Anomia: pequeñas asesinas

Capítulo 38- Sin salida

Sus muñecas dolían y seguramente estaban sangrando debido a la presión y los intentos de forcejeo que había hecho. Chelsea lo intento una vez más inútilmente, alzó la mirada, todo estaba oscuro y no distinguía nada más que la pequeña ventana rota muy lejos de ella.

Se removió inquieta intentando liberarse de las sogas que la ataban a esa silla. Había sido una ingenua e inútil, ni siquiera pudo salvarse ella misma.

Las lágrimas se deslizaron por su cara, había sido una idea tonta haberse metido en temas que no le correspondían, lo sabía y aún así...

Bajo la cabeza, lo único que podía hacer era soltar sollozos silenciosos llenos de dolor, arrepentimiento y miedo.

La puerta se abrió y la luz del día se metió, la cegó por un momento. Parpadeo un par de veces antes de poder a ver a dos figuras entrar por la puerta y fusionarse con la oscuridad.

Una era muy alta y la otra, por el contrario, era pequeña y cubierta por un paraguas el cual no cerró pese haber entrado en aquel lugar.

—¿Crees que fue una buena idea?—dijo la voz masculina de la figura más alta. 

—¿Acaso importa?—contestó la persona más pequeña con voz ronca y gutural, su voz sonaba como si su boca estuviera siendo tapada por algo (como un cubre bocas o una bufanda).

Ambos se quedaron en silencio y la niña sintió como la observaban a ella. Podía sentir sus ojos acechándola desde la oscuridad.

—Está despierta—dijo la voz del hombre.

—No por mucho.

Pudo ver como se acercaban y empezó a retorcerse para intentar liberarse, pero fue inútil. Ya nada pudo hacer.

 

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Había muchos adultos en la calle, todo el mundo parecía alterado por alguna razón. Incluso su madre le pidió que no saliera a la calle pero Doll no hizo mucho caso y aún así se fugó con ayuda del árbol que daba a su ventana.

Debía comprobar lo que Elizabeth le había dicho sobre Chelsea, que estaba desaparecida, la necesitaba pues era una informante secreta que las mantenía al tanto de la situación acerca de lo que sabía la policía.

Doll había estado atenta a las noticias desde el día anterior, la última desaparición que se reportó fue la del niño que ella, junto con su socia, habían asesinado a sangre fría en la casa abandonada. No había habido ninguna alerta acerca de Noah o Chelsea lo cual era extraño pues Noah llevaba más tiempo desaparecido (más bien muerto).

Se estremeció sin notarlo aún recordando la llamada telefónica que había recibido por parte de Elizabeth casi a la una de la mañana.

—Lo vimos, ¿cierto?—preguntó su socia alterada—. Estaba casi muerto en un charco de su propia sangre—había dicho después de que Doll, adormilada, contestará el teléfono.

Doll había tardado en relacionar lo que ella decía.

—¿Hablas de Noah? Si... Debe estarlo, esa caída debió romperle los huesos y matarlo, las ratas debieron comérselo si aún no estaba muerto.

Elizabeth se había quedado en silencio.

—Creo que lo vi—susurró—. No estoy loca, ¡estoy segura que lo vi! Ese pequeño infeliz. Sujetaba un paraguas y estaba afuera de mi casa fusionándose con la oscuridad. Se veía un poco más alto de lo normal pero era el: sujetando ese maldito paraguas negro. Doll... No está muerto.

Era lo ultimo que había dicho antes de colgar.

Por supuesto que estaba muerto, Doll lo vio inmóvil en el fondo del barranco con la pierna volteada de una forma imposible y con los brazos desechos como papel.

Pérdida en sus pensamientos había llegado a la casa de Chelsea que se erguía enfrente de ella. Empezó a tocar la puerta varías veces gritando el nombre de Chelsea.

—¿Hola? ¡¿Chelsea?! ¡Abre la puerta, soy yo!—gritó mientras ponía su oreja en la

puerta—. ¡¿Hola?! ¡Si no abre voy a...!

Tomó la perilla y la giró. No esperaba que se abriera pero lo hizo y ella, recargada en la puerta, cayó al suelo sin poder evitarlo.

—Agh... ¿Chelsea?—se quejo levantando su cabeza poniendo una mano en esta.

Miro hacia en frente, no había nadie. Miro el cerrojo, no tenía seguro lo cual era raro por que Chelsea siempre la cerraba por seguridad, las veces que había ido a su casa nunca había tenido la puerta sin seguro.

Cerró la puerta y subió al segundo piso buscando el cuarto de Chelsea, nunca había visto su casa completamente, siempre se quedaban en la sala. Reviso todas las puertas y llego hasta la del final del pasillo, la abrió encontrándose con lo que parecía ser el cuarto de la niña.

La abrió un poco asomando su cabeza para comprobar que la niña estuviera ahí.

—¿Chelsea?—murmuró.

No había nadie. Abrió por completo la puerta viendo la habitación. Era una habitación bastante simplona como para ser una niña de primaria, aunque bastante extraña.



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En el texto hay: asesinatos, muerte y sangre, jovenes asesinos

Editado: 22.07.2020

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