Anomia: pequeñas asesinas

Capítulo 33- Muñeca rota

Sentía los penetrantes ojos de alguien observándola a cada paso que daba, cada movimiento, cada gesto, cada acción que hacía. Estaba siendo vigilada.

No, era imposible. Doll sacudió la cabeza tratando de no pensar en ello mientras sentía como aquellos ojos la observaban desde atrás, pero decidió no voltear. 

Debía ser su mente jugándole una mala broma, tal vez los nervios y la ansiedad la estaban consumiendo por dentro. Debía ser eso, ¿quien podría estar espiándola si no? La idea de que fuera aquel misterioso asesino le puso los vellos de punta.

Sacudió de nuevo su cabeza y sujetó con fuerza la bolsa que llevaba en manos, estaba llena de frituras y refrescos de lata.

Como su hermano, Chris Campbell, había vuelto decidió que lo mejor era disfrutar por un momento toda la comida chatarra que comía antes y había dejado de comer cuando se volvió "normal". 

Venia de casa de Chelsea, la niña hija de un policía que quería ser detective y resolver los casos, habían acordado reunirse cada cierto tiempo para intercambiar pistas.

Pese a ser hija de un policía, Chelsea no tenía mucha información de los casos (obviamente) pero le informó qué tal vez en unos días llegaría un paquete para su padre que contendría evidencia e información de los asesinatos.

—Estoy tan emocionada, el equipo se hace cada vez más grande—le había dicho su compañera de clase.

—Es cierto, dijiste que tenías a más integrantes, ¿quienes son?—había preguntado.

—¡Es un secreto! Aunque tal vez lo conozcas—le dijo y no había dicho nada más.

¿Más integrantes? No conocía a otros niños que tuvieran la afición de investigar casos de asesinatos. Era inútil pensar en ello.

Cuando estaba a unas casas de la suya, escuchó pasos corriendo tras ella, se quedó congelada y soltó la bolsa con comida, miró de reojo sin distinguir nada y su mano se movió con sigilo hasta el bolsillo de su suéter.

Dentro tenía varias hojas de afeitar (pertenecientes al rastrillo de Chris que usa para rasurarse) unidas con cinta adhesiva, una goma y plástico de un guante de cocina para crear una pequeña, pero letal arma.

Apretó el pequeño mango y se giró dispuesta a atacar a quien sea que corriera tras ella. Antes de poder sacar su arma del bolsillo, la persona llegó hasta ella, la tomó de los hombros y la zarandeó varias veces con suma violencia.

Le dio un cabezazo a quien la tenía por los hombros para que la dejara ir. Elizabeth se quejo y se alejo poniendo las manos en su cabeza.

—¡Oye! ¡¿Tienes algún problema, estupida?!—gritó Doll.

Elizabeth estaba jadeando con el sudor perlando su frente, la tomó de nuevo de los hombros y la sacudió una vez más.

—¡No hay momento para bromas! ¡Ocurrió algo!—gritó sin dejar de agitarla—. ¡Es urgente!

Doll la empujó y sacó su pequeña arma para atacarla, su socia fue más rápida y se la quitó de un golpe certero a la muñeca. La pequeña asesina, sin poder decir nada, fue tomada del brazo por su socia y esta empezó a correr arrastrándola con ella.

—¡Tenemos que apurarnos!—gritó nuevamente.

—¡Espera... Elizabeth, me voy a caer!—dijo Doll sintiendo como sus pies apenas tocaban el suelo.

Fue arrastrada hasta el recinto a las afueras del pueblo, Doll vio que Elizabeth la llevaba a la mansión abandonada. No pudo preguntar nada pues la nueva parecía ansiosa de llegar.

La obligó a entrar por la ventana y nuevamente la arrastró escaleras arriba donde la guía a la habitación principal.

Era un cuarto ancho y lleno, como toda la casa, de polvo y muebles cubiertos por sábanas blancas manchadas de sustancias desconocidas. Era una habitación elegante como cualquier otra si no fuera por el cuerpo de alguien tendido en el suelo con una bolsa en la cabeza.

Estaba amarrado, con perfectos nudos, de las manos y los pies juntos e incluso los brazos los tenía pegados al cuerpo por otras cuerdas amarillas rodeando e inmovilizando sus extremidades y torso.

—Esta vivo, por el momento—informó Elizabeth acercándose al cuerpo.

—¡¿Que está pasando?! ¡¿Por que está aquí?!—grito alterada.

Su socia le hizo una señal de silencio antes de quitarle la bolsa de la cabeza. El rostro de un niño menor que ellas apareció debajo de la bolsa.

Su cabello café claro estaba desordenado, sus ojos eran cafés chocolate y estaban rojos de tanto llorar, sus mejillas tenían un leve color rojo y tenía una mordaza en su boca. De su nariz escurría sangre seca. Parecía tan pequeño e inofensivo al igual que una muñeca.

—Que lindo—murmuró Doll embobada viendo su tersa piel y su cara infantil.

—Déjame explicarte: vine para preparar las cosas para el siguiente asesinato y estaba husmeando en la casa como un ratón. Encontró las mochilas y la ropa llena de sangre.

Acto seguido le quitó la mordaza de la boca.



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En el texto hay: asesinatos, muerte y sangre, jovenes asesinos

Editado: 22.07.2020

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