guiñando un ojo.

Su socia frunció el celó confundida.

—¿Cuándo fue eso?—pregunto exaltada.

—Después de que me informaras lo de mi padre. Tenemos que ir a mi casa, el doctor tenía cosas interesantes en su oficina que debes ver—murmuró.

—¡Es cierto! El pequeño infeliz me dio algo interesante: una memoria de una cámara. Creo que podría contener algo interesante—comentó sonriendo.

Quedaron de reunirse al día siguiente dejando a Doll con la tarde libre.

Siguió caminando escuchando las risas de los niños más pequeños jugando en el parque, recordaba haber ido junto con su familia y con Emily muchas veces cuando era mas pequeña. Recordaba con alegria las campanas del señor de los helados y como todos los niños suplicaban a sus madres dinero para comprar helado.

Oyó campanas y se giró viendo al carro de los helados. Doll se paró en seco observando a los niños pidiendo helados. Los vio con melancolía recordando como su padre la acompañaba hasta el carro de los helados tomada de la mano.

—¿Quieres... Uno?—preguntó una voz melodiosa detrás de ella

Antes de girarse supo quien era la dueña de esa voz, el olor a flor de loto la invadió, notaba un olor a menta muy suave, casi imperceptible.

Suspiro y miro a la mujer de reojo. Noah le había dicho que era la amante o nueva esposa de Ethan, no se había equivocado. Las primeras veces que la vio no lo noto, no tendría por que haberlo notado, la última vez que la vio fue en ese mismo parque paseando de la mano con Ethan. Aquella vez la contemplo bien, era hermosa y esbelta pero no se había fijado en la pequeña panza de embarazada que empezaba a formarse en su cuerpo.



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En el texto hay: asesinatos, muerte y sangre, jovenes asesinos

Editado: 22.07.2020

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