Anomia: pequeñas asesinas

Capítulo 37- Chelsea

Era de noche, todo estaba oscuro, lo único que alumbraba la carretera eran las farolas que emitían una tenue luz color naranja. 

Doll se asomó por la ventanilla del autobús, las gotas de lluvia se deslizaban por el vidrio y apenas podía ver algo. Giró la cabeza para volver a ver la revista que sostenía en manos.

Unos asientos más adelante Nadeline y Chris iban dormidos, aún faltaba un rato para llegar a su destino. Doll los miró de reojo antes de continuar con su lectura. 

La pequeña asesina se sentía fuera de sí en ese momento, tenía una opresión en el pecho desde la tarde. Había pensado que fue por matar a Noah, pero nunca se había sentido así por matar a alguien.

Suspiro cansada, las palabras del pequeño mentiroso retumbaban en su cabeza como un martillo: 

"¡Siempre actuaste como si nada te importara. Tenias a personas que te amaban y se preocupaban por ti y les diste la espalda! ¡Las abandonaste! Felicidades, este es tu premio, espero que lo disfrutes! ¡Tú has causado todo esto, tú hiciste todo esto. Las dos morirán si nadie detiene esta locura. Emily será la próxima!"

Noah sabía mucho más de lo que había aparentado, no solo sabia la identidad del tercer asesino si no también las razones y sus próximas víctimas. ¿Emily sería la próxima? ¿Por que su amiga? Se le hizo un nudo en la garganta con solo pensarlo.

Podía imaginar a todo el mundo siendo asesinado y torturado, pero cuando pensaba en Emily de aquella forma se le revolvía el estómago. Apretó la revista con fuerza sin notarlo y los nudillos se le pusieron blancos.

El autobús frenó de golpe y ella casi se golpea la frente con el asiento de adelante. Más gente subió al autobús.

—Oye, ¿me puedo sentar?—dijo una voz en el pasillo.

Doll volteo y se topó con los penetrantes ojos de Elizabeth. Después de que se fuera en la tarde ya no había vuelto a verla. Doll, con las piernas recostadas en el asiento contiguo, enderezó su revista y e ignoró a su socia.

—Lo siento, está ocupado—dijo sería.

Elizabeth la miro irritada.

—¿Que dices? Aquí no hay nadie—comentó con obviedad.

—Este lugar está ocupado por mi ego—dijo sin voltearla a ver.

Elizabeth la miro irritada, como si lo esperara.

—No seas ridícula, que tu ego está en todo el camión—dijo Elizabeth empujando sus piernas y sentándose a su lado—. ¿Ya te has enterado?

La menor la miro con suspicacia.

—¿Sobre que?—preguntó sin bajar la revista—. ¿Sobre tú bajo coeficiente intelectual? Si, a diario.

Elizabeth permaneció un momento en silencio, el único sonido que se escuchaba era un leve murmullo, el sonido del camión y las gotas de lluvia chocando contra las ventanas.

—Dicen que... Chelsea desapareció—murmuró Elizabeth.

En ese momento un trueno cayó a lo lejos. Doll la miro sorprendida. Chelsea, la niña que quería averiguar la identidad del autor de tantos asesinatos, su “socia” de investigación, ¿desapareció?

—¿Como sabes eso?—preguntó Doll.

Elizabeth bajo la cabeza.

—Nadie la a visto... Como no hay escuela, es difícil saber qué niños siguen vivos—explicó bajando la mirada.

La pequeña asesina permaneció en silencio unos momentos.

—Su padre esta en la comisaría ocupado, no tiene tiempo para volver a casa, o eso es lo que la oía decir antes, había veces en las que no llegaba a casa durante semanas... Es hija única, su madre esta muerta—explicó su socia.

Tenía sentido que desapareciera y nadie se diera cuenta. La única persona responsable por ella normalmente no iba a casa y lo único que hacía para mantener contacto con ella era una llamada telefónica de vez en cuando.

También era normal que no saliera a menudo de casa pues lo tenía prohibido por orden de su padre, solo salía para ir a la escuela o cuando iba a dar una vuelta en compañía de su padre, así que no era extraño que nadie la viera durante un buen rato, en especial si eran vacaciones.

—¿Por que aseguras eso? Y si es cierto... ¿Por que nadie le a dicho a su padre o a llamado a la policia?—preguntó exaltada.

—No están seguros. Nadie lo está. Dicen que está en casa, pero por orden de su padre tiene prohibido abrir la puerta, ya sabes, dicen que hay personas matando niños—dijo esto último como si fuera noticia nueva—. Fui a su casa, quería saber en qué andaba metida. Nadie abrió. Estuve tocando la puerta como por una hora, solo se oía silencio, estoy segura que no había nadie dentro.

Doll trono la boca y se recargó en su asiento cerrando los ojos. Si su desaparición era obra del tercer asesino, era demasiado astuto, tenía que conocer a Chelsea (o estar muy cerca de ella) para saber toda la información necesaria para entrar a su casa o tenía un cómplice que conociera a la niña.

Era malo, Chelsea era un peón en su juego, más bien como un alfiler o una torre en ajedrez, era una pieza clave para ganar y sin ella estaba menos cerca de la victoria.



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En el texto hay: asesinatos, muerte y sangre, jovenes asesinos

Editado: 22.07.2020

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